v e i n t i t r é s

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El día siguiente me levanto en automático. Hago mi rutina de mañana en automático. Voy a la universidad en automático. Estoy tan cansada que sé que se me hará imposible poner cuidado en clase.

Cuando voy entrando al edificio B2, Cooper está sentado en una banca blanca de la entrada, sin acompañante. Hace unos segundos estaba con su amiga Rebecca, pero antes de que yo la alcanzara a saludar, se ha ido.

—Hoy estoy tan cansada que creo que me desmayaré en cualquier momento. —se sobresalta cuando me siento a su lado— Así que hoy sí necesitaré que estés conmigo todo el día.

—Hola a ti también. —musita— Tienes ojeras. ¿Qué pasó?

—Adelanté algunos deberes y me dormí a medianoche. Sumado a eso, el día de ayer fue un día tan pesado que no sé cómo hice para mantener mis ojos abiertos durante la noche.

—Con razón tienes la camisa al revés.

Abro los ojos como platos. —¿¡Enserio!? ¿Cómo he podido llegar a ser tan despistada?

Aparto el pelo de mi cara, ya que casi como todos los días, lo llevo suelto, y examino mi camisa, sin embargo, no noto nada raro en ella. La risa de Cooper me confirma que fue una broma.

—Te estoy empezando a odiar un poquito. —alza las manos a los costados y acomoda su cabello.

—No te deberías exigir tanto a ti misma.

Me encojo de hombros. —Tengo qué.

—No, no tienes que hacerlo. Tú también tienes que descansar, como cualquier ser humano de este planeta.

—¿Descansar? ¿Qué es eso? —se ríe y le doy un codazo— ¿Vamos a química?

Asiente y se levanta primero que yo. Me ofrece el brazo y ruedo los ojos.

—Muy gracioso.

De todas maneras, lo acepto y me levanto, sintiendo levitar al paso al que voy.

—¿Cómo fue tu día ayer? —le pregunto.

—Sorprendentemente bien. Mi madre fue a recoger a mi hermana y tuve toda la tarde libre. Iba ir a visitarte a tu trabajo, pero no quería incomodarte con mi presencia. —hace una mueca.

Frunzo el ceño. —¡Tú no me incomodas! Al contrario, habría agradecido tu presencia.

—Si tengo suerte, hoy iré.

—Vale, te estaré esperando. —le sonrío y relame sus labios.

A 2 metros de llegar al aula, por los altavoces suena la voz de una mujer. Todo el bullicio que hay en el pasillo baja la voz de un segundo a otro. Cooper se detiene y hago lo mismo.

—Buenos días estudiantes, espero que su día esté lleno de rendimiento y hayan empezado la semana con el pie derecho. Les informo que todos, incluyendo a los administrativos, que deben acudir ya mismo al auditorio. Esta convocatoria tiene como fin dejar en evidencia el cambio de horarios que se tendrá a partir del mes de abril hasta el mes de septiembre. En 15 minutos todo el personal debe asistir al lugar de encuentro. Dicho lo anterior, tengan feliz día.

Cooper bufa y yo me quejo. Si creía que me iba a dormir en clase, en el auditorio tengo siesta asegurada. La parte positiva es que, al menos, puedo dormirme con más facilidad allí y nadie me verá.

—¿Dónde queda el auditorio? —sigue sin soltar mi brazo y estoy tentada a recuperarlo, ya que las miradas furtivas de los estudiantes se posan en nosotros constantemente.

No sé si él no se da cuenta, o si está muy acostumbrado a lidiar con la atención. Creo que es una mezcla de las dos. Cooper no es alguien que se le pase desapercibido por la calle.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora