s e t e n t a y s i e t e

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JOSEPHINE.

—¡Pero no lo mand...!

—Enviado.

Emma suelta un grito de desesperación, Ashley ríe infinitamente complacida y Charlie se encuentra negando con la cabeza.

—Me dan miedo, y mucho. —dice por lo bajo— Esa carta fue más larga que cualquier ensayo que yo haya escrito en mi vida.

—Ya. —no soy capaz de decirle nada más por el nudo en mi garganta.

Ashley recuesta su cabeza sobre mis hombros.

—No te sientas mal, Jo. No es malo hacerlo sentir mal un poquito más. Fue un imbécil, te haya engañado o no.

—Considérate hombre muerto —empieza a decirle Emma a Owen, quien ha venido también a mi casa— si llegas a hacerme algo parecido.

Suelta una risa absurda.

—¿Crees que me arriesgaría a perder la parte favorita de mi cuerpo? —y mira a Ashley con miedo real. Ella sonríe con malicia y aprobación.

Sonrío ligeramente y empiezo a retorcer los dedos en mi regazo.

—Pero sí me puedes hacer una carta. —la pelinegra sonríe.

Les mostré la carta por encima, pero no dejé que la leyeran.

No, eso nunca. No importa si esté enfadada con él, esa carta solo quedará entre Hero y yo. Sus palabras serán un lenguaje que solo los dos entenderemos. Tal vez sea una tonta por querer tener eso en privado y arraigarme a ese lazo insulso, pero...

Los llamé para que me acompañaran a lidiar con mi cabeza y contarles lo que había hablado con mis padres ayer y... acordado.

Como fue tan abrupto, Emma tuvo que traer a Owen, aunque no me molesta, me cae bien el chico.

—Pero yo te he hecho cartas. —se queja, haciendo un puchero. Emma aprovecha la distracción para darle un beso corto en los labios.

—Eh, —ahora sigo yo para quejarme— les recuerdo que su amiga sigue superando una ruptura.

—Si tú estás así, el pobre debe estar peor. —recalca mi amigo.

—Ya lo ha visto, —me encojo de hombros— y no ha respondido. Tal vez no esté tan mal. O tal vez...

Dejo de hablar y suelto un resoplido. Algún día, superaré a mi mente y dejaré de hacer conclusiones apresuradas para vivir una vida mejor y más sana.

—¿Cómo sabe la dirección de aquí? —cuestiona Ashley.

—Eso es lo que no logro entender, yo... —llevo una mano a mi cabello y suspiro, acomodando un cojín que hace juego con el sofá entre mis piernas— nunca se lo dije, nunca surgió la conversación.

—Oh no, ha recurrido al vudú. —Charlie finge un escalofrío y Ashley le tira otro cojín.

Esa duda me ha comido la cabeza desde ayer. Es decir, Perth sigue siendo una ciudad gigante, no debo ser la única Josephine en la zona ni en un radio de aproximadamente 30 kilómetros. El barrio, la calle, la casa... son cabos sueltos.

Prosigue: —¿No se lo dijiste a alguien más?

Frunzo el ceño. Mucho menos voy a hablar con Steve o West de donde vivo. Casi suelto una risa al pensar en eso.

—No, a las únicas personas que se los he...

Me quedo callada de repente y me inclino hacia delante como una ráfaga de viento, provocando que Ashley se vaya hacia un lado.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora