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Cuando salgo del aeropuerto de Londres, la lluvia me recibe con la mejor de las bienvenidas. Resoplo mientras busco un taxi y lo encuentro en cuestión de minutos. Todos aquí parecen apurados, ya sea por el clima, o porque llegan tarde a sus vuelos, o hay algunos que abrazan a sus seres queridos después de un tiempo sin verse.

Excepto yo. Volé miles de kilómetros desde Australia hasta Inglaterra para cumplir mi sueño: estudiar en la Universidad de East London. Desde pequeña esa ha sido mi mayor meta, y después de años de esfuerzo, lágrimas y perseverancia, lo he logrado. Eso hace que una sonrisa se forme en mi cara. Sin embargo, no fue nada fácil. Dejar a todos mis amigos y familia atrás fue algo que estoy segura que me marcó para siempre. Espero que todo esto valga la pena. Haré que valga la pena, porque si no lo es... sería tanto sacrificio para nada.

—Perdone, ¿a dónde la llevo? —me pregunta el taxista después de ayudarme a meter las valijas en el maletero. Sacudo mi cabeza para salir de mi trance.

—A la Universidad de East London, por favor.

Un tema que me preocupa es mi estadía. Durante estos meses, se me hizo imposible encontrar un dormitorio libre y un apartamento al alcance de mi presupuesto. Todos ellos valían el triple de lo que tengo, por lo que planeo encontrar un empleo de medio tiempo y averiguar en el campus alguna habitación que se encuentre disponible que no la haya encontrado en la página web.

Al ir pasando por las calles de Londres, me encanta la energía que la ciudad transmite. Te hace sentir en casa, aunque las costumbres se me hacen muy raras. El acento me parece tan sexy y cautivador, es un poco parecido al mío, el australiano, pero de alguna manera más marcado. Los paisajes de la ciudad son tan lindos a pesar del clima, que me quedo encantada al segundo. No puedo esperar a recorrer estas calles y conocer cada rincón de ella.

Veo a lo lejos una arquitectura grande y las imponentes letras de ''East London'' y mi corazón empieza a latir enloquecido. 22 años esperando este momento y por fin lo estoy viviendo. El ardor de mis ojos crece por la emoción, los nervios, el miedo y el orgullo que fluyen dentro de mí.

Al entrar al campus, estoy tan impresionada de la inmensidad del lugar que tengo que parpadear repetidas veces y recordarme que realmente está pasando. No es una alucinación.

Al llegar a la entrada principal, saco mis maletas y le pago al taxista. No son muchas las que llevo, ya que el resto me llegarán al cabo de días. Espero encontrar lugar en donde quedarme para ese entonces.

Cuando entro, veo a una masa de estudiantes caminando por la recepción, otros nuevos como yo un poco perdidos pero con la emoción escrita en la cara, y otros simplemente rondando por ahí. En el campus vi muchísimos más jóvenes leyendo, estudiando, reunidos con amigos o simplemente de paso. Ser parte de esto me revuelve el estómago de los nervios.

Vamos Jo, a por toda.

Me dirijo hacia la recepcionista y me brinda una sonrisa amable.

—Hola cariño, ¿cuál es tu nombre?

—Josephine Langford. —respondo mirando los alrededores. La arquitectura moderna y el espacio tan agradable hacen que me sienta un poco más cómoda.

Busca el nombre en el computador y asiente.

—Nueva, ¿verdad? —asiento— Espero que te sientas a gusto y bienvenida. Si tienes alguna duda, puedes acudir aquí de 7 am hasta 7 pm, ¿ya leíste la instrucción del manual y las normativas?

—Sí, en la página web lo leí completo.

Sonríe complacida y continúa, —Aquí está tu horario y un mapa para que te guíes. —me pasa dos documentos y los reviso por encima— El campus tiene muchos kilómetros por delante, entonces por si lo deseas, te puedo encomendar a alguien que te muestre el lugar.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora