65. El diario.

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17 de julio, 1977.

Mi queridísima Dahlia:

No sabes la de veces que me he plantado frente a estas páginas en blanco con una pluma en la mano, dispuesta a escribir. Todas esas veces son las mismas que no me he atrevido y he dejado de lado durante cinco meses.

Pero me estoy quedando sin tiempo. Tú tienes siete meses, y no tardarás en llegar. Y cuando eso ocurra, todo tiene que que ir como lo planeado. Y para eso, tengo que escribirlo.

Si este cuaderno ha llegado a tus manos, significa que mi plan ha fallado. Bueno, fallado no, pero que ha tomado el rumbo que yo no quería y te ha traído hasta aquí, la sala de los menesteres del colegio de Hogwarts. Significa que de alguna forma el ministerio te ha encontrado y te ha traído a Hogwarts.

Pero todo a su tiempo. Tengo tantas cosas que contarte que no sé como ordenarlas para no hacerte un lío, así que mi mejor opción es contártelas por orden cronológico, como si fuera una historia. Mi historia, supongo. Que acaba con la tuya.

Yo fui una niña muy feliz. Me crié como hija única en un pueblo a las afueras de Francia, con la única compañía de mis padres, los animales y los libros. Me pasaba todo el día observando a mi padre trabajando como granjero por las mañanas y por las tardes jugaba con los animales. Teníamos gallinas, cuerdos, vacas, burros, cáñalos, perros, gatos, conejos... Yo jugaba con todos. Papá trabajaba en tres trabajos distintos para mantenernos, y mamá era la enfermera del pueblo. Aún así, nunca les notaba ausentes. Sí que les echaba de menos, pero el tiempo que pasábamos juntos me llenaba de alegría y amor lo suficiente como para aguantar sin verles más tiempo.

Mi padre se llamaba Philippe Joly y mi madre Clarissa Launay. Esos son los nombres de tus abuelos. Aunque ahora de poco te sirve, creo que te gustará saber cuales son tus apellidos y cómo es la familia de la que procedes.

Siempre me contaban la historia de como se conocieron cuando mi madre viajó a Francia de forma espontánea y por motivos del destino se chocó con mi padre en la ciudad mientras este repartía periódicos, esparciendo así todos por el suelo. Me dijeron que desde ese momento algo entre ellos conectó. Mi padre entonces se fijó en el lugar donde residía mi madre, que era un hotel barato en el centro de la ciudad, y comenzó a mandarle mensajes a través del periódico que repartía cada mañana. Siempre he pensado que su historia es digna de ser escrita en una novela.

Mi madre tenía una posición social mucho más elevada que mi padre, pero no dudó en mudarse con él a la mitad del campo para tener una vida simple. Sus padres no volvieron a hablarla, pero ella nunca se arrepintió de su decisión.

Y así llegué yo al mundo. Erin Joly Launay.

Mamá y papá eran magos y desde pequeña me habían enseñado lo hermosa y a la vez peligrosa que era la magia. Cuando tenía diez años, nos mudamos a Inglaterra porque a papá le pagaban cada vez menos y no podía permitirse lo que antes sí. Siempre echaré de menos esa casa que considero mi hogar, el olor de la hierba fresca y los distintos sonidos de los animales felices paseándose por el campo.

Nos tocó vivir en un apretado piso en terribles condiciones. Mi madre me hacía la ropa como podía y papá trabajaba hasta las tantas en una fábrica de la que siempre volvía con una capa de carbón sobre la piel y los ojos irritados. A los once años, recibí mi carta para ir a Hogwarts. Yo tenía un nivel de inglés muy básico y lo suficiente como para guiarme por las calles o dar las gracias.

No te imaginas cómo me sentí, yo, una niña que no había tenido más de tres vestidos en su vida, al ver aquel increíble y pulcro castillo. Al ver mi uniforme nuevo y limpio. Al ver todos los platos de comida que se me ofrecían y al notar lo cómodo que era ese colchón. Aprendí inglés gracias a algunas lecciones con Dumbledore y por la comunicación diaria con mis compañeros.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora