CAPÍTULO 34. El favor

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     El teléfono sonó en casa de los Kudo y Yukiko atendió la llamada.

- ¿Hola? ¡Profesor! Sí... ha sido toda una sorpresa... me alegro de que hayan vuelto sanos y salvos... Sí, claro, por supuesto, que no se preocupe enseguida voy para allá.

- ¿Qué ocurre? -preguntó ansioso el joven.

- Oh... nada, Shiho quiere que le lleve algo de ropa... eso es todo.

- Voy yo, prepara algo de ropa y...

- No, cielo, me lo ha pedido a mí expresamente, ¿por qué tienes tantas ganas de verla? -preguntó Yukiko con curiosidad.

     La actriz era bastante avispada y conocía muy bien a su hijo. Jamás había visto a su pequeño tan ensimismado con alguien y eso le preocupaba bastante.

- Por...nada en especial... -contestó el detective intentando disipar toda duda.

     Su madre le miró con desconfianza y se fue a preparar una pequeña maleta llena de ropa y accesorios. Cuando bajó, dispuesta a irse, se encontró a su hijo esperándola en la puerta.

- ¿A dónde vas?

- Te acompaño.

- ¿No crees que es un poco peligroso salir a la calle si te están persiguiendo? -preguntó Yusaku.

- Necesito ver al profesor... hace mucho que no nos vemos... -mintió en parte el detective, deseoso de regresar con la joven con la que había convivido durante un mes.

- Está bien... vámonos... -dijo Yukiko a regañadientes.

     Al llegar a la casa contigua llamaron y el profesor les abrió con una enorme sonrisa.

- ¡Shinichi, qué alegría! -exclamó Agasa-. Pasad, pasad, ¿cómo estás?

- Bien profesor... un poco cansado, pero bien.

- Si tan cansado estabas podrías haberte quedado en casa -acusó Yukiko.

- Je, je... Yukiko ya sabes cómo son los jóvenes... y ahora mismo tienes a una esperándote en el piso de arriba.

     La actriz se reencontró con Shiho y le entregó la maleta llena de ropa.

- Muchas gracias Yukiko... me salvas la vida una vez más -dijo la chica agradecida.

- Sabes que no tienes que dármelas, es un placer ayudarte -dijo la mujer con una sonrisa.

     La chica sacó un vestido de color blanco, corto y con vuelo en la falda y se quedó mirándolo con admiración. En el edificio donde había pasado el último mes sólo podía vestir la ropa genérica que había preparada para ella; pantalones y camiseta de color gris y blanco. Más aburrido imposible. La mujer bajó para dejar que la chica se cambiara. Cuando hubo terminado de vestirse, Shiho bajó también. Tanto el profesor como el detective se quedaron maravillados ante tal despliegue de sensualidad. El vestido le quedaba como anillo al dedo y la hacía destacar bastante.

- Me va a costar acostumbrarme a tener una jovencita en casa... -dijo entre risas nerviosas el profesor.

- ¿Podemos hablar un momento? -Le dijo Shinichi con una amplia sonrisa.

- Claro... ¿qué pasa? -preguntó la chica inocente.

- Vamos al laboratorio -Le dijo el joven para apartarla del resto del grupo.

     Los dos bajaron al improvisado laboratorio que tenía la chica en casa del profesor, donde todo había empezado un mes atrás. Shinichi se abalanzó sobre ella cuando llegaron a su destino. La acorraló en la pared y la agarró por la cintura y la barbilla para besarla.

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