Capitulo 30

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Maia Afrodita Zabat.

—Tengo algo que mostrarte.—musité en cuanto estire mi brazo hacia la cabina de atrás donde estaba mi bolsa. Ya habíamos llegado a casa y para mi suerte el auto de mi madre o el de Agatha no se encontraban a la vista.

—¿Ah si?—respondió con su sonrisa juguetona en cuanto se bajo del auto y bordeó por frente mío hasta llegar a mi puerta y abrirla haciendo una reverencia.—¿Cual es esa?

—Es algo...—respondí tratando de buscar excusas para que entrara a casa conmigo y no me dejara sola nuevamente.

—Más vale que ese algo empiece con "Be" y termine con "Sos".—se bufó mientras bajaba del carro riendo como estupida por sus bromas y juegueteos.

Imgresamos a casa en cuanto pude insertar las llaves en la renura donde tire mi bolsa al sillón y las llaves al meson. Estaba volviendo a hacerme una coleta con otra liga dirigiéndome al refrigerador por un refresco cuando los fuertes y grandes brazos de Leo me rodearon la cintura por detrás mío agachándose un poco por mi altura apoyando su barbilla en mi hombro.

—Pasaron dos dias, pero ni se que me haz hecho para que te extrañara tanto.—susurro contra mi oído erizándome la piel, en cuanto me giro hacia el en un ágil movimiento quedando cara a cara.—¿Segura que no hiciste un amarre?

—Segura.—respondí a su suposición en cuanto agacho su cabeza dándome un tierno beso.

—Entonces... donde esta mi algo.—se separó de mi con mis labios todavía entreabiertos esperando más.

—Eso puede esperar.—musité sonando más que necesitada tirándome encima de el y besándole agresivamente como el en sus comienzos lo había hecho. Sus manos pasaron de mi cintura hacia mis muslos y su boca se deslizó suavemente a mi cuello dando besos suaves en mis clavículas. Sus manos me tomaron de las piernas y me subió al meson de isla de la cocina en cuanto con sus grandes manos me empujaba la espalda contra su vientre, entrelazando mis piernas temblantes a su cadera. Sus labios no dejaban de rozar mi cuello, haciéndome estremecer de deseo con las hormonas en el cielo. La sensación de una presión en entre nosotros pidiendo más era horrible y algo que nunca había experimentado antes, haciendo que me acelerara más. Convenientemente sus manos se guiaron hacia mi camiseta y tomándolas por debajo donde lucho un poco pero en dos segundos la agarro por medio todavía puesta partiéndola en dos y la siguió rajando haciéndole un hoyo entremedio para luego terminar de hacerlo y tirarla lejos dejándome únicamente en sujetador y leggings.

—Síndrome del impaciente.—susurro divertidamente mientras le desabotonaba su camisa negra que me traía viéndola desde que le vi en la escuela.—Te compraré otra.

Luche un poco con los botones de su camisa pero al lograrlo la deslice por su suave torso rozando las yemas de mis dedos en su vientre hasta llegar a bordillo de sus vaqueros, viendo cuánto había extrañado sus tatuajes, su olor o sus caricias. Sus labios s habían centrado nuevamente en los míos jugando sin descanso mientras mordía mi labio inferior cada tiempo. Mis manos bajaron hacia su cinturón donde lo desabroché y empecé a tirarlo con fuerza arrancándoselo. Entretanto las suyas subieron por mi espalda desnuda y se encontraron con el broche de lo único que me quedaba en el torso mientras mordía y besaba por encima de mi sujetador. Pero repentinamente unas llaves sonaron a apenas unos metros de nosotros indicando que alguien había llegado.

Nos separamos bruscamente y me baje de un salto del meson mientras Leo recogía su camisa para luego señalarle que corrieramos cuesta arriba.
Subimos las escaleras y cuando ya estábamos libre de ser vistos escuché como la puerta se abrió, mientras nos metíamos en mi habitación.

—¡Estoy en casa!—la voz de Agatha resonó por la casa mientras daba un suspiro por que no fuera mi madre. Corrí hacia mi montón de ropa y saque una vieja sudadera mientras le indicaba a Leonardo que se pusiera su camisa forzando una mala cara con pucheros.

—Que conveniente.—susurró en cuanto me arregle el cabello que llevaba alborotado por la escena anterior.—¿En que estábamos? Ah si, en esto.

Se acerco sin avisarme poniéndole seguro a la puerta en un flash mientras una de sus manos me apretó mi espalda hacia el y la otra se encontraba muy cercano a mi ingle.

—Leo... Esta Aga en casa.—susurré casi dándome por vencida mientras mi cabeza cayó en su hombro.

—Me vuelves loco Maia.—musitó todavía acercando más su mano hacia mis pantys. Pero juntando fuerzas de voluntad me separé viendo lo potente y prendido que estaba el.

—Tengo que bajar.—le hable mientras hacía una mueca como niño pequeño.—Estábamos durmiendo si preguntan. ¿Esta claro?

—Está bien.

Por fin saque el seguro un poco agitada y todavía con mis piernas temblando en cuanto bajamos las escaleras viendo a Agatha con Evan en la cocina sentados comiendo macarrones con queso instantáneos.

—Leo... no sabía que estabas aquí.—Agatha no le importó mucho a su presencia en cuanto su cubierto se le resbaló de las manos y giró la vista hacia el donde estaba pero mi camiseta rota estaba al lado. Sus ojos casi se salieron de órbitas en cuanto la corrió con el pie más lejos.—Que estaban haciendo.

—Durmiendo.—Leo se adelantó mientras se apoyaba a la encimera y sacaba un vaso para luego llenarle de agua.—Tanto sueño me agito, me dio sed.

Me sonroje al instante mientras tomaba el vaso de una vez y lo volvía a dejar en el lavadero.

—Hoy vamos a ver películas.—Evan se metió amablemente un poco incómodo mientras terminaba su comida.—Pueden ver con nosotros si quieren.

—¡Yupi! Noche de películas. Pero para mi desgracia tengo cosas que hacer.—Leo dijo sarcásticamente mientras caminaba hacia la puerta agarrándome de la mano.—Tú cama es esplendida. Soñé maravillas en ella.

Exclamó adrede para ponerme nerviosa en cuanto me planto un beso riendo y se fue por la puerta mientras cerraba y Evan quedaba con los ojos saliendo de su órbita.

—¿Estás con Leonardo Romano?—preguntó atónito.

—Si, pero no.

—Maia puedes sacar la olla para palomitas por favor.—forzó sus palabras más de lo normal mientras fui apresuradamente a un cajón al otro lado de Evan donde no veía y el pie de Aga me tiro la camiseta rajada. La tire rápidamente a la basura mientras saque el envase y se lo pase a mi hermana.

—Vuelvo enseguida. Tengo que cambiarme esta ropa sucia.—musité en cuanto ellos se paraban a limpiar un poco su desorden.

***

—Llegue.—exclame en cuanto me había puesto unos short con una camiseta blanca con escote en la espalda. Estaba de lo más cómoda y agregué unos calcetines largos para el frío.

—Estábamos a punto de comenzar.—Evan rio mientras se sentaban en el sofá y yo me senté en frente en el tapete de ellos apoyándome al sillón.

—¡Dios! ¡Maia! Que te sucedió.—pregunto Agatha preocupada.—¡Tu espalda! Tiene un moretón enorme.

Enseguida el momento en la escuela donde mi espalda se estrelló contra los casilleros todavía en brazos de Leo se me vino a la mente. Tuvo que ser un golpe duro...

—Nada.—musite en cuanto sentí un poco de molestia.—Me caía del asiento en clases.

Continuará...

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora