Capitulo 12

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Maia Afrodita Zabat

Los ojos me pesan como si estuvieran repletos de cemento en ellos, talvez era por el sueño o por la botella de vino blanco que no resisti tomarme en el yate.

Saco un pie de mis cómodas y cálidas sabanas tocando el suelo que me congelaba eternamente.

Ya era domingo y el último día que tenía para estudiar y recuperar todo de los días que me la pase siendo alguien que no era yo. Me la había pasado dos dias sin rumbo alguno, dejándome llevar y siendo alguien que no me identificaba. Esta era yo, una chica dedicada a entrar a la universidad de mis sueños y nada más.

Me pongo mis botas de casa para no congelarme y con mi pijama de cuadros me dirijo hacia la cocina para comer algo ya que mi estómago ya rugía.

Escucho como rechinan los escalones e intento evitarlo ya que aunque fueran las 11 de la mañana, no quería despertar a nadie.

Me inclino en la puerta de la habitación de mi madre para ver si ahí se encontraba y pues si, una nube de olor a alcohol me choca en la cara haciendo que haga una mueca y ahí estaba con un vestido que se le trasparentaba, con un tacón puesto y las cobijas revueltas por todo su cuerpo. Por lo menos estaba en casa ¿No?

Sigo mi recorrido hacia la cocina y me preparo un café con leche que amaba para ver un capítulo más de "Riverdale". Amaba aquella serie pero nunca me daba el tiempo de verla, siempre deseé tener a alguien como Archie; muy caballeroso y atento con su novia pero pues, es una puta serie y yo nuevamente estaba pensando puras mierdas.

Iba ya en la mitad del capítulo cuando mi taza se notaba vacía y me obligó a pararme para ir a buscar algo de comer. Me decido por unas tostadas con mantequilla de maní y mermelada que tenían una buena pinta pero que en cuanto le doy un mordisco el timbre suena extrañamente.

Con la tostada atravesando mi boca abro el seguro de la puerta para después abrirla de mala gana pensado que era un pedido o algún novio perdido de mi madre pero me llevo la sorpresa de mi vida.

—Dios... parece que llegue en mal momento.— «Puto Leonardo, ¿Como mierda consiguió mi direccion?» abro los ojos como plato al ver su gran figura alta y fornida vestido casualmente frente de mi casa.

—Espera... que... ¿que?— me atraganto con la tostada que tenía en mano y los ojos de Leo se iluminan con una sonrisa.

—He venido a verte, pues... después de todo eres mi "novia" ¿No?— me aclara antes de que le pregunté haciendo el gesto de entre comillas para seguir mostrando sus perfectos y blancos dientes.

—Eso ya fue. Me salvaste en su momento y listo... ¿como conseguiste mi direccion acosador?— me rio ante mis palabras pero vuelvo a comportarme borde, como el.

Tenía mi pijama de cuadros puesto y un par de botones desabrochados y ante esto los amarró desesperadamente para que no se me viera nada por debajo.

—Tengo mis contactos niña ¿puedo?— dice sentándose en el sillón mientras pregunta. «Menudo cabron»—Buen pijama... nada comparado con mi camiseta de "Guns N Roses" por cierto.

«Su camiseta...» me la había robado por parte sin decirle y me lo acababa de recordar. Me pongo roja al instante y para dicimularlo me siento al lado de el para evitar contacto visual.

—¿Riverdale? Menuda mierda.

—¿Perdona? Mierda serás tú... Riverdale es mi serie favorita.— bramó a lo que se le marcan sus hoyuelos de sus mejillas y pasa su brazo por detrás mio.

—No seas mal educada Afrodita. Es mi humilde opinión.— dice volviendo la vista al televisor y le doy otro mordisco al pan que tenía en mis manos mientras sentía como su calor se expandía por mi espalda.

Pasados los 15 minutos que quedaban de capítulo no sabía que preguntar ni decir. Pues un puto mafioso se encontraba en el sillón de mi sala de estar. Y mi borracha madre a 2 metros.

—Si... mmm... ya te tienes que ir.— por fin rompo el hielo caminando hacia la cocina para dejar el plato en el lavavajillas.

—¿Y eso por?— pregunta siguiéndome.

—Porque mi hermana despertara y mi madre también. Así que agarra tus mierdas y vamos caminando.— digo empujándole pero se voltea y en un acto inesperado me agarra las piernas tomándome para después entrelazarlas en su cadera. Me inundaba un escozor y ardor en mi vientre bajo que me hacía desear algo que nunca antes había pensado. Las piernas me tiritaban y mis labios no pedían más que besarlo con todas mis ganas.

—No me digas que hacer o haré lo contrario.— musita en cuanto me apoya sobre la encimera y me deja con los labios entre abiertos esperando muestra de su gran abilidad. Pero no suscede nada dejándome humillada y con una sensación de ardor.

—Mírate. ¿Querías que te besará Maia?— bromea en cuanto le suelto las manos de mi cadera y me bajo apresuaradamente para arreglarme el pijama.

—Menjdo gilipollas. Fuera.— me enojo y le indicó la salida a lo que me responde con una sonrisa.

—Solo si aceptas salir conmigo.— negocia.

—Jamas.— miento.

—Igual nos veremos seguido si niegas. Estaré viviendo aquí por un par de semanas.—«Tiene que ser una jodida broma.»

—¡Salte!—Exclamó abriendo la puerta y el camina pero no sin antes agarrarme la cara para acercarla a sus carnosos labios y plantarme un beso que extrañaba ya aunque lo había visto hace un día.
«Puede que nunca me canse de sus besos...»

—Gilipollas.

—Nos vemos.— dice mientras pego un portazo pero me rio sola de nerviosa cuando la puerta inhibe nuestras vistas.

Me apoyo en la pared pero el timbre me vuelve a interrumpir.

—¡Te dije que te fueras...!—Grito en cuando veo que la había liado. Era Evan. ¿Evan el que me gustaba? Si, y le había gritado.— emm... yo perdon...

—No sabía que no era bienvenido.— dice riendo y su cálida amabilidad inunde la habitación.

—¡No!—Trato de arreglar la situación dándole una señal de que entrara.— pensé que eras otra persona.

—Tranquila, estaba bromeando. ¿Está Agatha?

—Si, le digo que venga.— le digo volteándome para después sentir su mano en mi hombro.

—Yo le aviso.— dice sacando su celular del bolsillo de su vaquero para mandarle un mensaje.

Nos dirigimos hacia los asientos de la encimera de la cocina y le ofrezco una gaseosa en cuanto llega.

—Te ves muy tierna en pijama.— dice en cuanto me pongo roja.— Afrodita, quería pedirte disculpas por lo del yate...

«¿Lo recuerda?»

—Pues te deje sola ya que vi a una mujer pero ese no es el punto. No tuve que haberlo hecho.

—Tranquilo...— «¿una mujer? Que imbecil.»

—Y con eso, quería invitarte a mi cumpleaños el viernes que viene. Estará genial.— Me invita a lo que suelto una sonrisa.

—Estaría genial...— musitó, pues era lo mínimo que podía hacer por mi ¿cierto?

—Llegue tórtolos.— nos interrumpe Agatha en cuando saluda a Evan.— vamos.

—Fue un gusto verte Afrodita.— se despide Evan.

—Maia iremos al centro comercial. ¿No quieres venir?— me pregunta Agatha a lo que le niego con la cabeza y despidiéndose sale por la puerta.

—Joder... día de locos y con suerte son las 1 de la tarde...— exclamó en voz baja para después subir a darme una ducha con esperanza de que me despejara de los embochornosos momentos que había tenido recientemente.

Continuará...

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora