CAPÍTULO 10. Secuestradores amables

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     Shinichi estaba realmente molesto con su amiga, no entendía nada y estaba claro que preguntarle no era una opción, además estaba intentando alejarle de ella justo cuando más cerca habían estado, no iba a dejar que eso ocurriera. Quería respuestas y si Haibara no se las iba a dar se las preguntaría a uno de los dos amables secuestradores.

     Siguió explorando la planta baja hasta que llegó a la puerta de entrada del edificio. Intentó abrirla sabiendo que estaría cerrada. Estaba muy protegida por diferentes barreras de seguridad, además, se empezó a dar cuenta de que, cada pocos metros, había una cámara de vigilancia.

     Se dio por vencido enseguida y se dispuso a subir al resto de plantas. Cuando pasó de la primera planta, donde se encontraban las habitaciones, descubrió un pasillo lleno de puertas, esta vez de cristal que daban al interior de lo que parecían despachos y salas de reuniones. Las puertas de toda esa planta estaban abiertas y nada interesante había dentro. Subió al último piso y se topó con una terraza que ocupaba todo el tejado del edificio, en la parte central había una gran H pintada en el suelo, aquella zona era un helipuerto. La terraza también estaba plagada de cámaras. Cuando se asomó al vacío vio que aquel edificio estaba muy protegido, sólo tenía dos vías de entrada y salida, la propia terraza y una carretera, que se ocultaba tras un túnel situado en la montaña. Intentó averiguar la localización del terreno por las vistas, pero sólo se veían montes y naturaleza alrededor.

     Cuando ya se conocía las plantas superiores empezó a bajar otra vez. En la primera planta todas las habitaciones estaban cerradas, menos la 7 y la 8, que les fueron asignadas, así que tampoco había mucho que investigar allí. Bajó al sótano, donde se encontraba aquel almacén polvoriento del que habían escapado horas antes. Aquella planta subterránea tenía algunas celdas para guardar animales y una habitación, contigua al almacén, de la que salió el joven que conoció en la cocina.

     El muchacho cerró la puerta con un dispositivo electrónico que llevaba en la muñeca, a modo de brazalete, y se encontró de frente con el detective.

- ¿Has disfrutado del paseo por el edificio y de las vistas de la azotea? -Le preguntó el chico con amabilidad.

- ¿Cómo sabes que he estado explorando? -preguntó el detective.

- Porque yo me encargo de la seguridad, mira -Le dijo abriendo otra vez la puerta que acababa de cerrar con el mismo mecanismo.

     El joven detective entró a la sala y se quedó boquiabierto.

     La habitación tenía todas las paredes forradas de monitores y una mesa estaba al fondo con varios ordenadores y material tecnológico. Cada monitor mostraba las partes del edificio que tenían cámaras.

- Te he cotilleado mientras tú cotilleabas -dijo el chico con voz burlona.

- Todo esto es impresionante -dijo el detective admirando la seguridad de la zona- Pero... ¿de quién proteges todo esto exactamente?

- De la poli, el FBI, la CIA y de mis jefes -contestó mientras contaba con los dedos.

- ¿Y qué hay aquí dentro que es tan valioso proteger? -siguió el detective con su interrogatorio.

- Dos de los cerebros más prodigiosos de este mundo -aclaró el chico mientras accionaba con su teléfono móvil los monitores que Shinichi tenía delante para mostrar, en ellos, a las dos chicas que había en el edificio.

      Una pantalla mostraba a la mujer desconocida en el laboratorio, rodeada de pizarras, ordenadores y libros. La otra mostraba a Shiho, en el cuarto que le habían asignado, estaba recostada en la cama ojeando un cuaderno.

SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora