PARTE I - PRESENTE: PRÓLOGO

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    Después de los últimos acontecimientos, los padres de Shinichi tuvieron que mudarse de nuevo a su casa en Japón, para ayudar a su hijo a vencer a la temida organización que llevaba ya más de un año y medio paralizando la vida del detective.

    Yukiko y Yusaku Kudo fueron moviendo fichas para acercarse cada vez más a su objetivo: recuperar la verdadera forma de su hijo. Y una de las estrategias por las que iban a empezar consistía en hablar con su vecina, la joven científica. Estaba claro que si alguien podía conseguir que el detective recuperase su estatura original sería ella. Pero si no lo había conseguido ya era, según el matrimonio, porque le faltaba la motivación adecuada, así que ellos mismos se la iban a proporcionar.

- Knock, knock, ¿Hiroshi? -preguntó Yukiko mientras golpeaba con una mano la puerta de la entrada y sostenía con la otra una bandeja con dulces.

- ¡Yukiko!, ¡Yusaku! bienvenidos, adelante pasad -respondió el profesor tras abrir la puerta-. ¿Qué os trae por aquí?

- Venimos a saludar a nuestro amigo y vecino -dijo Yusaku con una amplia sonrisa.

- Y ya de paso os traemos esto -Yukiko ofreció la bandeja al profesor guiñando un ojo.

    De repente, desde detrás del inventor apareció una sombra, casi como un fantasma, que rápida y efectiva como un jaguar, agarró la bandeja de pasteles de un tirón, arrebatándolo de la mirada atónita y descorazonada del profesor.

- Dejaremos esto para cuando vengan los niños y para nuestros invitados. Está de acuerdo conmigo ¿no es así Profesor?

    La mirada de sorpresa de Agasa se transformó en unos pucheros, mientras asentía resignado con la cabeza, ante la divertida mirada de situación de los Kudo.

- Hiroshi, ¿por qué no nos prepara un delicioso café de los suyos? Hemos venido para poder hablar un momento con Haibara, a solas      -preguntó tajante a la par que dulce y sonriente, Yukiko.

- Cla...claro -contestó el Profesor sorprendido-, Os dejo que habléis...

    Cuando el hombre llegó con los cafés, el escritor, la actriz y la científica ya habían terminado su íntima conversación. Y de la misma manera que la chica pelirroja había aparecido de la nada tras el profesor, ahora se alejaba soberbia y decidida de la sala de estar, en dirección hacia el pequeño laboratorio improvisado que tenía en el sótano de la casa.

    El profesor quedó sorprendido unos instantes, ¿qué clase de conversación habrían tenido para provocar aquella reacción en la muchacha? pensó el hombre. Normalmente Ai era bastante arisca sí, pero con los señores Kudo siempre se había mostrado educada y los atendía con mucho interés. Sin embargo, la pareja estaba sonriente y en sus semblantes se apreciaba satisfacción, por lo que el profesor no quiso profundizar demasiado y se limitó a merendar con sus amigos sin darle demasiada importancia.

    Al día siguiente Conan recibió una llamada del profesor.

- ¿Hola?, ¿Agasa?

- Shinichi tengo que pedirte que hoy digas en clase que Ai está enferma y que no asistirá en unos días...

- ¿Qué le ocurre?, ¿se encuentra bien?

- No te preocupes tanto por mí. -bufó una voz sarcástica a lo lejos, a través del teléfono.

- Sí, sí, está perfectamente, es sólo que se ha levantado con el pie izquierdo, y dice que está aburrida de las clases y que se quería tomar unos días de vacaciones para seguir con sus investigaciones, eso es todo. -dijo el profesor tranquilizando al muchacho.

- ¡Ah! ¡Vale! ¡Genial! De todas formas, estamos preparando la fiesta de primavera y seguro que no le apetece colaborar en esas cosas de críos je, je... cómo la entiendo... -dijo Conan para sus adentros-. Además, en tres días hay planeada una excursión al monte, o sea que puede quedarse casi una semana en casa si quiere. - aclaró el muchacho.

- Muy bien, entonces lo dejo en tus manos, ¡que te diviertas Shinichi!

- ¡Hasta pronto profesor!

SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora