Esta es la historia no contada de Sherry, un personaje, bajo mi punto de vista, muy infravalorado en el manga/anime Detective Conan.
Contiene spoilers hasta el capítulo 989 y el file 1017, así que si no vas al día lo mejor es que no sigas leyendo...
El vídeo sufrió un pequeño corte que devolvió al detective a la realidad. Aparecieron unas letras blancas sobre un fondo negro, que advertían al espectador que iba a ver imágenes en cámara rápida por lo explícito de la violencia emitida, y que se podía modificar el ritmo de la imagen si se ralentizaba la reproducción. Key se ha tomado bastante tiempo en editar y advertir sobre esto, pensó el detective, que tragó saliva para enfrentarse a lo que estaba a punto de ver a continuación.
Las imágenes se sucedían con rapidez como en diapositivas. Se podía ver a la joven Shiho atada en el centro de una sala, con poca luz, recibiendo golpes, inyecciones, disparos...
El detective agradeció al informático el detalle de no haber dejado las escenas al completo. Se alegró, por un instante, de haber evitado que el profesor viera aquellas imágenes y sintió como a cada cara de sufrimiento de la chica, su odio y su deseo por acabar con la organización crecían considerablemente. No podía creer lo que estaba viendo, era una niña, una menor de edad que estaba siendo torturada por dos adultos encapuchados vestidos todo de negro. No podía entender qué clase de mentes enfermas podían permitir algo así. A lo largo de su vida había presenciado crímenes muy variados, asesinatos, secuestros, ataques terroristas... Su vida y la de sus seres queridos habían estado en la cuerda floja muchas veces, sin embargo, aquello escapaba a toda lógica, parecía sacado de uno de los libros de ficción de su padre más que de la realidad.
Un nuevo fundido en negro recuperó el ritmo original de la proyección, para mostrar a la joven en una especie de enfermería, inconsciente, y a Gin a su lado sujetando su mano con fuerza, sin apartar la vista de ella y deseando que abriese los ojos cuanto antes.
- Shi... despierta ya joder... -decía el hombre entre dientes completamente desesperado.
- Tendrá que ser paciente, ha perdido mucha sangre y no sabemos cuánto tiempo estuvo sin respirar... -dijo un médico que pasaba por allí ojeando las historias de los ingresados.
- Yo nunca he tenido paciencia... -Se quejó el asesino-. ¡¡Shiho despierta ya!! -gritó en dirección a la joven.
- Gin... tengo que pedirle que se calme o tendrá que abandonar la sala. Sé que es un momento delicado, pero... -El médico no pudo acabar la frase, pues notó como el frío del cañón de una pistola se clavaba en su abdomen, al mismo tiempo que la fría mirada de Gin terminaba por congelarle en el sitio.
- Intente echarme de aquí doctor... inténtelo... -Le amenazó el hombre con una voz aterradora.
En ese momento el cuerpo de la chica empezó a convulsionar y unos angustiosos pitidos sonaron, alarmando al personal. El médico se acercó a la joven para comprobar sus funciones vitales.
- ¡Carro de parada! -gritó el hombre que preparaba a la chica para las descargas, mientras el resto de sus compañeros aparecieron casi de la nada apartando al asesino, que miraba horrorizado como su pequeña luchaba por sobrevivir.
- Uno... dos... tres... -decía una enfermera cada vez que la electricidad atravesaba a la joven.
- Ritmo cardiaco reestableciéndose -apuntaba un enfermero encargado de visualizar los monitores.
Otra enfermera le inyectaba a la joven las medicinas indicadas por el doctor. Gin apartó la mirada. Si hubiera podido se habría cambiado por la chica sin dudarlo. Necesitaba oírla de nuevo, ver su sonrisa y sus ojos sarcásticos. Daría lo que fuera por oírla quejarse una vez más.
- Maldita seas... ni se te ocurra morirte... -masculló entre dientes mientras apretaba los puños.
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