CAPÍTULO 9. El informático

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     El detective entró en la habitación contigua. Estaba decorada en tonos grises y blancos, tenía otra ventana unidireccional al fondo y una puerta que daba a un baño privado, completamente acondicionado. Había una cama bastante grande en medio de la estancia y una mesilla con una pequeña lámpara. También había un escritorio con un pequeño taburete y un mueble con cajones. Encima de la cama había una camiseta gris de manga corta y unos pantalones cortos blancos y debajo de la cama unas zapatillas de estar por casa.

     El chico no se lo pensó demasiado y se dispuso a tomar una ducha y a dejar el trapo que cubría sus vergüenzas para vestirse con lo que habían dejado. Cuando estuvo listo notó cómo le rugían las tripas. No podría saber con exactitud cuánto llevaba sin comer ni beber así que salió de la habitación para buscar algo que echarse a la boca. Antes de abandonar el pasillo echó un último vistazo a la puerta cerrada tras la que encontraba su amiga. Espero que vaya todo bien... pensó.

     Cuando regresó a las escaleras había dos opciones; podía seguir subiendo o bajar a la planta baja que habían obviado en su primer viaje. Tenía curiosidad por descubrir cada zona del edificio, pero tenía más hambre que curiosidad y quería averiguar donde estaba la salida, así que se dirigió a la planta baja.

     Allí encontró el espacio mucho más abierto. Tras salir del hueco de las escaleras vio una gran puerta al final de un corto pasillo, se acercó con curiosidad y pudo ver un enorme laboratorio, estaba claro que ya había estado allí dentro. Intentó abrir las puertas sin éxito, estaba totalmente cerrado con una combinación de seguridad electrónica.

     Retrocedió sobre sus pasos, ya que en aquella zona no había nada más que ver. Justo al lado opuesto del laboratorio había otra gran puerta. Desde donde él estaba se podía intuir que era la salida. Se acercó corriendo, pero paró en seco cuando vio que a mitad de camino se encontraba un gran espacio abierto que parecía un salón, tenía grandes sofás y una televisión colgada en la pared, numerosas estanterías llenas de libros y hasta un piano, estaba finamente decorado con elegancia y muebles modernos.

     Una de las paredes tenía un gran ventanal que daba acceso a un verde patio interior. Había, también, una puerta situada al fondo de la estancia de donde provenía un dulce aroma a pan tostado. Shinichi volvió a mirar a la puerta de salida, pero sus tripas rugieron nuevamente. Dio la vuelta y se dirigió a lo que esperaba con todas sus fuerzas que fuera una cocina. Atravesó la puerta y sus ojos se iluminaron, era una gran cocina que conectaba con un comedor dispuesto para albergar a unas 50 personas, como si se tratase de la cantina de algún colegio o de alguna gran empresa.

     Al extremo contrario de ese comedor, cerca del joven, se podía ver una cristalera que conectaba con el jardín interior que también se veía desde el salón. Allí, dentro de ese patio, se encontraba un hombre apoyado sobre un muro, él también tenía un aspecto juvenil, como mucho, tendría veinticinco años.

     El hombre tenía la piel pálida y el pelo, rapado por los lados, dejaba en el centro una especie de cresta desaliñada de color negro, aplastada por unos grandes cascos que usaba para escuchar algo, seguramente proveniente del teléfono que agarraba con una mano. Con los dedos de la otra mano sostenía un cigarrillo que se llevaba a la boca con parsimonia. Sus ojos, profundos, alargados y de un tono verdoso, miraban concentrados hacia el teléfono. Vestía una camiseta roja de manga corta, con algunos rotos y un diseño rockero en el centro. Sus pantalones eran anchos, negros y llenos de bolsillos que adornaba con algunas cadenas y en los pies llevaba unas deportivas, estilo converse, negras y desgastadas. Sus brazos descubiertos estaban llenos de tatuajes y se podía apreciar cómo llevaba varios pendientes en las orejas y un piercing en el labio inferior. El bello facial era escaso y se notaba descuidado, aunque se podía apreciar cómo se estaba dejando una sutil perilla.

SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora