78: Un día en los zapatos de Ryan

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Había pasado otra mañana confusa.

Ryan estaba al borde de despertarse de un buen sueño,  empezó a sentir que algo hacía presión en su pecho y que no lo dejaba moverse, abrió los ojos y al levantar la cabeza lo primero que vio fueron mechones castaños que invadían su pecho desnudo.

Miró alrededor y supo que no estaba en su habitación, otra vez.

Empezó a sentirse incomodo y comenzó a removerse para intentar liberarse de aquella mujer de la que ni siquiera recordaba su nombre. Sin embargo en un movimiento brusco logra que lo suelte, la chica giró su cuerpo en dirección contraria mostrando su espalda desnuda mientras emitía un gruñido mañanero.

Ryan no le dio importancia, una vez pudo levantarse se puso sus pantalones y zapatos al borde de la cama en silencio para no despertarla.

—¿Ya te vas?— escuchó la voz ronca y confundida que yacía detrás de él, Ryan se maldijo a sí mismo.

—Sí, hay un par de cosas que debo hacer. — se excusó abrochando la correa de su pantalón.

Se levantó, agarró su camisa y se la puso, le dio una mirada al pasillo antes de salir de la habitación para asegurarse de que no hubiera nadie más en la casa.

—Oye— la chica lo detuvo, Ryan volvió hacia ella y levantó sus cejas para preguntarle qué quería.

—¿V-vas a llamarme? —titubeó

— Claro— Ryan observó como la chica esbozaba una sonrisa, se la devolvió al mismo tiempo que formó un teléfono con su mano antes de salir por la puerta de su habitación.

Él nunca la volvería a llamar.

Sabía que si lo hacía o si tenía sexo casual en repetidas veces con la misma mujer,  ella empezaría a sentir algo que él no estaba dispuesto a darle. Por eso prefería cortar las cosas de raíz,  llorar ahora era mejor que llorar más adelante, sabía que se volvería una molestia para él si una chica se enamoraba perdidamente así que concluyó que incluso le estaba haciendo un favor al  dejarla.

Tuvo hambre así que arrimó por algo de comer a una cafetería cercana, se sentó en una mesa y revisaba su celular mientras esperaba su pedido. Una vez que la mesera trajo el plato, se puso a comer.   Otro día más sin ir a la escuela.

Ryan llegaba a pensar que no se graduaría, había faltado tanto últimamente, creía que los estudios no eran lo suyo, pero sabía que tendría problemas serios con su padre si decidía dejarlos por completo.

Levantó la vista hacia una dirección especifica y notó que una chica rubia sentada a 4 mesas de distancia lo estaba viendo, ella al ser descubierta, miró rápidamente a la ventana  avergonzaba. A Ryan le encantaba tener ese efecto en las mujeres, le dio un trago a si bebida y fingió concentrarse de nuevo en su celular.

Esperó un rato y levantó la vista de nuevo sorprendiendo a la misma jovencita mirándolo.

Ella estaba sola al igual que él, pensó que quizá ella quería hablar con alguien, tomó lo que quedaba de su hamburguesa y bebida y caminó hacia donde estaba la chica.

—¿Esta ocupado? —preguntó.

Cuando levantó la vista, Ryan pudo admirar los ojos cristalinos, las mejillas coloradas y las ligeras pecas que resaltaban en el rostro de esa chica,    era todo un ángel.

Ella negó con la cabeza y lo miraba sin poder creer que se haya atrevido a hablarle, lo observó en silenció mientras tomaba asiento, quedando frente a frente. Él mantuvo el contacto visual, ella bajaba la vista hacia sus manos de vez en cuando.

La venganza de los exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora