s e t e n t a y u n o

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Me quedo corta al decir que solo estoy llorando un poco. Mi pecho tiembla mientras otro sollozo sale de mi garganta y siento como me aprietan mis amigos contra sí. Por fin, digo en mi cabeza. Por fin.

Llevamos minutos en esta posición, arrodillados en el piso, sin hablar ni pronunciar ni una sola palabra. Sabemos que sobran, y que de por sí las lágrimas se encargan de transmitir todo lo que queremos decir. O al menos, mis lágrimas se encargan de informarles que todos estos meses sin ellos fueron algo nuevo para mí, podría decir que una de las peores cosas que tuve que asumir al emprender el viaje sola. Siempre fuimos los 4 contra el mundo; esta vez fue mi turno.

Pero nunca les diría eso en voz alta, cuando estoy segura de que si se enteraran, tomarían el primer vuelo a Londres y me obligarían a recibirlos en el apartamento.

Después de lo que pudo ser sido horas, Charlie dice contra mi cabello con voz ronca:

—Creo que será mejor movernos de aquí, ya los guardias nos están mirando raro.

Me rio y al escuchar las carcajadas de Ashley y Emma en persona, no a través de un maldito celular, hace que mis ojos se vuelvan a llenar de lágrimas y las agarre con más fuerza.

Aún no me cabe en la mente que están aquí, a mi lado, sin ninguna distancia interponiéndose entre nosotros.

Un recuerdo me aborda, probablemente porque un día estuvimos en esta misma posición, en el hogar de Emma. Si no estoy mal, fue hace menos de un año.

Esa noche los padres de Emma sufrieron un accidente y no le habían comunicado nada sobre su estado. Ella tiende a tener ataques de ansiedad en situaciones donde la presión ejerce control sobre ella, y cuando no le contestó el celular a Ashley, supimos que algo andaba mal. Los 3 llegamos en menos de 10 minutos a su hogar y no nos fuimos de ahí hasta que estuviera calmada, hasta que alguien llamara a informarle el estado de salud de sus padres y hasta que dejara de temblar. El corazón se me encoge en el pecho al recordar lo descontrolada que estaba. El estremecimiento por toda su piel parecía indicar que sus huesos estaban a punto de ser quebrados.

Por suerte, sus padres no sufrieron daño alguno. Fue un accidente de tráfico donde la única víctima fue el auto, aunque Charlie suspiró pesadamente porque le encantaba ese carro. Para evitar pesadas situaciones, dormimos por 3 días en su casa.

Nos levantamos lentamente y hago una mueca al sentir un pequeño dolor en la rodilla. Luego me separo y me tiemblan las piernas cuando veo sus rostros.

Emma, con su cabello negro hasta los codos, con ese flequillo que le queda tan bien que me parece injusto que exista gente tan hermosa, con esa sonrisa que parece el amanecer brillante de una noche lluviosa, con esos ojos que ofrecen tanta calidez e inocencia, no hacen más que ahuyentar cualquier sombra restante dentro de mí. Me aprieta la mano ligeramente y solloza. Al parecer, no ha dejado de ser la más sensible del grupo.

A su lado, con una gran sonrisa, está Ashley. Su cabello rubio opaco está a la altura de sus hombros. Sus ojos cafés con motas verdes brillan con intensidad y aprieto su nariz perfecta, causándole una pequeña risa que rara vez hace aparición, porque está acostumbrada a reír a fuertes y grandes carcajadas. En su simétrico rostro, aún con toda la emoción y felicidad acumulada, se le notan los rasgos divertidos, insolentes e intrépidos que siempre la han caracterizado.

Si Emma es el sol caluroso de las mañanas frías, Ashley es la reencarnación de los huracanes valerosos que solo te dejarían la única opción de admirar su fuerza.

Y el último, con el gran cartel ya enrollado debajo de su musculoso brazo, niega con la cabeza y me abraza de nuevo para luego levantarme del piso y dar vueltas en su propio eje. Me rio y le golpeo los hombros. Al momento de bajarme, noto que su cabello, a la misma altura que el de Ashley, está cogido en una moña pequeña por detrás de su cabeza. Sus ojos verdes me evalúan y sus facciones de granito se amplían cuando sonríe. Llevo una de mis manos a sus músculos y abro los ojos sorprendida.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora