12. La flor del destello dorado.

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No sé por qué, pero en cuanto salí de la sala común llevando unas botas y unos pantalones que se me ajustaban perfectamente a mis piernas, nadie hizo preguntas. Tal vez estaban todos demasiado ocupados en sus deberes, que tendría que hacer yo por la noche. El caso es que me vestí con la ropa que me había traído Dumbledore y salí de la sala común sin llamar mucho la atención, cosa que sinceramente no me esperaba.

Mientras caminaba hacia el lugar donde había quedado con el director, noté como las manos me empezaban a sudar. No tenía ni la menor idea de la prueba que Dumbledore había preparado para mi, pero solo esperaba que fuese algo sencillo. Ojalá.

El director estaba esperándome ya en el umbral del bosque perdido. Llevaba puesta una túnica azul celeste y plateada, cuya cola se arrastraba por la verde hierba. Me di cuenta de que en sus manos había una flor, tan bonita que no pude apartar mis ojos de ella durante todo el camino. Casi era del mismo tamaño que mis dos puños, y sus pétalos empezaban siendo amarillos, seguían blancos y las puntas acababan rosas. En el centro de la flor los estigmas y filamentos tenían su habitual color amarillo, pero en la punta había un brillo dorado, como si emitiesen luz.

—Buenas tardes, Dahlia—dijo Dumbledore en cuanto me acerqué a él.

—Buenas tardes, director—sin poder contener mi curiosidad por aquella flor, me atreví a decir:—. Es una flor muy bonita.

Dumbledore bajó la vista a la flor que llevaba en sus manos, como si no se hubiese dado cuenta de que estaba ahí antes.

—Se hace llamar la flor del destello dorado. Son muy difíciles de encontrar y además, si quieren, las flores se pueden esconder ante aquellos que no les agradan a primera vista. En tu primera prueba—me explico, haciendo que se me pusiesen los pelos de la nuca de punta—, quiero que encuentres una flor del destello dorado en el bosque prohibido.

—Pero... Pero tú me dijiste que no debía adentrarme ahí...—respondí, claramente confundida.

Dumbledore inclinó la cabeza.

—Tengo que aprender que mantenerte encerrada no es una solución. Además, me he encargado personalmente de que no te encuentres a nadie indeseable durante tu búsqueda.

—Así que quieres que me adentre en el bosque y encuentre una flor como esa—dije, señalando a la preciosa flor del destello dorado. Dumbledore asintió—¿En todo el bosque? P-Pero el bosque se extiende muchísimos kilómetros... Y no lo conozco... ¿Cómo voy a poder encontrar una flor como esa?

Dumbledore me posó su anciana mano en el hombro.

—Confía en tus sentidos, Dahlia. Si fuese fácil no sería una prueba.

Asentí con la cabeza.

—¿Cuánto tiempo tengo?

—Todo el que necesites. Si en algún momento necesitas ayuda, lo único que tienes que hacer es formar chispas rojas con tu varita y lanzarlas hacia el cielo.

Aquello me hizo sentir ligeramente mejor, pues al menos sabía que si las cosas se torcían había alguien guardándome las espaldas. Pero igualmente todo mi cuerpo seguía tenso y sudoroso por los nervios.

—¿Y si no consigo encontrarla?—pregunté, mientras nos acercábamos más al borde del bosque prohibido.

—Lo conseguirás, Dahlia. Solo tienes que saber seguir tu instinto—me dijo Dumbledore, sonriendo ligeramente. A este paso él había dejado de caminar y ahora nos separaban unos metros de distancia—. Buena suerte.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora