Capitulo 60

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(Canción anclada se menciona más adelante)

LEONARDO

Luego de la intervención más exquisita de mi vida, no evite sentirme usado. Aunque me gustaba. Traté de buscarla pero sabía que había arrancado cuando se le dio la oportunidad.

Buscó la salvación de su escuela a punta de sexo conmigo y no me molestaba en absoluto. Si no, me molestaba que sacaba mi lado débil a flote con su presencia. Me volvía un esclavo ante ella declarando que la amaba indirectamente cuando lo único que tenía que hacer era derrumbarla en la misma mierda. No podía caer dos veces con la misma pierda.

Una llamada interrumpió mi próximo paso donde Patrick señalaba que se encontraba con Vik en el hospital. No iba a ir a verla, tenía que encontrar a los otros tres para matarles tal como había planeado de un comienzo.

Busque por todo Komma cuando llegue y al no encontrarlos mande a Rafael a inspeccionar la mansión pero se había ido.

Los muy hijos de puta se habían ido y les perdí de vista.

Di la orden rigurosa y fuerte de muerte a Irina, Alexei y Máxim Volkov a toda mi mafia y a mis hombres. Su caza había comenzado y nada me pararía.

El hecho de que dos autos rusos persiguieron a Maia solo me hizo estallar más mi sangre en mil llamas. Era una detonador ver como más gente quería arruinarla, aunque yo hacía exactamente lo mismo. Pero mientras yo viviera y tuviera un pie en esta asquerosa tierra, jamás le pondrían una mano encima.

No bajo mi legado. No bajo mi ojo.

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MAIA

Creo que deberíamos irnos.—le aseguré a Atenea mientras estaba recostada con sus antebrazos en una mesa americana de una especie de cocina enorme de granito negra.

—¿Seguras?—preguntó cuando asentí. Los últimos minutos Atenea nos explico el revuelo de la muerte de Esmeralda junto al accidente de la supuesta novia de Patrick o así la llamaba Atenea.

Sonreí por última vez cuando una chica entró donde estábamos violentamente. Una morena similar a Atenea con rasgos hermosos y conocidos, iba vestida con un conjunto de falda y top beige con una chaqueta de punto negra. Era la misma chica que estuvo con Leonardo en mi baile vigilando o tal vez maldiciéndome del otro lado.

Me estremecí bajo su vista. Aunque no por mucho.

—¿Que hace ella aquí?—preguntó a Atenea ignorándonos como si no estuviéramos.

—Lou...

—Yo traigo a quien mierda se me paré en el culo.—contestó una voz fría detrás mio.

«Mierda.»

Leo había vuelto y no precisamente con su mejor humor. Sentí miedo y no de él, si no de su próxima jugada contra mi. Esto era una guerra que ya quería terminar.

—Leo.—espetó la chica turca, suponía, o arabe.

—Lourdes, ándate.—se presionó el puente de su nariz perdiendo la paciencia mientras apretaba la mandíbula. Era algo común de ver en un molesto gilipollas como el.

—Leonardo que haces.—le volvió a recriminar la mujer morena casi expulsando humo.

—Dijo que te vayas.—abrí la boca sin pensarlo.

—Tú callate.—espetó el italiano cuando rodé los ojos observando a Agatha que estaba seria observando todo. Pobre.

—¿Acaso volvió la mojigata que te destruyó la vida?

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora