s e s e n t a y s i e t e

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El día siguiente una tormenta azotaba las calles normalmente heladas de Londres. A pesar de eso, sonrío a la ventana porque el clima está al son de mi actitud.

Ayer Mercy y yo terminamos de hablar por medio de mensajes de texto para evitar que su hermano sospechara de algo. Y dejé en recibido a West. Eso no se lo conté a Mercy, y no lo haré hasta que sepa qué es lo que quiere. Sospecho que será algo relacionado con Hero, porque de ser lo contrario, no tiene ningún otro motivo para contactarme. Pienso en preocuparme de eso después.

Después de hacer mi rutina de mañana en modo automático, porque ciertamente no me permito pensar en algo más salvo el viaje a Australia en unos pocos días, salgo a la cocina, esperando a que Hero no esté despierto a estas horas, aunque en el fondo sé que eso es técnicamente imposible. Claro que estaría despierto a medio día.

Se encuentra en el sofá, revisando sus mensajes. Paro en seco cuando me lo encuentro y empiezo a evaluar mis posibilidades. Si me doy la vuelta, se vería muy sospechoso y una parte de mí... una estúpida, insignificante e idiota parte de mí no le gustaría hacerlo sentir como si lo estuviera rechazando o huyendo de él. Aunque eso sea lo que debería hacer.

Y si voy, ignorándolo por completo a la cocina... eso también causaría muchas preguntas que no sabría responder sin dejarnos en evidencia. Sin dejarlo a él mismo en evidencia.

Levanta su mirada y sonríe antes de levantarse y dirigirse hacia mí.

—Rubia, ¿estás mejor? —me quedo quieta, una tensión adueñándose de mi cuerpo, cuando me toma de la cintura y apoya su frente contra la mía.

Cuanto extrañaré esto. Empiezo a extrañar los tiempos en donde creía que éramos él y yo contra el mundo, contra toda probabilidad. No es lo mismo. La persona que está frente a mí no la conozco en absoluto.

Me fuerzo a sonreír.

—Sí, lo que pasa es que ayer caminamos básicamente todo Londres. Si yo estaba cansada, no me debo imaginar de cómo debió estar Thomas. Seguramente Meg ni llegó a la puerta de su casa.

La garganta me quema al decir sus nombres, ya que están implicados de una forma u otra en su conflicto.

Se ríe por lo bajo y luego acaricia su nariz con la mía.

Mi rostro permanece sereno, una actuación que perfectamente le hace competencia a la suya. Mi mente grita ''¡Apártate! ¡Deja de tocarme!'', sin embargo lo rodeo cerca de la nuca.

—Hoy tengo que salir en unas cuantas horas, ¿quieres que salgamos en la noche? Podemos ir con Mercy a recorrer una tienda de artesanías que abrió hace poco y de la que todo el mundo está hablando.

Un trueno suena por la ventana y el sonido de gotas de lluvia predomina la instancia.

Mi garganta suena, un sonido de confirmación.

Se separa un poco y por fin, por fin se da cuenta de que algo anda mal.

—¿Estás bien? —pregunta con cautela.

El hielo congela mis venas. Esa voz en mi cabeza parpadea frente al ataque imperceptible que parece notar.

Estoy de la puta mierda por tu puta culpa. Cualquiera lo habría notado.

O tal vez... no. No si estuviera usando esta coraza fría y hueca frente a todo el mundo. La que uso cada vez para no sentir nada. Ni rastro de emoción o sentimiento que tenga una ventaja sobre mí.

Charlie la llama Destello de Oscuridad. Ciertamente la idealiza un poco, pero han tenido mis amigos la oportunidad de verla cuando personas indeseables, como por ejemplo Juliette, se meten con ellos, o cuando alguien planea arrastrarme hacia abajo, como lo hizo Matt.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora