CAPÍTULO 17. Tiempos mejores

22 1 0
                                    

     Ceo se quedó observando como su amiga se retorcía de dolor sobre la cama, apretando dientes y ojos, intentando respirar en cada aliviado momento que pasaba sin sentir una punzada en alguna parte de su cuerpo. Verla así le sobrecogía. Fue obediente al cuarto de baño para llevarle el termómetro y acercárselo a la chica.

- S... abre la boca -dijo el chico acerándole el termómetro a la cara.

- Podrías invitarme a cenar antes... -dijo ella burlona.

     El chico no entendió la referencia y ella se reía para sus adentros. Demasiado crío, pensó mientras abría la boca para controlar su calor corporal, aunque sabía perfectamente que estaba ardiendo por dentro y no necesitaba ningún termómetro para comprobarlo.

- Tienes 38,5... -advirtió el chico preocupado cuando pasaron unos minutos.

- Eso no es nada... -dijo ella entre jadeos-. No es la temperatura lo que más me molesta ahora mismo...

- ¿Dónde te duele? -preguntó el curioso detective.

- Pues... más o menos por esta zona -dijo ella señalando su abdomen-. ¡¡¡Ah!!! -gritó cuando sintió un nuevo pinchazo.

     La chica se levantó un poco la camiseta y se agarró con fuerza el vientre.

- No recordaba la última vez que me había dolido tanto... -dijo ella entre dientes.

- ¿Te alivia cuando presionas la zona?

- Sí... algo...

      El chico apartó con delicadeza las manos de ella y puso las suyas sobre el abdomen de su amiga apretando con fuerza.

- ¿Mejor? -Le preguntó el joven ansioso por ayudar.

     La chica se encontraba mucho mejor del dolor, pero ahora que notaba las cálidas manos de Ceo sobre su piel al descubierto y, además, estando a escasos centímetros de su principal fuente de calor, su mente se disparó, empezó a imaginar al chico bajando sus manos peligrosamente hacia su entrepierna. El sudor se hacía presente en su cuerpo y sus piernas comenzaron a temblar ante la idea. S cerró los ojos concentrándose en el dolor que desaparecía, pero su libido no le dejaba un sólo segundo de paz. Ceo notaba la incomodidad de ella, notó cómo se tensaban sus músculos, cómo sus piernas se movían con nerviosismo y cómo ella guardaba silencio.

- ¿Te molesta que te toque? -preguntó el chico devolviéndola a la realidad.

- No, no es molestia lo que siento -aclaró ella completamente colorada-. Es solo que... -empezó sin poder acabar la frase.

- No estoy tocando nada indebido -advirtió el chico disculpándose.

- No, pero... estás tan cerca... -dijo ella señalando con su mirada un poco más abajo de donde estaban las manos del chico.

- Tranquila no me pasaré de la raya -dijo él mientras paseaba su dedo por todo el borde del pantalón de ella, dibujando una ficticia línea, una frontera que no iba a traspasar.

     La chica sonrió, es un encanto, pensó lamentándose. Aquellos lascivos pensamientos le iban y venían con frecuencia. Con cada mínimo movimiento que hacían las manos de él, ella se las imaginaba bajando lentamente y conforme esas imágenes le venían a la mente más se mojaba su entrepierna y más presión sentía en el pecho. Shiho empezó a respirar con fuerza y a suspirar de vez en cuando. Su tensión se hacía cada vez más notable.

- Kudo... -dijo ella poniendo sus manos sobre las de él.

- ¿Qué te pasa?, ¿qué necesitas? -preguntó el chico notando que ella necesitaba ayuda.

SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora