Bajo las estrellas {Cedric Diggory}

27. ¿Celos?

Tan rápido como se fue, mi amistad con Cedric volvió a la normalidad. Bueno, "normalidad". Sentía que cada segundo que pasaba con el estaba más colada por él. Y era bastante el tiempo que pasábamos juntos. Entre estudiar y que teníamos el mismo grupo de amigos, pasábamos casi todo el día juntos. Nada de lo que me pueda quejar.

Mi humor volvió a mejorar. Aún seguía súper atrasada en las clases y suspendiendo exámenes, por supuesto. Pero al menos con Cedric iba entendiendo todo poco a poco, a pesar de la vergüenza que me daba decirle que lo repitiese una y otra vez. Él, sorprendentemente, estuvo todas nuestras sesiones de estudio con una increíble paciencia, y me explicaba todo desde el principio si hacía falta, con toda la calma del mundo. Si digo que no tenía ganas de besarlo cada vez que le veía, entonces estaba mintiendo.

—Van a poner lentejas—dije, frunciendo el ceño.

—Ya veras que no—dijo Ced pasando su brazo alrededor de mis hombros, gesto que ya se me había hecho cotidiano. Aunque las miradas que nos echaba la gente mientras caminábamos hacia el gran comedor aún no se me acostumbraban. Las ignoré y seguí hablando con Cedric.

—Llevan dos semanas sin ponerlas. Las van a poner hoy, ya verás. Justo cuando tengo más hambre. ¿Qué he hecho yo para merecerme esto?—contextualizando: odiaba las lentejas. En Hogwarts ponían muchas lentejas. Me iba a quedar otra vez sin comer. Por las malditas lentejas. Y estaba siendo asquerosamente dramática por ello.

—Eres una exagerada—dijo Ced, poniendo los ojos en blanco.

—Mira que aprovechar nuestros últimos momentos antes de que me muera de hambre así...

Cedric soltó un bufido, acompañado de una sonrisa juguetona.

—Y pensar que estoy tan cerca de la muerte...—dije, al atisbar la entrada del gran comedor al fondo del pasillo—¡No he vivido lo suficiente!

—¿Estás intentando chantajearme para que te dé mi segundo plato?—dijo, mirándome con los ojos entrecerrados.

—Has tardado—respondí sonriendo.

—¡Hola, parejita!—los gemelos Weasley se acercaron a nosotros por detrás. Fred se puso a mi lado y George al lado de Cedric.

—¿Habéis visto que hay de comer?—pregunté.

—Espero que haya lentejas para ver tu cara a punto de vomitar otra vez—dijo Fred. Le di un puñetazo en el brazo mientras Cedric y George se reían.

—Ya sé a quién no él voy a dar mi gelatina de fresa cuando toque—dije, sacándole la lengua.

—¡Ja!—dijo George.

Entramos los cuatro al gran comedor. Cerré los ojos y recé para que no hubiese lo que yo pensaba que iba a ver, pero mi olfato de me adelantó. Y las carcajadas de George y Fred también me dieron una pista de lo que me tocaba—o más bien, no me tocaba—comer hoy.

—Nop—dije, al abrir los ojos y ver las mesas de todas las casas llenas de platos a rebosar de lentejas. Me di la vuelta rápidamente, deshaciéndome del agarre de Cedric. Él rápidamente me cogió de la cintura y me pegó otra vez a su lado, impidiendo mi huida.

—Encárgate de hacerle una foto cuando vomite, por favor—le dijo Fred a Cedric, mientras él y su hermano se paraban para sentarse en la mesa de Gryffindor.

—No, no, no—dije firmemente, mientras Cedric literal que me arrastraba por todo el gran comedor hasta nuestra mesa—. Ced, llevamos todo este tiempo de amistad por algo, no lo arruines por esta tontería.

Él no me hizo caso y me sentó a su lado. Miré con asco el plato de lentejas que tenía en frente. Yo nunca había tenido problemas con ningún tipo de comida, y me solían gustar las lentejas, ¡pero es que ni siquiera parecen lentejas! Era solo una masa compacta de color marrón. Puaj.