63. ¿Juntos? Juntos.

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—¡DAHLIA!¡DESPIERTA!

¿Sabéis cuando alguien se ahoga, y en las películas otra persona le golpea el pecho y de pronto el ahogado como que parece resurgir de entre los muertos con una enorme bocanada de aire? Esa fui yo.

No me di cuenta de que todavía seguía gritando y agitándome hasta que Cedric apretó sus manos sobre mis muñecas con más fuerza. Se había puesto sobre mi, atrapando mis piernas con las suyas y mi cintura entre sus rodillas.

No sabía si lo que pegaba mi cuerpo a las sábanas eran sudor o lágrimas. Mis mejillas quemaban. Todo mi cuerpo quemaba.

Me separé rápidamente de Cedric y corrí al baño a vomitar.

Devolví todo lo que había comido sin dejar de llorar. Escuché nada más posar mis pies descalzos, pero empapados de sudor en el baño, los pasos de Cedric siguiéndome. Pude sentir una de sus manos cogiéndome el pelo y la otra posándose en mi sudorosa e inestable espalda. Su mano no se movió de ahí a pesar de que mi espalda solo se movía por los sollozos.

—¿Qué ha pasado?¿Qué has soñado?

No podía hablar. Solo sollozos salían de mi garganta después de haber liberado todo el contenido de mi estómago. ¿Habría algún límite para las lágrimas también?

«De la madre, el ingenio, del padre, el poder... Nacida de la primera muerte, escondida hasta la segunda y descubierta en la tercera será... Más poder tendrá del que la heredó, y por eso será perseguida y matada... y así ese poder nacido en el miedo matará y morirá por amor. Con la muerte de la mano siempre estará... Con la madre, que murió por ella, se reunirá... Y con el padre, a quien matará, se llevará... Y así esa estirpe de poder acabará...»

Mi respiración estaba también demasiado agitada como para pensar. Cedric se dio cuenta rápidamente y en vez de insistir, sus dedos acariciaron mi espalda lentamente. Su mano me soltó el pelo con cuidado y se encontró con la otra en mi vientre, abrazándome por detrás. Estaba temblando, me di cuenta al ver lo quieto que estaba su cuerpo sobre el mío.

—Respira conmigo. Así...—hizo una exagerada y lenta bocanada de aire para que le siguiese.

«De la madre, el ingenio, del padre, el poder... Nacida de la primera muerte, escondida hasta la segunda y descubierta en la tercera será... Más poder tendrá del que la heredó, y por eso será perseguida y matada... y así ese poder nacido en el miedo matará y morirá por amor. Con la muerte de la mano siempre estará... Con la madre, que murió por ella, se reunirá... Y con el padre, a quien matará, se llevará... Y así esa estirpe de poder acabará...»

No podía. No podía respirar. No podía ver. Mis oídos pitaban. Mis manos se aferraron con fuerza a la tapa del bater.

—Nota como mi pecho se hincha en tu espalda. Imítalo. Imítame, cariño.

Su pecho se pegó a mi espalda con una inhalación y se separó de ella al exhalar. Cerré los ojos, centrándome solo en esa sensación. Hinché mi pecho y mi espalda tocó el suyo. Lo deshinché y mi espalda se separó de él. Se volvieron a encontrar. Y se volvieron a separar. Y se volvieron a encontrar.

Pero mis lágrimas seguían saliendo y caían por mis mejillas y caían por mi cuello y caían por mi mandíbula.

Levanté la mirada cuando mi respiración estuvo lo suficientemente calmada. Mi rostro palideció al ver que, donde mis manos seguían aferradas, había una mancha oscura que antes no estaba. Separé las manos y el horror apareció en mi rostro cuando vi que la marca de mis dedos se había quedado plasmada en la tapa del bater. Lo había quemado.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora