80. Dejando Hogwarts.

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Mis ojos observaron como los últimos alumnos de Dumstrang y Beauxbatons se retrasaban despidiéndose de los alumnos de Hogwarts. Cabezas rubias, pelirrojas y morenas se mezclaban unas con otras, sumergiéndose en abrazos y despidiéndose de todas las formas posibles.

—No puedo creerme que haya acabado—murmuré, sin apartar mi vista de toda la gente.

Las cabezas empezaban a separarse. Y los uniformes azulados se dirigían a una enorme y decorada carroza blanca llevada y los uniformes rojos se embarcaban en un majestuoso pero intimídate barco de madera.

Cedric, a mi lado, dejó escapar un suspiro.

—Yo tampoco.

La luz del atardecer brillaba y coloreaba cada esquina, cada piedra y cada ventana del castillo. Cada tarde pasaba eso. Pero ahora los dormitorios por los que se colaban los rayos de sol estarían vacíos, sin alumnos parloteando y con sus pertenencias desperdigadas por el espacio. Ahora todas las maletas con esas pertenencias se dirigían al Hogwarts Express, y los dormitorios parecían desnudos sin sus dueños en él. Las casas comunes parecían abandonadas sin el constante murmullo de voces. Todo el castillo estaba igual bajo esa luz y a la vez más distingo que nunca.

—Recuerdo la primera vez que vi Hogwarts como si hubiese ocurrido solo hace unas horas—murmuré—. Sólo era una cría asustada cuando pisé este castillo por primera vez.

—La cría asustada más bonita que había visto nunca, he de decir—me dijo Cedric con media sonrisa.

—Y la más torpe.

Cedric se rió, provocándome a mí una sonrisa.

—Es raro—dije, abrazándome el cuerpo—. Ha pasado un año, que por una parte pienso que no es nada para todo lo que he cambiado, y por otra parte pienso que fue ayer cuando llegué aquí.

Natasha, Mila, Annika, Penny y Gabriel ya se habían marchado. Todos deberían de haberse marchado ya hace unos días, pero se quedaron en la escuela porque yo todavía seguía inconsciente. Pero ahora que ya me encontraba perfectamente, no podían atrasar más sus vacaciones. Natasha y Annika se iban a ir a la playa, mientras que Penny se iría con sus padres de viaje por toda Europa. Gabriel se iría de acampada con unos amigos y Mila iba a irse con sus primas a Italia.

Fred y George todavía seguían en el castillo, pero por los gritos que les lanzaba su madre amenazándoles con desheredar les si no recogían todos sus cachivaches a tiempo, supe que iba a tener que despedirme de ellos mas tarde.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar todos los momentos que había vivido en este lugar con todas esas personas. Porque sabía que era algo que no se iba a repetir nunca. No sabía si nos seguiríamos hablando o no después de terminar la escuela, pero de una forma u otra nunca volverían las noches en las que las chicas nos quedábamos hablando durante horas de cotilleos mientras nos peinábamos. O nuestros paseos por el castillo. O nuestras charlas en el gran comedor. Nada de eso volvería y eso solo hacia que me aferrara a aquellos recuerdos tan cotidianos con todas mis fuerzas.

—¿En qué piensas ahora?—me preguntó Cedric, mirándome fijamente.

—En que si la Dahlia de hace un año se enterase de donde estoy ahora, no se lo creería.

—Seguramente el Cedric de hace un año tampoco se creería que alguien como tú iba a aparecer en su vida y darle una vuelta de ciento ochenta grados—arrugué la nariz y Cedric posó sus dedos en mi barbilla para elevar mi rostro hacia el suyo—. Y sobretodo al enterarse de lo que vamos a hacer este verano.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora