79. Lo que ocurrió después.

1.2K 69 50
                                    

Siempre he tenido miedo a la muerte.

Pensar que, tal como mi cuerpo y alma surgieron de la nada, también puede desaparecer. Supongo que lo que me da miedo es eso: desaparecer. Y supongo que por eso siempre he creído ciegamente en que hay una vida después de la muerte, porque me parece demasiado inconexo que no haya nada más. Que tu vida tenga un reloj y que en algún momento se pare y fin. No. Algo más tenía que haber. Algo más tenía que esperarnos.

De pequeña pensaba que reencarnaría en un animal. Soñaba con ser una lechuza para poder volar por los cielos, o una orca para poder sumergirme hasta el fondo del mar.

Luego también empecé a creer en fantasmas. No esos de los que asustan a los niños, si no en la opción de que tal vez nuestro cuerpo si que desaparezca, pero no nuestra alma. Que tal vez una vez que muera me quede deambulando por el mundo y observando lo que hace el resto.

Una vez lo hablé con las chicas en una de nuestras charlas nocturnas. Me acuerdo que Mila me dijo que a lo mejor sería como estar dormido para siempre: perdido en tus sueños. Penny rebatió que tu cerebro dejaba de funcionar por lo que no podía ser posible.

Pero dónde estaba yo ahora se sentía como un sueño.

Porque estaba con él.

A veces bailábamos. Otras nos abrazábamos. Y otras nos besábamos. A veces solo escuchaba su risa. O mi nombre pronunciado en sus labios. A veces veía sus manos. Otras sus ojos. Otras sus labios.

Esa parte si que parecía un sueño.

Pero la otra...

La otra era incluso peor que una pesadilla.

Porque a veces dolía. Todo mi cuerpo, mi cabeza y alma me dolían. Sentía que todo el cuerpo me quemaba, que mis huesos se partían y se volvían a recomponer, que algo me aplastaba y luego me volvía a amoldar, como si fuese un trozo de plastilina.

Así que cuando abrí los ojos, pensé que otra vida nueva me esperaba. Que todo este sufrimiento y sueños habían sido un tiempo entre medias hasta cruzar la barrera.

Seguía teniendo el cuerpo dolorido y frágil, lo notaba. Y me costó mucho procesar lo que me rodeaba, tanto que tuve que pestañear más de tres veces para aclararme los ojos.

Pero... Pero si estaba en la enfermería de Hogwarts.

Intenté incorporarme, pero sentía que mi cuerpo estaba paralizado. Y aún así me dolía cada milímetro de él.

¿Era la otra vida un lugar parecido a la enfermería de Hogwarts?

No, parecido no. Exactamente igual. Clavadito.

Me dolía hasta parpadear, pero hice un esfuerzo para inclinar mi cabeza hacia abajo y ver mi cuerpo. Era mi cuerpo real, de carne y hueso. Cubierto de vendas y enfundado en un simple camisón, pero era real.

No había muerto.

Miré a mi alrededor. Mis oídos todavía no escuchaban nada y no sabía si era porque reinaba el silencio o porque todavía no se habían activado del todo. Pero mis ojos captaron una figura a los pies de mi cama. Y luego otra al otro lado. Mila estaba sentada en una silla frente a mi camilla, mordiéndose las uñas y mirando al suelo mientras que Natasha estaba con los brazos apoyados en mi camilla y las manos unidas. Su rostro estaba enterado en ellas, pero sabía que era Nat. Parecía que estaba rezando.

Si mi cuerpo funcionase con normalidad me hubiese echado a llorar.

—Chicas...—murmuré con voz seca. Sentía como mil alfileres se clavaban en cada milímetro de mi cuerpo que se movía.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora