s e s e n t a y t r e s

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Juego con la servilleta de color naranja bastante exótico sobre la mesa, haciendo un avión lamentable de papel a la vez que calmo mis ansias y mantengo ocupada mi mente y manos.

Cuando termino, le lanzo el avión a la frente de Thomas, que lo recoge y lo usa para limpiarse la boca llena de helado y luego, tapar un eructo.

Vuelve a lanzármelo y yo hago una mueca.

—Ya no lo quiero.

—No me subestimes, Josephine Langford. Tengo un arsenal lleno de armas. —me dice metiéndose otra cucharada de helado de vainilla, que se ve delicioso.

Preferí no pedir nada aún para tener el estómago despejado y la mente vacía. Me siento con un poco de náuseas desde que Mercy me dijo que descubrió algo, no solo porque esté preocupada sino que... esto cambia muchas cosas con Hero, más de lo que querría.

—Quiero eructar como Thomas algún día. —dice Meg en medio de un suspiro dramático a mi lado.

Jordan y Mercy están dentro de la heladería, haciendo sus pedidos. Meg tampoco pidió helado, proclamando que estaba llena porque había comido dulces hasta el amanecer por quedarse viendo una de sus series favoritas.

Thomas, en frente de ella en la mesa relativamente amplia de metal, hace una fingida reverencia y le guiña un ojo.

—Es un don, no sabría cómo explicarlo pero... un dios olvidado me ha escogido para manejarlo.

Ruedo los ojos.

—Idiota.

—Y aún así —continúa Meg— esas chicas lo siguen mirando con ensueño. —frunce el ceño al observar de reojo unos metros más allá de nosotros— No podemos ir a ningún lado sin que una que otra chica se convierta en su admiradora e inicie su club de fans.

Sí, hablando de eso... si Thomas cuando tenía el cabello corto, al ras de la cabeza, era la fantasía de muchas personas, ahora que tiene el cabello un poco largo y alborotado, como el pelo de Hero aunque un poco más peinado, es el delirio de muchísimas más.

—Ese mismo dios olvidado —dice mi amigo con la boca llena— también me ha cedido ese poder.

—¿Cómo se llama tu dios olvidado? —cuestiono, siguiéndole el juego, aún así sea para ignorar el remolino de pensamientos que amenazan con destrozarme.

—Jordania.

Meg suelta una carcajada junto a mí. Nos hicimos en la parte abierta, donde caía todo el sol y el aire olía a los tulipanes que rodeaban el lugar.

Un grupo bastante grande de chicas de nuestra edad se encuentra a unas mesas, mirando sin disimulo alguno hacia nosotros, lanzándole miraditas a Thomas que son muy directas. Bueno, al menos no sueltan risitas patéticas.

—Debería fingir ser tu novia, esto es muy incómodo. A ti te gustará la atención porque puedes manejarla pero constantemente la gente piensa que me cae mal por mi manera de actuar.

—¿Y eso por qué? —frunzo el ceño— Cuando te conocí me caíste súper bien al instante.

Se encoge de hombros, jugando con un mechón de su cabello negro. El azul se ha deteriorado bastante. Me pregunto si se lo dejará ya al natural o se lo volverá a tinturar.

—Porque mi cara es una representación gráfica de un culo, grita un vete-a-la-mierda. Trato de controlar eso porque se me sale de las manos. Empecé a usar esa máscara con todo el problema de Jennifer —hace un gesto perezoso con la mano y una mueca— para que nadie se metiera conmigo. Sin embargo... al parecer no se ha zafado por completo de mí.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora