41. Las consecuencias de llevar un vestido en una noche de otoño.

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—Hola, bella durmiente, es hora de despertar—Penny me dio varios toques en el hombro antes de que reaccionase. Obviamente mi mejor forma de reaccionar fue tirar de mi manta y cubrir todo mi cuerpo con ella—. No, no, no, no. Es ya tarde y tienes que bajar a desayunar.

—¿Por qué?—gruñí.

—Porque es la comida más importante del día y porque... dios, estás súper pálida.

Había bajado la manta hasta por debajo de mi cuello, y al ver la cara de horror de Penny supe que algo iba mal.

Me levanté rápidamente de la cama, haciendo que un mareo intenso inundara mi cabeza tanto que me desequilibré y vi todo negro. Cuando recuperé el control en mi cuerpo, me acerqué al espejo más cercano. Penny tenía toda la razón, mi piel estaba pálida como la de un fantasma.

—Dime que vuestra cita fue bien, por favor—me dijo Penny, mirándome con preocupación a través del espejo.

—Si... Si... fue mejor que bien, de hecho—dije, tras soltar un bostezo—¿dónde está el resto?—dije, mirando a nuestro alrededor y dándome cuenta de que éramos las únicas en la habitación.

—Han bajado ya a desayunar. Les he dicho que no nos esperasen por si acaso.

—¿Hace mucho?

—Unos tres minutos.

—Vale. Me visto y bajamos.

Lo cierto es que notaba como todo el cuerpo me pesaba más de la cuenta. Al vestirme me costaba cada movimiento como si de pronto mi cuerpo pesase el doble que hace unas horas, y le eché la culpa al cansancio o a que aún estaba medio dormida. Me puse rápidamente el uniforme y, al sentirme demasiado vaga como para peinarme, me hice un moño en lo alto de la cabeza que me sujetó todo el pelo y ocultó todas sus imperfecciones.

—¿Estas segura de que quieres atarte el pelo?—preguntó Penny, cruzándose de brazos.

—¿Por qué?

—Mírate en el espejo, nena.

Me volví a acercar en el espejo y me miré el rostro. Estaba más pálida de lo normal, si, pero eso ya lo había recalcado Penny antes. ¿Por qué me diría de llevar el pelo...?

—Oh.

Mis ojos se fijaron en mi cuello, que estaba cubierto de marcas rojas e incluso moradas.

—Sí que lo pasasteis bien en la cita, ¿eh?—Penny me guiñó un ojo.

Me sonrojé y aparté la vista de mi cuello. Cogí rápidamente la bufanda amarilla con rayas negras de Hufflepuff y me la puse alrededor del cuello, pues no me apetecía quitarme el moño y tener que peinarme.

Seguí a Penny por los pasillos que iban al Gran Comedor casi como una zombi. Sabía que había dormido poco pero, ¿cómo era posible que estuviese en ese estado? Normalmente siempre me despejaba después de vestirme. Le quité importancia sabiendo que seguramente se me pasaría con el desayuno.

Al atravesar la puerta del comedor, mis ojos buscaron a Cedric como siempre. Aún recordaba la forma en la que me había tocado, besado y dibujado la anterior noche. De hecho me recorría un escalofrío por la espalda cada vez que lo pensaba, que era muy a menudo. Pero sus ojos fueron tiñéndose de preocupación a media que me iba acercando. Me senté a su lado y él me siguió estudiando con la mirada.

—Tienes una cara de mierda, tía—me dijo Nat.

—Buenos días a ti también—me quité la bufanda ya que de pronto me entró una horrible ola de calor.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora