10. Sobre la fiesta de Halloween en el Gran Comedor.

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El famoso día que todos llevaban esperando llegó.

El día de Halloween. 31 de octubre.

El colegio en cuestión también se había preparado para la ocasión. En el techo, donde siempre se mostraba el cielo iluminado, ahora habían calabazas flotando a su alrededor. Los fantasmas estuvieron más contentos de costumbre durante todo el día, y todos los alumnos de último curso estaban impacientes para que llegase ya la tarde para poder disfrazarse e ir a la fiesta que iba a tener lugar en el gran comedor.

—¿Ángel?¿Enserio?—dije, mirando a Natasha a través del espejo.

—¡Estás guapísima! El traje entero te queda bien, ¡Marca tu preciosa figura perfectamente!—dijo ella con una amplia sonrisa.

Dirigí entonces mi mirada de mi compañera de cuarto a mí. A través del espejo, podía verme perfectamente de pies a cabeza. Llevaba un vestido de color blanco puro, que se ajustaba perfectamente a mi cintura. La falda del vestido me llegaba por encima de las rodillas, una medida mucho más corta a la que estaba acostumbrada a llevar. Dejaba también al aire toda mi espalda, confiriéndole una figura más bonita. Mis mechones de pelo marrones caían por mis hombros hasta mis pechos, un poco descubiertos por el escote en forma de triangulo del vestido.

—C-Creo que es un poco corto—dije, intentando estirar sin éxito el vestido hacia abajo.

Nat me pegó un manotazo por eso. Después se acercó a mi con unas pequeñas alas de plumas blancas. Me las pasé por el hombro como una mochila y me volví a mirar en el espejo mientras Natasha me posaba una diadema que tenía un círculo blanco en ella.

—Estas magnifica—dijo, mirándome a través del espejo—. Desde que te vi entrar en el Gran Comedor con aquel vestido blanco, supe que estabas destinada a este disfraz. Y mira que lo he probado en mucha gente, pero sin duda parece que está hecho para ti solamente.

—Exagerada.

—¡Es la verdad! Mira cómo te realza tus bonitas y fuertes piernas, tu cintura, tus pechos... ¿has visto el tremendo culo que te hace?

—Estas consiguiendo que me ponga celosa, Nat—dijo Annika detrás de nosotras.

Ella sí que estaba preciosa. Su disfraz era el de una sirena, que combinaba perfectamente con su pelo platino y su tez pálida. Las había maquillado el rostro con tonos azulados y se había peinado su pelo con gomina, haciendo el efecto que parecía recién sacada del agua. Llevaba un vestido de satén azul celeste, mucho más revelador incluso que el mío. Alrededor de sus brazos y piernas había conseguido maquillarse para que pareciese que tenía escamas y aletas. Era como una obra de arte.

—Sabes que no te cambiaria por nadie en el mundo, cariño—le gritó Nat, lanzándole un beso a su novia. Luego volvió a dirigirse a mi—. Ya verás, Lia. Solo falta que te maquillemos y te peinemos... y parecerás un verdadero ángel caído del cielo.

Sonreí poniendo los ojos en blanco.

—¡PENNY!—gritó Natasha, pegándonos un susto de muerte a todas—¡Estás guapísima!

Giré mi cabeza para ver a mi amiga. Ella iba disfrazada de momia, pero cuando me lo dijo hace unos minutos sin duda no me imaginé ese tipo de disfraz. Su pelo, que normalmente estaba recogido en un trenza, estaba suelto y liso. Su disfraz consistía en un traje apretado, casi tanto que parecía una segunda piel. Marcaba perfectamente todas sus curvas, y estaba muy escotado. El traje, que era de manga corta, hacía una simulación como si fueran vendas, imitando a las de una momia. Se había maquillado los ojos con sombras muy oscuras y alargándoselo casi hasta la ceja, destacando más su color azul.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora