CAPÍTULO 9. Avanzar es doloroso

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     El siguiente vídeo mostraba a la chica con poca variación en relación al vídeo anterior. Shinichi hizo sus cálculos y, según las pistas que había recopilado, la joven debía tener unos catorce años, casi quince. Su cuerpo se estaba definiendo en cada vídeo un poco más. Ya le recordaba bastante a la chica que era hoy día. Su rostro era prácticamente el mismo, lo único que variaba era un cuerpo mucho más delgado y menos curvado, unido a la actitud inocente y a la personalidad infantil que aún conservaba.

     Shiho caminaba por los pasillos de la residencia a altas horas de la noche. No podía dormir, se encontraba nerviosa por todos los cambios que estaba experimentando en tan poco tiempo y para colmo iba a toparse con una escena de lo más desagradable para ella. Casi como si sus pies la hubieran llevado hasta la habitación de Gin, de manera automática, se encontró frente a frente con su maestro, despidiéndose de una mujer apasionadamente, en el marco de su puerta. Ambas figuras se besaban con violencia y a medio vestir. La mujer se separó de él para recomponerse, y se peinó un poco el pelo con los dedos para abandonar la zona, alejándose por el pasillo y chocándose con Shiho antes de desaparecer por completo. La chica se quedó mirando al hombre con desaprobación en la mirada.

- ¿Qué quieres? -Le preguntó Gin con curiosidad sin entender a qué se debía la expresión de su rostro.

- Nada... no podía dormir -dijo ella sabiendo que no tenía derecho a enfadarse.

- ¿A ti también te afecta el jet lag? -preguntó sin acierto el hombre.

- No, son mis propios pensamientos los que no me dejan dormir.

- Piensas demasiado Shi.

- Lo sé... Es lo malo de ser tan lista.

- ¿Damos un paseo? -preguntó Gin con amabilidad.

- Prefiero estar sola, además no quisiera molestarte... a lo mejor has quedado con otra mujer... -contestó con un tono de despecho.

- Como quieras -dijo Gin dándose la vuelta para regresar a su cuarto.

- Eres idiota -masculló entre dientes la joven, sin pretender que lo escuchara Gin, pero sin disimularlo del todo.

- ¿Por? -preguntó el hombre que lo había oído perfectamente.

- Porque obviamente no quiero estar sola... -Le contestó tragándose el orgullo.

- Pues dilo -dijo el hombre contrariado.

- Es que hay cosas que es mejor callarse.

- Eres imposible... ¿se puede saber qué mierda te pasa? -Quiso saber Gin molesto.

- Nada.

     Gin suspiró y toda su paciencia se fue acompañando a la exhalación. Se dirigió hacia la chica y en dos zancadas se situó en frente de ella. La agarró por la cintura y, en un rápido movimiento, la colocó encima de su hombro para cargarla hacia el interior de su habitación. La chica empezó a patalear, segundos después, una vez se recuperó del inesperado secuestro.

- ¿Pero qué haces? ¡Suéltame!

      Las siguientes imágenes se grabaron desde el interior del cuarto de Gin. El hombre entró y cerró la puerta tras de sí. Lanzó a Shiho sobre la cama, y se dispuso a rellenar un vaso con un fuerte licor que había sobre la mesilla de noche. El hombre se recostó en la cama mientras bebía de su vaso y observaba a la joven estupefacta por lo que su maestro acababa de hacer.

- ¡¿Pero qué te has creído?! ¿Por qué has hecho eso? -preguntó enfadada la joven.

- Porque estoy harto de sus tonterías -contestó el hombre con franqueza.

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