18. La noticia de Dumbledore.

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Había pasado una semana. Una semana desde que me di cuenta que me estaba empezando a gustar Cedric Diggory. Una semana en la que le había estado observando, captando cada detalle suyo. Nuestros ojos se habían cruzado muchas veces.

Mientras paseaba por el bosque prohibido de vuelta al colegio, pensaba en todo aquello. No habíamos podido hablar casi nada esta semana, porque los dos habíamos estado llenos de exámenes y como mucho nos veíamos en el gran comedor. Además, el tenía sus deberes de prefecto y la primera prueba de los tres magos tocaba en una semana, así que entendía que tendría que estar demasiado ocupado como para hablar conmigo.

Además, yo no debería de estar pensando en el tampoco. Había suspendido cuatro asignaturas, y el resto las había aprobado con una nota muy justa. Dumbledore me dijo que no me preocupase por las notas, que eso era lo de menos, pero no podía impedir sentirme inferior al ver cómo todo el mundo a mi alrededor tenía muy buenas calificaciones menos yo. Me abrigué con fuerza abrazándome a mi misma. No me creía que ya hubiese pasado un trimestre entero en este castillo. Los giros que había dado mi vida en unos pocos meses. Mi corazón también.

Y no debería. No me debería de gustar Cedric por muchas razones. A parte de que el es el chico más popular y atractivo de todo el colegio y que nunca se fijaría en alguien como yo, yo no podía permitirme esto ahora. No con todas las mentiras que había dicho. No con todas las mentiras que tendría que seguir diciendo.

Me asomé por uno de los árboles finales del bosque para ver si había alguien alrededor. Al ver que tenía vía libre, salí rápidamente del bosque y me metí en uno de los pasillos exteriores.

Saqué de mi mochila el calendario que me había planeado para hoy, pues esa era la única forma en la que ordenaba todo lo que tenía que hacer en un día. Tenía que ir a la biblioteca y empezar a estudiar como loca pociones, una de las asignaturas que había suspendido.

—Necesito una explicación.

El calendario se me cayó al suelo del susto. Me giré rápidamente hacia dónde había prevenido esa voz, y me encontré cara a cara con el chico que había estado ocupando mis pensamientos estos días.

—¡Dios!¿Cuándo narices vas a dejar de asustarme así?—repliqué, con el corazón latiéndome a mil por hora.

—¿¡Mueren los dos!?—me dijo Cedric con expresión dolida.

Fruncí el ceño sin enterarme de lo que decía hasta que mi vista se fue hacia sus manos, que me mostraban el libro de Romeo y Julieta. Oh.

—Hola Ced, ¿cómo estás? Yo bien, gracias por preguntar—dije sarcásticamente.

—¿¡Cómo puede ser!?¡Iba todo tan bien!¡Si solo hubiesen esperado unos segundos!¡Estaban tan cerca de conseguirlo...!—intenté no sonreír al verle tan frustrado, sobre todo porque yo era la primera que sufría de más con los libros. Pero se veía tan tierno...

—Si lo hubiesen conseguido el libro no sería tan famoso—dije, encogiéndome de hombros.

—No es justo.

—La vida no es justa—dije, poniendo una mano en mi frente de forma dramática—. Es casi ley, que los amores eternos son los más breves—dije con voz de narradora citando una de las frases que aparecía en el libro.

Cedric puso un puchero, haciendo que soltase una suave carcajada. Él se agachó para coger el calendario que se me había caído de las manos, y cuya existencia había olvidado por completo. Nuestros dedos se rozaron cuando cogí el calendario, provocando que un escalofrío me recorriese todo el cuerpo.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora