t r e i n t a y t r e s

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HERO.

Al día siguiente me levanto a las 10 AM. Sí, un poco tarde, pero estaba tan cansado que me dormí en medio de la película que estaba viendo con mi hermana ayer y ella me dejó dormir en su habitación. Claro, con la excepción de que me dejó durmiendo en esa silla tan incómoda que tiene desde hace 3 años.

Todos mis músculos están adoloridos y mis nudillos no lucen mucho mejor que ayer. Pero no me arrepiento, ni por una milésima de segundo. Solo con recordar lo que ese hijo de puta le insinúo a Josephine la rabia me recorre como una corriente eléctrica.

La peor parte, la que hace que mi corazón se encoja dentro de mi pecho, es recordar la cara que hizo al escuchar esas palabras. No la culpo, a nadie le gusta que le digan ''puta''. Si hay algo de lo que siempre he estado seguro toda mi vida es darle el respeto que merecen a la mujeres. Sí, tal vez algunas terminen lastimadas por mi actitud de mierda, sin embargo, nunca les he alzado la voz en una forma violenta o insultado. Y nunca lo haré, eso me haría un imbécil de primera.

Ver el gesto de Josephine simplemente me descontroló por completo. Ningún dolor físico se compara con el dolor que sentí al verla tan resentida.

Es gracioso, porque soy yo el que la lastima una y otra vez. Paradojas de la vida, ¿no?

Hago mi rutina mañanera rápidamente y me siento en el comedor, revisando mis redes sociales y algunos mensajes de texto. Ignoro olímpicamente los mensajes que tengo de West.

Mercy se levantó primero que yo y se encuentra cocinando en este momento. Una que otra vez la ayudo en la cocina, pero aunque no lo reconozca, su talento nato es el cocinar delicias que hacen que me sienta agradecido de tener una hermana tan ingeniosa.

Y Josephine... no hay rastro de ella. Hace una media hora oí la ducha del baño del fondo, supongo que hace poco se levantó.

—¿Dormiste bien?

Pongo los ojos en blanco, aunque no me pueda ver, ya que le estoy dando la espalda.

—No te hubiera costado mucho por lo menos darme una cobija.

—Se me pasó. —escucho la risa de mi hermana— Lo siento. Te lo compensaré haciendo tu almuerzo favorito.

Suspiro, dramatizando el momento.

—Es muy difícil convivir contigo.

—Lo sé.

Sigue cocinando hasta que, minutos después, Josephine llega a trompicones, doblándose un poco sobre sí misma para, al parecer, aplacar algún malestar que siente.

Aprieto el celular contra mi mano y finjo revisar mensajes. ¿Por qué mierdas tiene que ser tan preciosa? Y ni siquiera lo intenta. Lleva una camisa blanca que tiene el logo de The Strokes, una banda famosa, que le llega hasta un poco más arriba de los muslos. Su short negro se entrevé un poco debajo de esa prenda. Requiero de todo mi autocontrol para no mirarle la piel expuesta de sus piernas.

Sin querer deja caer el salero al pasar por el lado de la mesa, sin mirarme ni una sola vez.

—Pareces que vas a tener un bebé ya mismo. —señala Mercy— No estás embarazada, ¿verdad? El precio de la renta subiría por tener que acoger a otra persona más. —se burla.

—No me tendré que preocupar por eso. —me volteo un poco para verlas de reojo. Josephine coge el plato de comida servido que estaba en la encimera— Lo siento, tengo mucha hambre. —regresa al comedor y se sienta en la punta contraria a donde estoy— Volviendo al tema, no, no lo estoy. El último chico usó condón.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora