11. Romeo y Julieta.

2.1K 148 72
                                    

Cuando desperté, no recordaba nada de lo que había pasado la anterior noche.

No recordaba cómo había llegado a una habitación que desconocía.

No recordaba por qué mi vestido estaba completamente manchado de un líquido rosa.

Y, por si no fuera menos, no recordaba por qué había un chico deambulando a mi alrededor.

—¡AH!—chillé, tapándome rápidamente con una manta.

El chico que me daba la espalda estaba ordenando algo antes de que gritase. Pude ver perfectamente su musculosa espalda a través de la camiseta blanca que llevaba, y su pelo marrón estaba despeinado. Ja, se parecía a...

Me puse pálida en cuanto Cedric se giró, asustado por mi chillido.

Cedric.

Cedric Diggory.

Él y yo estábamos en... ¡Agh!¡Ni siquiera sabia dónde estaba!

¿No nos habríamos...? Oh, no, no, no, no.

El abrió la boca rápidamente para decir algo, pero yo le corté con un gesto de la mano. Me agaché con rapidez y cogí uno de mis zapatos y le señalé con él amenazante.

—Cállate. ¿Dónde estoy?¿Qué estoy haciendo aquí?¿Por qué estás tú aquí?—le pregunté, tan rápido que no supe si lo habría comprendido todo.

Cedric me miraba boquiabierto, como si no se esperase para nada mi reacción. "Perdona por no decirte los buenos días cuando me despierto en un paradero desconocido y sin recordar nada la noche anterior". Para mí sorpresa, los labios de Cedric se elevaron un poco.

—¿De verdad piensas que podrías herirme con un zapato?—me preguntó alzando las cejas. En respuesta, le tiré el zapato con fuerza directo al pecho—¡Au!¡Guau!¡Vale, vale, lo he pillado!—dijo, elevando las manos al aire como si le estuviese deteniendo.

Me agaché y cogí el otro zapato, tapándome con la manta hasta el cuello a pesar de que ya me había dado cuenta de que seguía vestida.

—¡Responde!—respondí, señalándole con el zapato.

—¿No recuerdas nada de la noche anterior?—me preguntó, cambiando su sonrisa burlona y cejas elevadas por un gesto de preocupación. Negué con la cabeza, temiendo escuchar lo que me iba a contar. Cedric volvió a mirarme fijamente con la boca entreabierta, como si no supiese por dónde empezar. Ay Dios mío—. Tu... bueno...—se rascó la parte de atrás de la nuca, haciendo que los nervios empezasen a invadir mi cuerpo—. Bebiste algo que... no te sentó bien. Y George y Fred me llamaron para que te trajese de vuelta... Pero la sala común me parecía un sitio un poco inapropiado y como no podía llevarte a tu habitación... te traje a la mía.

Miré a mi alrededor. Me encontraba en una habitación bastante pequeña, que tenía simplemente una cama con un cabecero de madera, un armario, un escritorio poco espacioso y un espejo. En las paredes había estanterías llenas de libros y algún que otro póster. Había también una pequeña ventana, me di cuenta, justo en frente mía. Y en la pared que tenía al lado había una puerta de madera que supuse que llevaría a un baño.

—¿Tienes habitación propia?—pregunté, mirando alrededor. Aún seguía agarrando mi zapato, pero mi brazo se había apoyado en la cama.

—Privilegio de ser el prefecto—dijo—. Lo cierto es que esto es más una sala de estudio que otra cosa, pero por lo visto el anterior prefecto consiguió instalar una cama... y no le puse ascos la verdad.

—Entonces... Yo me encontraba mal y tú me trajiste aquí...—Cedric asintió, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón de chándal gris, el cual intenté no mirar durante demasiado tiempo—¿Y luego?

Bajo las estrellas {Cedric Diggory}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora