24. La fiesta en la sala común de Gryffindor.

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Maratón 2/3

—¡Lia! Se que lo nuestro es llegar tarde con estilo, pero llegar más de una hora tarde es pasarse—Mila se asomó por la puerta del baño para ver si estaba lista.

Lo cierto es que llevaba lista desde hace media hora. El resto del tiempo me había quedado mirando mi reflejo fijamente.

—Te ves increíble, ¿lo sabes?

Tragué saliva. El vestido que llevaba era precioso. Increíblemente precioso. Era de un color rojo fuerte como la sangre, con un escote recto y unos finos tirantes que hacía que la zona se mi cuello quedase favorecida. Me llegaba hasta un tercio de mis muslos y se apretaba a mi cuerpo como una segunda piel.

Tal vez días atrás me hubiese visto radiante en ese vestido, que acentuaba todas mis curvas y mis piernas. Ahora solo sentía miedo.

—Ven aquí—dijo Mila, señalando una silla frente al espejo. Me senté y Mila se puso frente a mi con un pinta labios rojo, casi del mismo color de mi vestido, en las manos-. Estas increíblemente preciosa con ese vestido, Lia. Pero si tú no te sientes así siempre puedes ir y cambiarte. Es tu decisión.

—No es que no me sienta guapa, es que... tengo miedo—admití, mientras ella me aplicaba el pinta labios con delicadeza.

—Te entiendo—dijo Mila, chasqueando la lengua—¿Sabes? A mi una vez me pasó algo muy parecido. Fue hace dos veranos. Yo estaba en la playa con un grupo de amigos, que veía solamente en verano. Y dos de ellos, que además eran los que conocía de hace más tiempo, intentaron una noche que bebiese más de la cuenta para enrollarse conmigo.

La miré espantada.

—Lo siento mucho, Mila.

Ella se encogió de hombros.

—Después de eso no salí de mi casa durante una semana entera. Me perdí una semana de diversión en la playa con mis amigas, de helados frescos a la luz del sol y de baños en el mar por su culpa. Nunca sabes lo que me llegué a arrepentir de no haber salido. De no haberles confrontado. Desde entonces me apunté a una clase de defensa personal, y ya no tengo miedo de ningún tío. Que me toquen si se atreven.

Solté una carcajada.

Mila acabó de aplicarme el pintalabios y se apartó para que yo me mirase en el espejo.

—Como te he dicho antes, siempre puedes decidir no ir. Pero quiero que sepas que si vienes, todas vamos a estar contigo, cuidándote. No estás sola, cariño.

Decidí ir a la fiesta. Ir a la fiesta y divertirme.

Aunque lo divertido de la fiesta era la fiesta en cuestión, siempre apreciaba las horas anteriores, en las que todas nos preparábamos, nos hacíamos cumplidos y nos maquillábamos la una a la otra. Era una completa subida de autoestima.

Así, cuando ya estábamos todas listas, me sentía como una diosa. El vestido me quedaba de maravilla y no me podrían haber maquillado mejor. Además, ¿y qué si alguien me toca sin mi consentimiento? Le puedo quemar las manos con solo parpadear.

Así que fuimos todas a la fiesta. Cada una con sus respectivos conjuntos de distintos colores y estilos, sonriendo y parloteando como unas locas durante el camino. Me había puesto encima un abrigo para evitar el frío nocturno de noviembre, aunque cuando estuvimos frente a la sala común de Gryffindor me castañeaban los dientes. Nada de eso importó en cuanto Nat dijo la contraseña al cuadro de la señora gorda y entramos.

Siempre había tenido curiosidad por ver el resto de las salas comunes, y el hecho de que supuestamente no dejaban entrar a alumnos de otras casa solo hacía que aumentase más mi curiosidad.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora