CAPÍTULO 31. La base

8 2 0
                                    

      Cuando llegaron a la base secreta de la organización, un gran despliegue de miembros del FBI y la policía secreta esperaban fuera, acordonando la zona y vigilando cualquier punto ciego para impedir la huida de quien se encontrase adentro. Aquel grupo le transmitía a Shinichi una gran tranquilidad. Además, allí se encontró con Akai y Hattori que terminaron por aliviar la preocupación del joven.

- Yo me quedaré aquí fuera controlando a mi equipo -dijo Amuro al resto del grupo- Así no le quitaré ojo a Vermut -apuntó el joven a la mujer esposada-. Mucha suerte Kudo, y... Akai... si sales vivo de esta te estaré esperando, aún tenemos algo pendiente -amenazó el joven agente de la secreta.

- Procuraré salir con vida para que puedas cobrar tu venganza -respondió Akai con aplomo.

     Así, los cuatro chicos, se adentraron en la base por uno de los conductos subterráneos que les había descubierto Vermut. Siguieron andando en penumbra varios metros, siguiendo el mapa que había en sus teléfonos. Una luz empezaba a divisarse a lo lejos y los cuatro corrieron, siguiéndola, para acabar en la entrada a una especie de sótano que conectaba con un largo pasillo. El lugar estaba bastante sucio y había muchas manchas de sangre seca en el suelo. Tal y como les había comentado Vermut, aquel lugar era un sitio prácticamente abandonado, hacía varios años que las pruebas de lealtad se hacían en EE. UU. y la base de Japón había quedado relegada a algunos secuestros exprés y a torturas dirigidas hacia miembros a los que habían descubierto, siendo agentes dobles. El túnel por el que acababan de llegar era el pasadizo por donde hacían desaparecer los cadáveres, pero aquel edificio no debería estar ocupado por ningún miembro de la organización en esos momentos. La actriz les había ayudado mucho con esa información, porque ahora que sabían que había vía libre, podían ir directamente a buscar a Shiho sin preocuparse por ser descubiertos por otros miembros de la organización.

     Abrieron la puerta del sótano para encontrarse con un largo pasillo con puertas a cada lado. Los jóvenes fueron abriendo una a una, encontrando salas de torturas vacías. Al girar una esquina del pasillo, descubrieron la figura de un hombre tirado en el suelo en muy mal estado. La ropa la tenía hecha girones y toda manchada de sangre, un pequeño charco rojizo acompañaba su cabeza junto al suelo.

- ¡Key! -gritó el detective horrorizado mientras se alejaba corriendo de su grupo para auxiliar al informático-. ¡Key despierta! -Casi exigió, una vez estuvo a su lado, mientras manipulaba el cuerpo del joven con cuidado.

     El informático entreabrió los ojos con dificultad haciendo que los frenéticos latidos del corazón del detective se amainaran un poco.

- Ceo... -pudo decir en un suspiro.

- Sí, soy yo... ¿qué te ha pasado? -preguntó Shinichi con un nudo en la garganta.

     Key se incorporó un poco con ayuda de su amigo mientras el resto del grupo acudía junto a ellos. Pudo apoyar su espalda en la pared haciendo un gran esfuerzo.

- Habíamos encontrado el sitio perfecto para establecernos... -dijo el joven entre toses-. No me dio tiempo a instalar el sistema de seguridad y el muy cabrón nos encontró sin darnos un segundo de tregua... Llegó solo, con una metralleta..., una jodida metralleta Ceo..., pegando tiros como un loco -Key cogió aire un momento agarrándose el costado con una mueca de dolor-. Los tres echamos a correr en diferentes direcciones para que no pudiera atraparnos a todos. Esperé un día y al no recibir señales de las chicas me puse muy nervioso, entonces te envié el pen drive... Quería que, si ella salía con vida, nada más la volviese a molestar, pero su nombre está por todos lados en los archivos que incriminan a la organización, por eso incluí los vídeos para que un juez la viera como una víctima más y no la encerrasen. Luego hackeé el móvil de Gin y acabé aquí... Ceo... no pude protegerlas... me aplastó con una sola mano... les he fallado... -Se lamentó el joven llevándose las manos a la cara.

SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora