t r e i n t a y u n o

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El corazón me late desembocado en el pecho mientras lo miro a los ojos. No parece estar bromeando, pero no sé qué esperar de él. ¿Qué se supone que debo responder a eso? ¿Qué mierdas es lo que significa?

—No te entiendo. —susurro.

—No tienes que entender nada. —dice a pocos centímetros de mis labios.

Con toda mi fuerza de voluntad, doy un paso hacia atrás y lo evalúo. Tiene el cabello echado hacia atrás con gel, un tipo de peinado que nunca le había visto y le queda exquisito. Su camisa blanca deja entrever sus músculos y obviamente, no podían faltar sus típicos jeans negros. Hoy está para comérselo.

¡Josephine, concentrada!

De un segundo a otro recuerdo el lugar en donde estamos. La música hace su aparición de nuevo y me pregunto si todo el tiempo estuvo ahí o realmente desapareció por un instante. Las siluetas de las personas que están a nuestro alrededor entran a mi campo de visión y siento poder volver a respirar.

Debo tener en cuenta que a pesar de las ganas tremendas que tengo de acorralarlo contra la pared y besarlo hasta el cansancio, él me lastimó. Todo fue un maldito juego para él y hace unas horas estaba con una chica en su regazo, pareciendo muy entretenido.

—Tampoco es que me interese mucho hacerlo. —respondo de vuelta y vuelvo a la defensiva. Es increíble y aterrorizador lo rápido que puede destruir todas mis guardias.

Aprieta sus labios y su gesto se vuelve sombrío.

—Estoy seguro que nada te importa más que restregarte contra extraños.

De ninguna manera él dijo eso.

Suelto una carcajada altiva, y poso mis manos en mi cadera.

—¡Eres increíble! —alzo la voz y le paso por el lado, dirigiéndome a los baños. Escucho sus pasos seguirme— No me sigas.

—No voy a dejar que andes por aquí sola.

—Sé cuidarme muy bien. —digo entre dientes, llegando a la fila del baño de mujeres.

—No, no con esta gente.

Nos quedamos en silencio, yo sin atreverme a mirarlo y él a mi lado.

—Me parece inaudito que me reclames por una cosa tan banal y estúpida. Y me parece aún más gracioso que te creas con el derecho de hacerlo.

Saco las monedas de la cartera con cuidado para que no se vuelva a repetir el incidente.

—No te estoy reclamando nada. Me importa una mierda lo que hagas.

Un golpecito a mi orgullo.

—Entonces resérvate esos comentarios, no son necesarios en absoluto. —debo atribuirme mérito por estar hablando a un tono de voz adecuado, porque todo lo que quiero hacer es gritarle hasta que mi garganta no soporte más.

—Anotado. Aunque no te vendría mal pensar en mi consejo.

Trago mi oleada de furia. Viene, me reclama (porque sí lo hizo) por bailar con otros ''extraños'' cuando él se acuesta con cualquier chica que se cruce en su camino. Y las diferencias son muy grandes. A ellos no los vuelvo a ver en la vida y es un acto muy banal. En cambio, follar...

Me pregunto si ya se acostó con la rubia que estaba con él. Siento un gran pinchazo en el corazón.

—Yo haré lo que me plazca. No puedes y no tienes que andar por ahí diciéndole qué hacer a todo el mundo. Ya te puedes ir. —alzo la barbilla cuando la fila avanza.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora