Capitulo 1: Acabo de reencarnar... ¡Ayuda!

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No es como si hubiese aceptado mi muerte así como así. No podía creer que mi anterior vida había terminado, estaba muy molesta, preocupada y triste pensando en mi familia.

Y en lugar de aceptar todo de inmediato... pase por las etapas del duelo...

Etapa Uno: Negación.

Todos los días me convencía de que en realidad debía de estar soñando, que si me esforzaba en cualquier momento despertaría y que mis padres me regañarían por haberme quedado dormida. Dirían lo irresponsable que soy y que no debería actuar así y todo eso de una vida adulta.

Después de darme cuenta de que no despertaba... entre a la etapa dos: Ira...

Estaba tan enojada... ¡Fue un accidente! ¿Por qué tuvo que pasar? ¡Incluso mi tipo de sangre era fácil de conseguir! ¡Pudieron salvarme con una transfusión! ¡¿Verdad?!... ¿verdad? ¡¿Qué fue lo que me pasó?! ¡Odio esto! ¡No quiero ser una bebé! ¡No quiero pasar una vergüenza con extraños!

Y luego entre a la etapa tres... la de Negociación...

¿Y si estoy en coma puedo regresar a mi cuerpo? Quiero decir, tal vez por eso no puedo despertar... esto es producto de un coma. Si es producto de un coma... ¿Puedo escuchar la voz de mi familia? ¿Por favor? Por lo menos durante las noches... ¿O podría verlos dentro de un sueño dentro de este sueño? Cuando alguien se encuentra en estado de coma, ¿aún puede soñar? Vamos, a cambio aún puedo ser la hija de esta joven mujer que parece ser amable. Prometo ser buena...

¿Qué pasó cuando nada de eso funcionó?... Regrese a la etapa de la Ira insultando todo aquello que se me ocurría. Y después de ello finalmente entre a la etapa de la depresión. Donde las personas que me cuidaban no sabían que hacer con un bebé que lloraba a todo momento.

Cuando todos se resignaron, la mujer de cabello brillante rojizo solía sonreír y cargarme. Ella me cantaba mientras me mecía en sus brazos. Algunas veces me daba palabras reconfortantes, prometiéndome que todo estaría bien y que ella siempre me cuidaría y me amaría.

Cuando finalmente descargue todo mi llanto, podía quedarme dormida pacíficamente en sus brazos. Ella era una buena mujer.

Una semana después de haber procesado que mi vida anterior había terminado y que había reencarnado en un bebé, finalmente había entrado a la última etapa del duelo: la aceptación. Con ello, comencé a recordar cada una de las novelas, mangas y manhwa que había leído. Estaba deseando no haber nacido en un manhua, porque la mayoría de ellos realmente son más tóxicos que Chernobil.

Igual, la madre que me había tocado era muy hermosa. Las damas de compañía me decían que estaba en alguna clase de palacio.

Mi madre tenía el cabello rojo cerezo y sus ojos aquamarine eran muy extraños incluso en este mundo. Estaba seguro de ello porque la mayoría de las damas de compañía tenían el cabello oscuro. Yo no tenía ni idea de cómo lucia... pero esperaba haber tenido la suficiente suerte para haber heredado la belleza de aquella mujer.

Entre más la veía, más pensaba en ella como Astina, de "La Dama y la bestia", pero era más que obvio que no era ella dado que Astina tenía los ojos verdes.

Además había escuchado el nombre de mi madre con anterioridad...

Roux...

El nombre de mi actual madre era Roux, y ella era una extranjera del país en donde nos encontrábamos en ese momento. Ella decía que venía de un pais, donde su hermano la estaba esperando. Se suponía que ella solo se tenía que quedar unos años en este país y tenía que volver.

Cierto día, mi madre había decidido que era momento de mostrarme un baile. Ella me tomó en sus brazos mientras sonreía.

-    Nosotras no pertenecemos aquí... nos iremos pronto...—era un susurro travieso mientras alzaba la voz—este baile es una tradición de donde vengo. Mi pequeña algún día aprenderá este baile. Observa bien, hija mía.

Ella tenía un vestido parecido a los de las gitanas de la época moderna. Ella se movía alrededor haciendo un baile, y a la vez, no parecía uno. Parecía que hacía un ademán con sus manos, como si ese baile estuviera incompleto y le faltase algo.

Pero era increíble. Aquella mujer que era mi madre poseía magia. Yo podía ver pequeños rastros de fuego que aparecía en su baile, pero a la vez parecía ser la única en notarlo. El fuego se iba tan pronto como aparecía.

El tiempo pasó bastante rápido. Tenía un año de edad y ya podía caminar y moverme muy bien. Tanto que a tal punto, mi madre había comenzado a enseñarme el baile que ella hacía y algunas palabras del idioma de su país de origen.

Nunca había visto a mi padre. Y tampoco me interesaba quien era. Apenas y si podía hablar mientras aprendía el idioma de ahí.

Madre y yo jugábamos todos los días aunque aún no me encontraba acostumbrada a mi nuevo nombre.

Y menos cuando mi madre me llamaba de distintas formas como suave brisa o rayo de Luna. De cierta manera me recordaba a los nombre estereotipados de los indios norteamericanos, así que supuse qué tal vez el país de origen de mi madre era un país que se relacionaba fuertemente con la naturaleza.

Ella solía contarme acerca de su país, de aquella tierra, su hogar. Era un lugar grande, había regiones donde era, incluso, imposible de creer. ¿Una zona donde nevaba? ¿Una zona donde un Dios se había enojado a tal punto que redujo todo a arena árida y sin vida? Ella debía de estar hablando de un desierto. Ella solía decirme que cruzaríamos un gran cuerpo de agua para llegar a casa. El mar...

Mi madre realmente le gustaba verme intentar bailar mientras ella reía. Ella parecía estar orgullosa de heredarme aquel baile.

Eran días muy felices y hermosos. Mi madre realmente era una buena madre pese a ser joven. Ella tenía un Aura cálido y brillante, parecía ser demasiado amable y que no lastimaría ni a una mosca.

Ella me mostraba y enseñaba cosas de la naturaleza. Me enseñó a diferenciar plantas comestibles de aquellas venenosas, me enseñó a diferenciar entre frutas y hongos que podían matarme o salvar mi vida. Aunque creí que era tonto que le estuviera enseñando a un bebé de no más de un año todo aquello, al final me di cuenta de que en realidad todo eso era para ella. Para que ella no olvidase nada de eso. Aunque no era realmente algo importante, parecía que había un significado profundo tras aquello. Algo me decía que mi madre extrañaba su país... pero... ¿Por qué seguíamos aquí?

Y todo aquello estaba relacionado con mi padre.

Aquel hombre que logre ver y entender la razón por la que mi madre no se veía feliz cuando yo fingía estar dormida. La razón por la que mi madre lloraba todas las noches hasta quedarse dormida.

Y la razón por la que mi vida estaría en grave peligro todos los días.

Reencarné como la hermana de un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora