71. Los corazones rotos cortan después.

807 68 33
                                    

Durante mi vida, había pedido todo tipo de deseos. Soplando dientes de león, al ver una estrella fugaz, cuando marcaba el mismo número en los minutos y las horas, soplando mis pestañas, en mis cumpleaños... Nunca había perdido una oportunidad.

Cuando me desperté, quise eliminar todos los deseos que había pedido a lo largo de mi vida y juntar todas esas oportunidades en una: que todo lo que hubiese pasado fuese una pesadilla.

Pero no funcionó.

No me desperté con el aroma de Cedric, ni con sus brazos rodeándome o sus labios besándome en cualquier parte del cuerpo. No vi nada más abrir los ojos su sonrisa ni su rostro, y su voz ronca no fue lo primero que escuché.

En cambio, estaba en una habitación que no había visto en mi vida, bastante amplia y sin ventanas, pero llena de estanterías, algunos sofás y una enorme chimenea. Me encontraba en una enorme cama en la que podrían perfectamente caber seis personas.

No me molesté ni en levantar mi cabeza para escanear más lo que me rodeaba. No sabía donde estaba, pero no era al lado de Cedric. Eso era suficiente como para que quisiera volver a dormirme y no despertar.

Pero, antes de poder intentarlo, una voz irrumpió en mi silencio:

—¿Dahlia? ¡Oh, Dahlia!—Natasha apareció en mi campo visual. Sus ojos castaños estaban llenos de lágrimas y llevaba puesto el uniforme del colegio. Se acercó rápidamente a mi y me dio un abrazo que fue mucho más fuerte de lo que pensaba, o simplemente me dolía todo el cuerpo.

—Au... Nat...

—¡Perdón!¡Perdón!—ella se apartó rápidamente, sorbiendo por la nariz—. Es que no sabía cuándo despertarías, nos tenías a todas tan preocupadas y... ¿Dónde te duele?¿Quieres que llame a la enfermera?

—¿Dónde... Dónde estoy?—pregunté, tragando saliva.

—En la sala de los menesteres. Fred te trajo aquí cuando te encontró casi inconsciente en el patio, y como le dijiste que no querías estar cerca ni de George ni de Cedric, su única opción fue traerte aquí. Luego nos llamó a nosotras para que nos quedásemos contigo.

Entonces todos mis recuerdos aparecieron de golpe en mi cabeza, tan rápido que un terrible dolor me recorrió las sienes.

Cedric.

La ruptura.

Él en su cuarto, con otra chica.

Luego George.

Y luego...

Luego yo. El patio. Mis poderes.

Había... Había explotado. Y si mi recuerdo no era suficiente, por todo mi cuerpo todavía había una corriente de dolor y mi cabeza seguía latiendo con fuerza.

Sabía que algo había ocurrido esa noche. Yo me había quedado inconsciente antes de verlo, pero mis poderes tenían que haber hecho algo. Destruido algo. Y aún así, Natasha no parecía estar preocupada por eso, si no en mi bienestar. ¿Era eso buena o mala señal?

Mi corazón empezó a latir cada vez más deprisa, al igual que el ritmo de mi respiración.

Había soltado mis poderes. Después de todo el entrenamiento con Dumbledore, después de creer que los estaba empezando a tener bajo control... Nada. No había servido de nada. Había explotado. En el colegio. Dios mío, ¿le habré hecho daño a alguien?¿Me habrá visto alguien?¿Qué habré hecho?¿Qué pasará ahora conmigo?

Todo me empezó a dar vueltas.

Y, si lo de mis poderes no fuese suficiente, otra parte de mi mente no podía dejar de pensar en Cedric. En ese dolor constante que notaba en mi pecho. En que él se había acostado con otra. Que todo lo que yo había sentido siempre que me había acostado con él... ahora lo había sentido otra. ¿O tal vez habría sentido mas?¿Qué habría sentido Cedric conmigo? Seguramente yo me sentía en la cima del mundo cuando para él yo era una más...

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora