56. De pétalos que caen como la lluvia.

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—Nat—llamé a mi amiga en un susurro. Estaba tumbada al lado de mi cama, sus ojos marrones recorrían, su rostro apoyado en sus manos y su pies balanceándose en el aire—¿Tú quieres a Annika?

Me encontraba tumbada boca arriba, con mis ojos fijos en el techo. Aún así sabía que había despegado sus ojos de la revista para fruncidlos hacia mí.

—Por supuesto que la quiero, ¿por qué lo preguntas?

—¿Cómo se lo dijiste por primera vez?—mis mejillas se sonrojaron.

El sonido de la lluvia golpeando contra el techo fue lo único que soñó durante esos segundos de duda. Ella se levantó y se tumbó a mi lado.

—Pues... no te lo vas a a creer. Pero fue ella la que me lo dijo primero a mí.

—¿Enserio?

Ella asintió con la cabeza, sonriente.

—Empezamos a salir el año pasado, al principio del curso. Aunque nos conocimos de verdad ese verano. Ella trabajaba sirviendo bebidas y aperitivos en un estadio de quidditch. Cuando fui a ver un partido, sin querer le derramé toda la bebida encima—ambas nos reímos—. Sí, no fue un buen inicio romántico la verdad.

—Si te sirve de consuelo, la primera vez que conocí a Cedric fue cuando me estampé con él en los pasillos y le tiré al suelo.

Volvimos a reírnos.

—El caso es que en ese verano nos conocimos, estuvimos como de lío durante la mayor parte, y luego en septiembre lo hicimos oficial. Ella me dijo que me quería de una forma bastante espontánea, la verdad. Fue el año pasado, a principios de primavera. Una maldita abeja se acercó a nosotras y yo salí corriendo, porque sabes que les tengo mucho pavor. La tía se echó a reír mientras me veía corretear con la abeja a mis espaldas. Luego yo, en broma, tiré de ella y ambas rodamos por el césped entre carcajadas—sus ojos estaban fijos en mi rostro, pero aún así sabía que Natasha no me miraba a mí, sí no a las dos chicas rodando por el césped, sonriéndose y riéndose. En sus labios había una sonrisa imborrable mientras detallaba los hechos—. Entonces ella me dijo «de verdad, yo no sé por qué te quiero tanto».

Sonreí, sin despegar mis ojos del color del techo.

—Obviamente segundos después tenía la cara roja como un tomate. Pero me había dejado tan en shock que no respondí hasta al menos medio minuto pasado. Le pregunté «¿me quieres?» y ella se hizo la tonta preguntándome «¿qué?». Pero yo lo había escuchado, así que le dije «has dicho que me quieres. ¿Es verdad?». Me dijo que si. Y yo le dije que la quería también. Y no creo que te interese lo que pasó después.

Me sacó la lengua mientras yo soltaba una carcajada y le tiraba el cojín a la cara.

—¿Cómo lo supiste?

—¿El qué?

—Que la querías.

Noté como Natasha giraba su rostro para mirarme y estudiarme, pero yo no me atreví a mirarla de vuelta.

—Supongo que desde que no veía posible un mañana en el que ella no estuviese a mi lado. No sé, no fue un momento concreto, ¿sabes? Simplemente un día me di cuenta de que ella era la única a la que quería a mi lado siempre.

«Siempre.»

—¿Por qué lo preguntas?¿Hay algo que quieras contarme?—inquirió Nat, con una ceja arqueada.

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora