33. El despertar y sus consecuencias.

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Despertar fue como si estuvieses flotando en el agua, y de pronto unas manos te agarrasen y te sacasen de sopetón de allí.

Primero, respirar.

Después, en orden, los cinco sentidos. El oido, por mis oídos llegó el ruido de un carrito al moverse, de viento y de unos cuantos murmullos. El tacto, pude notar como casi todo mi cuerpo estaba aprisionado en vendas que casi me dejaban sin circulación, y a la vez cubierto por una fina manta. El olfato, a pergaminos nuevos y a desinfectantes. El sabor a medicamentos. Y finalmente la vista.

Abrí los ojos con cuidado, aunque no sirvió de mucho pues la luz hizo que los volviese a cerrar. Volví a intentarlo y esta vez parpadeé un par de veces para que mis pupilas se acostumbrasen a tal cantidad de luz.

Estaba en la enfermería. Frente a mi, se encontraba la profesora Sprout, la directora de la casa de Hufflepuff y a la que le había cogió mucho cariño por la forma en la que trataba a todos sus alumnos.

—¡Por las barbas de...!¡Cielos, hija mía, por fin has despertado!—gritó con entusiasmo. Sonreí como pude, pero incluso el gesto de mover el rostro hizo que el cuerpo me aullase de dolor—. Iré enseguida a hablar con el director Dumbledore para que venga aquí de inmediato. ¿Quiere que también avise a su pareja?

La miré con el ceño fruncido.

—¿Mi pareja?—pregunté con un hilo de voz.

—El señor Diggory, por supuesto.

—¿El señor... Diggory?

Al ver mi cara de confusión, se tapó la boca con las manos de la vergüenza

—Perdóname, Dahlia, es solo que como él la trajo aquí y ha sido el que más tiempo ha pasado aquí, esperando a que despertases, que había pensado que... Perdona mis modales, no debía de haberme inmiscuido.

Solo esa frase había sido ya un chute de información que mi cerebro estaba intentando procesar. Cedric... ¿Cedric me había traído aquí? Pero... ¿cómo?

—¿Qué...?

—Iré a avisar al director—la profesora Sprout se levantó rápidamente de su asiento y casi corrió hacia el exterior de la enfermería.

Me quedé sola y aproveché esos minutos para mirar a mi alrededor. Aún no era muy consciente de lo que estaba pasando o de lo que había pasado, pero lo único que me apetecía ahora era mirar y no pensar.

Mi vista se desvió hacia la mesita que tenía al lado de mi cama. Me sorprendió que una mesa tan pequeña pudiese albergar tantas cosas, pues la mesa estaba llena de libros marcados, preciosas flores en jarrones de cristal, dulces de todo tipo, peluches, tarjetas con mi nombre...

Espera, ¿mi nombre?

—Son de tus amigos—la voz del profesor Dumbledore llenó el silencio de la enfermería, haciendo que pegase un brinco del susto que me causó un terrible dolor en mis extremidades.

—Dumbledore—murmuré, mirándole fijamente. Llevaba una túnica de color blanco con bordes tallados de color dorado. Esta vez no llevaba ningún gorro y debajo de sus anteojos se podían ver las oscuras ojeras que adornaban sus ojos azules.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora