23. La primera prueba.

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Maratón 1/3

Me revolví en mi cama, inquieta.

Niebla. Niebla de un color verdoso y mortal. Y gritos. Y sollozos.

Eso era todo lo que aparecía en mi cabeza cada vez que cerraba los ojos. Me recordaban al boggart que me soltaron los gemelos para darme un susto. La figura encapuchada también aparecía. Llamándome.

Y, aunque seguía sin darme miedo, me despertaba cada media hora llena de sudor, con el corazón latiéndome con fuerza y la respiración acelerada.

Tal vez fuese porque hacía varias semanas que no soñaba con algo de Erin, y ya me había acostumbrado tanto a la paz del sueño que esta pesadilla me inquietaba más de lo normal. O tal vez era porque él sueño era de lo más inquietante, indescifrable y tenebroso.

Suspiré, pasándome una mano por el pelo y mirando hacia el techo.

Miré la hora en el reloj que había apoyado en la mesilla. La una y media de la mañana. Y yo sentía que, de despertarme tantas veces, ya no podía volver a conciliar el sueño.

Me levanté de la cama con cuidado y cogí a tientas mi bata y mi libro. Al fin y al cabo, no era la primera vez que me quedaba una noche sin dormir por ponerme a leer. Esta vez decidí irme a la sala común para no molestar a mis compañeras, que dormían plácidamente en sus respectivas camas.

Até mi pelo en un moño rápido y abrí la puerta con el máximo cuidado posible. El pasillo estaba completamente vacío. A pesar de que las antorchas de las paredes iluminaban el lugar, parecía más oscuro que nunca. Fui con pasos silenciosos a la sala común, que también parecía tener aún encendida la chimenea y las antorchas de las paredes.

En cuanto crucé el umbral de la puerta dela sala común, me quedé parada. No era la única que están despierta a estas horas, por lo visto. Reconocí la silueta de Cedric inmediatamente. Él me daba las espaldas pues estaba apoyado en el marco de la ventana, abierta de par en par y dejando que entrase el frío de la noche.

Me abracé a mi misma y me sorprendí al ver que no llevaba una camiseta puesta. Los músculos de su espalda estaban tensos, y no sabría decir si era por el frío, porque no parecía tener la intención de cerrar la ventana. Como me daba las espaldas,p y yo había sido tan silenciosa, aún no se había percatado de mi presencia. Me permití unos segundos más observándole. Vi como por su boca se escapaba el humo del cigarrillo que se estaba fumando.

—Por lo visto no soy la única que no puede dormir—murmuré para no asustarle.

Pero el se giró rápidamente del susto. Me pregunté en qué estaría pensando para estar tan ausente. Me acerqué a él lentamente mientras él me dedicaba una sonrisa tímida. Apagada.

—¿Otra noche despierta para leer? Empiezo a cuestionarme las historias que lees para que te tengan tan atrapada—me dijo.

Solté una risa suave.

—Esta vez no ha sido por eso, lo juro. Era solo que no lograba conciliar el sueño, así que pues aprovecho para leer.

—¿Quieres un vaso de leche?—antes de contestarle, el ya se había dirigido a la máquina de café que tenía nuestra sala común, que tenía detrás una tetera llena de leche.

—Gracias—contesté cuando me tendió el vaso. Me senté en el sofá mientras observaba como él volvía a la ventana para terminarse su cigarrillo—¿Por qué no podías dormir tú?

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora