s e t e n t a y t r e s

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JOSEPHINE.

Al día siguiente nos levantamos a la 1 de la tarde. Si no fuera por mis padres, probablemente nos quedaríamos horas más disfrutando del sueño. Charlie parecía en un estado de post-depresión por levantarse. Emma se quedó mirando al techo por minutos eternos. La tuve que mover porque parecía un maniquí. Ashley se incorporó asustada, miro a los dos lados, luego a la cama y nos juró que había olvidado por un segundo donde nos encontrábamos.

Y yo por mi parte, me encuentro de maravilla. Todo el cansancio desapareció de mi cuerpo y me siento con más energía.

En mi casa hay 4 baños. Uno en la habitación de mis padres, otro en la mía, otro en el segundo piso y el restante en el primero. Emma va al de abajo, Ashley al de aquí arriba y yo a mi baño privado. Charlie aprovecha para dormir un poco más.

Efectivamente como lo predije, cuando salí de la ducha ya cambiada —ya que entré la ropa al baño—, lo encontré sumergido en un sueño profundo. Ashley le gritó en la cara para que despabilara y a regañadientes lo hizo.

Cuando los cuatro bajamos como leones hambrientos a la cocina, mis padres ya tenían todo un aperitivo preparado en el jardín trasero. Mi jardín trasero es simple, no tiene piscina pero tiene una gran zona verde que se extiende más de 20 metros y en un lateral, cerca de la valla blanca que termina en punta que separa las casas, está una mesa larga de madera pulida en donde solíamos almorzar o cenar en ocasiones especiales. Hoy, al parecer, es una de esas ocasiones.

Saludo a mis padres con una sonrisa y un abrazo y me dirijo feliz a mi puesto de siempre. Es tan... raro estar aquí. No estuve tanto tiempo en Londres, sin embargo tocar el mantel rojo con cuadros blancos un poco desgastado por el tiempo es como volver a recordar otra vida.

Emma suspira. —Amo venir a tu casa. Les ofrecería a tus padres la opción de adoptarme para que no se sientan solos cuando no estés, solo por el simple motivo de que cocinan malditamente bien.

—Gracias, supongo.

Mi padre ríe y le sonríe a Emma.

—Nos encantaría tenerte aquí, Emma.

—Si Emma es la adoptada, —empieza a decir Ashley con la boca llena y mi madre la mira con reproche. Mi amiga asiente y traga lentamente— entonces me ofrezco a ser la rehén.

—Yo les puedo limpiar la casa. Si quieren. —aclara Charlie.

Mi madre se encoge de hombros.

—No es necesario que sean todas esas cosas para tener una invitación a esta casa. Desde que Josephine podía deletrear supimos que ustedes ya eran parte de la familia.

—Bendito sea el día en que te conocí, Jo. —dice la pelinegra mientras embulle su plato. Tiene su cabello envuelto en un moño sobre su cabeza y varios mechones le caen por la cara.

—No lo he contado esto a nadie —Charlie finge decir un secreto— pero solo me junto con Josephine porque los amo a ustedes.

Mi padre suelta una carcajada más alta y mi madre se ríe por lo bajo.

—Fuera de esta casa, Charlie Bhullar.

Mi amigo me saca la lengua y sigue comiendo.

Seguimos comiendo entre risas, conversaciones no solo sobre mí, sino que me cuentan qué es lo que ha pasado de nuevo por aquí. Cada uno de mis amigos cuenta cómo le está yendo con la universidad, y afortunadamente les va de maravilla. Aunque, cito en las palabras de Ashley, ''es difícil afrontar los tiempos de exámenes sin que me tengan para hacer trampa''. Yo en respuesta le hice un gesto obsceno con la mano y fingió tirarme un beso ruidoso.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora