CAPÍTULO 27. Permiso para dormir

17 1 0
                                    

     Aquel día, las chicas trabajaron hasta tarde y al día siguiente también, los chicos apenas las vieron en esos dos días. Cuando transcurrió un tercero sin que ellas dieran señales de vida, Ceo no lo aguantó más, y al caer la noche y escuchar cómo S había cerrado la puerta de su cuarto, salió del suyo y se metió en la habitación de su vecina. Ni si quiera había llamado a la puerta, estaba molesto por el reciente abandono de las chicas. Se notaba demasiado su ausencia. Al entrar se encontró con Shiho agotada y sorprendida a partes iguales. Se estaba poniendo el pijama en aquel momento y la descubrió en ropa interior.

- ¿Se te ha olvidado cómo se llama a la puerta? -preguntó molesta la chica.

- ¿Y a ti se te ha olvidado que sigo aquí? Justo al lado, puerta con puerta. No nos hemos visto apenas en tres días y vivimos bajo el mismo techo -dijo el joven con amargura en su voz.

- Ceo... estoy cansada... llevo muchas horas de trabajo ¿podemos tener esta conversación en otro momento? -pidió la chica con ojeras en su rostro.

- No, no podemos -sentenció el chico acercándose a ella con decisión-. Me da igual si no hablamos, me da igual si estás cansada y sólo quieres estar en la cama tumbada sin hacer nada, pero déjame verte, déjame estar aquí contigo -Su última súplica acabó en un abrazo-. Por favor... no me vuelvas a apartar, no me evites, no hagas como que no existo... -Le susurró el detective al oído.

- Perdóname... tienes razón... he estado inmersa en la investigación y no te he hecho ni caso... -dijo la chica con dulzura y comprensión.

     Ella había tenido la cabeza en cualquier cosa menos en el joven durante aquellos días, en parte porque quería avanzar en la investigación y en parte para no tener que pensar demasiado en sus sentimientos por él. Todo ello sin tener en cuenta que el chico había estado esos tres días pensando por los dos y con la confusión que eso conllevaría. He sido una egoísta... el pobre tiene que estar en un océano de dudas... se dijo S sintiéndose culpable. La chica se separó para sentarse, dejándose caer al borde de la cama. Estaba agotada. Aun así, agarró al chico por los pantalones y lo atrajo para sentarlo a su lado. Cuando se sentó le sujetó la mano con fuerza y se dejó caer sobre su hombro.

- Quédate a dormir -Le dijo la chica.

- ¿Qué?, ¿lo dices en serio? -preguntó Ceo emocionado.

- No te gastaría una broma como esa, tonto... -dijo ella sonriente.

- ¿Tonto? Oye... a ver si te piensas que leerte la mente es algo sencillo... -Se quejó el chico ofendido.

- Quédate todas las noches hasta que nos vayamos -dijo ella con determinación.

     Al chico se le detuvo el corazón unos instantes, se olvidó de respirar y la miró petrificado. No esperaba esa reacción por parte de ella. Con el enfado que traía no se esperaba conseguir aquel permiso especial para poder disfrutar de su presencia con tanta libertad.

- Todas las noches... -repitió Ceo agarrando a la joven por los brazos y mirándola a los ojos con un brillo especial en los suyos.

- Sí, si quieres claro... -dijo ella para aclararle que no era una orden.

- ¡Claro que quiero! -exclamó agradecido y con la más sincera de sus sonrisas.

- Bueno pues deja que me ponga el pijama y me meta en la cama, dudo que tarde más de cinco minutos en dormir, pero si lo único que quieres es estar conmigo eso debería bastarte...

- Me basta y me sobra -dijo el joven con la felicidad en su rostro.

     La chica se terminó de cambiar ante la mirada de Ceo, que no perdía la oportunidad de poder disfrutar de las vistas ni un segundo. Ambos se metieron en la cama y se quedaron de lado, mirándose el uno al otro, sin saber muy bien qué decir o qué hacer. Los nervios empezaron a aflorar en la pareja. ¿Hasta qué punto eran dos amigos durmiendo juntos sin más?, ¿hasta qué punto eran dos personas que se atraían y cuyos cuerpos reaccionaban químicamente ante el otro?, ¿hasta qué punto querían hablar del tema?, ¿hasta qué punto iban a dormirse sin más? Ceo no había ido hasta ese cuarto con la intención de pasar la noche con ella, pero ya que se le había presentado la oportunidad quería aprovecharla. El joven abrazó a la chica y la besó en la frente y en la cabeza. Se acurrucó para tenerla lo más cerca posible, tanto que el aroma de su pelo se podía inhalar fácilmente con solo respirar en aquella postura. Ella disfrutaba de aquel cariño. Se estiró un poco y le dio un beso en los labios al chico, que se lo devolvió encantado. No era un beso como los que se habían dado hasta el momento. No se estaban excitando con ese roce de labios, sólo se saboreaban y se demostraban, el uno al otro, lo mucho que significaba para ellos pasar la noche juntos.

SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora