Capitulo 64

3K 207 65
                                    

Pd de Theresa: creo que este es mi capítulo favorito. Agarren algo rico para comer, pónganle play a la música anclada y a leer!

 Agarren algo rico para comer, pónganle play a la música anclada y a leer!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

MAIA

Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.

De nuevo.

Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.

Una vez más.

Uno. Dos...

—Joder.—susurré cuando Jazmín me interrumpió mi cuenta de números para no perder el conocimiento.

Me golpeo en las costillas sintiendo un agudo dolor en ellas. Solté un escupo donde logré divisar mi sangre burdeo, casi como si advirtiera que ya me iría llegando mi final.

Aquella droga estaba haciendo alusinaxiones, sueños, dolor interno por cada hebra de músculo de mi cuerpo, cada recorrido de mis órganos, cada respiración dolía.

Preferiría estar muerta a estar con aquella mierda dentro de mi que me recordaba lo jodida que estaba. Ardía. Quemaba cada vena por la que pasaba.

Llevaba seis horas con aquella cosa en mis pulmones. Y cada minuto que pasaba me veía más al borde del abismo. Cada vez me desvanecía más de fatiga. Cada vez mis pensamientos ya no eran coherentes. Cada vez pensaba más y más en lo que me iría a perder por morir aquí.

No solo podía fallecer por la droga, si no por alguna falla pulmonar por los mililitros que metían en mis pulmones perforándolos por fuera.

Neumonía. Infección. La droga. Ahogarse. Hemorragia. Infarto. A golpes.

Muchas posibles muertes seguras.

Observe mis brazos mientras me costaba alzar los ojos. Donde diferentes heridas abiertas hechas por la navaja estaban latentes. Perdí la cuenta de cuántas tenía dibujadas en mi piel blanca.

—Llevas...—miró su reloj—Veinte horas. ¿Algo que quieras hacer estas últimas cuatro horas?

—Me gustaría matarte, pero bueno.—me mire a mi y moví las cadenas amarradas con cuero.—No puedo hacer mucho.

—Mucha gente quiere matarte a ti, escoria.

—Lo se. Es lo más divertido de todo.—contesté pensando en la FBI, en como en su momento Leonardo lo quiso y en como la mafia rusa me quería.

Ahora yo era la enemiga. Pero a la vez la más indefensa.

Fue lo último que dije antes de sentir arcadas en la garganta y terminar escupiendo bilis con sangre en el suelo de cemento gris ya manchado en algunas partes con las gotas de sangre que corrían por mi cuerpo.

Solo pedía al cielo que Agatha estuviera lejos de esto. Que mi madre ojalá siguiera borracha para no enterarse que su hija estaba al borde de la muerte. Que Leo no me viera así. Y pedía internamente morir rápido.

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora