Me quedé con Conan en la enfermería hasta que Madame Pomfrey tuvo que sacarme de ahí a patadas. No sabía ni que hora era, solo que la luna ya iluminaba mi camino en lugar de la calurosa luz del día. Me permití parar un segundo, apoyar mi espalda contra la pared y acurrucarme sobre mi propio cuerpo.
¿Debería ir a hablar con Dumbledore? Tal vez se enfadara conmigo al ver que no había sabido controlarme después de todas las clases que habíamos estado teniendo. O al saber que había herido a un alumno. Herido. Yo le había herido.
Suspiré y me eché a llorar en silencio. Él me había faltado el respecto y me había insultado, pero yo había explotado. Había explotado y le había roto un brazo. ¿Y si no supiera hacer el conjuro de Obliviate? La hubiera cagado. Ahora él iría a contarle a todo el monstruo que soy.
Mañana iría a ver a Dumbledore. Iría y estaría ahí las horas que hiciese falta. Faltaría a clase si es necesario. No pienso volver a consentir que esto vuelva a pasar. Me miré las palmas de las manos. Aún notaba el poder de la rabia recorriendo mi cuerpo como una corriente eléctrica. ¿Sería alguna vez capaz de controlarme?
Me limpié las lágrimas, porque sabía que llorar no me iba a servir de nada. Lo único que me tranquilizaría ahora era ir a la biblioteca y leer un buen libro junto al fuego. Dios, la biblioteca. Y el proyecto. Puede que Conan no recordase nada, pero yo sí. ¿Cómo podía volver a mirarle a la cara después de esto?¿Sonreírle después de ver cómo me miraba con tanto temor?
Estuve leyendo en la biblioteca horas y horas. Hasta que mi mente viajó a otros lugares y por un momento se olvido por completo de lo que había pasado esta tarde. Cuando la bibliotecaria me volvió a echar a a patadas, me sentía mucho mejor. Siempre había un rincón en mi mente que me lo recordase, pero ahora mismo estaba tan cansada que ni me apetecía abrir la puerta de ese rincón.
Así que me dirigí a la sala común. El silencio completo inundaba la sala cuando entré. Ni siquiera los alumnos que se quedaban tarde a estudiar estaban presentes hoy. Solo me di cuenta de que George y Fred seguían ahí en cuanto escuché sus ronquidos. Me giré para mirarles. George estaba tumbado, con la cabeza apoyada en el reposabrazos del sofá, mientras que Fred se había dormido sentado, con la cabeza mirando hacia el techo. Sonreí para mis adentros. Aún tenían puesta toda la pintura en la cara, y me di cuenta de que había algunas botellas de alcohol por el suelo.
Cogí de uno de los armarios unas mantas finas y unos cojines. Con cuidado, levante la cabeza de George para ponerle el cojín debajo y le arropé con cariño. A Fred lo tumbé para que no tuviese dolor de cuello e hice el mismo procedimiento que con George. Les di un beso a los dos en la frente, y me pregunté como reaccionarían ellos si supieran lo que soy. De lo que soy capaz.
Saldrían corriendo, seguramente. Las lágrimas se volvieron a acumular en mis ojos pero las retuve mientras miraba como dormían. Con el rostro ten relajado y así acurrucados, parecían niños otra vez.
Suspiré y me fui de allí, pues sabía que solo me torturaría más a mi misma mirándoles e imaginándome lo que pasaría si descubriesen mi verdad. Me dirigí a los pasillos.
Y, si alguien me dijese que estaba a punto de morir aplastada por un meteorito, hubiese resultado más creíble que lo que estaba a punto de pasar.
Caminé en silencio para no despertar a nadie y me acerqué a la puerta de mi dormitorio. Pero antes de que tuviese oportunidad de abrirla, escuché cómo otra puerta del pasillo se abría. La de Cedric.
Vi como de ella salía un Cedric patoso y despeinado, con una botella de cristal casi vacía en una de sus manos.
Con cautela, me acerqué hacia él, sin saber dónde me estaba metiendo.
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Bajo las estrellas {Cedric Diggory}
Fanfiction«El corazón me latió más deprisa cuando él se giró para que nuestros ojos se encontrasen una vez más, con aquella sonrisa dibujada en sus labios que me volvía tan loca que las piernas me empezaron a temblar. Y entonces extendió su brazo hacia mi, y...