36. La ruptura.

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Si alguien me preguntase en aquel momento si me arrepentía de alguna decisión que había tomado en mi vida, le diría que no. Es curioso ver como la gente siempre se arrepiente de cosas que han dicho o hecho, cuando esas cosas luego son las que les hacen ser como son ellos. Esas "malas decisiones" o equivocaciones son lo que consiguen tu felicidad en algún momento, porque no todo es un camino de rosas. Y para ver el arcoíris antes tiene que haber una tormenta. Porque de todos nuestros errores siempre se saca algo bueno, aunque no sea instantáneo. En este caso, mi arcoíris había sido él.

Eso era lo que pensaba mientras volvíamos del bosque prohibido, consumidos en un cómodo silencio lleno de miradas y de sonrisas.

¿Qué pasaría a partir de ahora entre Cedric y yo? Por la forma en la que me había besado, sabía que él lo había deseado tanto como yo, pero... ¿y ahora? Me había pasado tanto tiempo deseando algo que conseguirlo se me hacía extraño, ya que todo el tiempo había asumido que era un sueño imposible. Ahora me lo habían entregado y no sabía muy bien que hacer. ¿Qué hará él?¿Seguirá todo como antes? No, es imposible. ¿Pero qué cambiará entonces?

En la cena, mis ojos se fijaron en Gabriel y Penny, que llevaban ya saliendo varias semanas. Él tenía un brazo alrededor de los hombros de Penny y le acariciaba el brazo inconscientemente. Ellos prestaban atención a la conversación, pero a veces Gabriel se giraba para susurrarle cosas a Penny en el oído y le daba un beso en la mejilla. Me di cuenta de lo jodida que estaba cuando me imaginé a Cedric haciendo lo mismo conmigo. Estuve divagando durante toda la cena, creando escenarios entre Cedric y yo sin prestar atención al resto. Y así seguí en el camino de vuelta, y cuando todos nos quedamos a charlar un rato más en la sala común, y cuando nos despedimos para irnos a dormir.

Cuando me di cuenta, estaba ya sola en la sala común. Parpadeé confundida, pues parecía que solo habían pasado unos minutos desde que salí del bosque prohibido con Cedric.

Al no tener absolutamente nada de sueño, decidí quedarme un rato más. Me preparé un vaso de leche caliente y abrí el enorme ventanal de la sala común para sentarme en el marco, con mis piernas hacia el exterior, para que la brisa de la noche las abrazase.

Supe que él estaba detrás de mi sin darme la vuelta. A pesar de que se había acercado hacia mi silenciosamente, había algo en su presencia que me permitía detectarle, incluso aunque no dijese nada.

—¿No puedes dormir?—me susurró. Negué con la cabeza. ¿Cómo se me iba a pasar por la cabeza dormir después de lo que había pasado hace unas horas?

Cedric se sentó a mi lado. Le tendí mi vaso de leche para que siquiera se bebiese un sorbo, pero él negó con la cabeza. Mi vista se desvió al cielo, plagado de estrellas. A pesar de que estábamos en silencio, yo estaba la mar de cómoda. Me estremecí cuando el viento me azotó en el rostro, haciendo que mi pelo se agitase. Cedric se quitó su túnica y me la pasó por los hombros, causando que mis mejillas se sonrojaran y que mi cuerpo no se calentase solo por la túnica.

—Gracias—tenía tantas cosas que quería decirle, tantas cosas que preguntarle... pero las palabras no me salían de la boca.

—¿En qué piensas?—me preguntó.

Cogí aire y giré mi rostro para mirarle. Al no haber más luz a nuestro alrededor que la de la luna, en sus ojos se veían reflejadas todas las estrellas. La luna iluminaba su rostro de tal manera que destacaba sus rasgos y creaba una bonita sombra en otros.

Quería ser sincera, porque estaba harta de huir de él todo este tiempo cuando lo único que de verdad quería era todo lo contrario. Y me negaba a pasarme más tiempo dando vueltas y vueltas sin sentido. Si él no quería nada, quería que me lo dijeses ya y zanjásemos la situación.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora