Capitulo 19

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Maia Afrodita Zabat

Abro los ojos y saco los pesados brazos de Leo que estaban por encima mío. Al voltearme veo como su rostro relajado me sacaba pequeñas sonrisas mientras entraban pequeños rayos de sol por la ventana.

Reviso mi celular y eran las 7:30 a.m. tenía 30 minutos para alistarme e irme a clases.

Involuntariamente mi mano se acerca a su rostro y saca un mechón de su cabello que le interrumpía y me asusto al ver que abre sus ojos.

—Te encanta mi cara, ¿no?—se bufa y ruedo los ojos para salir de la cama. Levantándome mareándome un poco me dirijo hacia el closet en busca de ropa.

—Ya quisieras. Te crees matador y no matas a nadie.—Miento.

—¿Estás segura?—su calor inunde mi espalda mientras estaba buscando en el closet y bajan por mi estómago, admirando su camino veo como llegan a mi pelvis y me empujan hacia el.

Consciente de que estaba en bóxer sus manos bajan más y una de ellas se encuentra con la zona que me ponía con nervios en el cielo. Posa toda su grande mano por ahí haciendo que mis piernas tiritasen para después darme cuenta que su bóxer estaba hecho una tienda de campaña.

—Tengo clases...—susurro entre jadeos que parecen prender más la situación aunque no lo quería.

Aprieta suavemente que hace que me muerda el labio en busca de un alivio para después bruscamente bajar el tirante de los leggings que llevaba dejándome en ropa interior y con las calzas a las rodillas.

Sin bajárselas por completo y todavía tiritando pensando que podía caer en cualquier minuto, su mano se cuela por debajo de mis pantys haciéndome soltar un resoplido, así encorvando mi espalda más hacia su pelvis que estaba por explotar.

—Joder Afrodita...— uno de sus dedos toca un punto en mi que hace casi caerme pero con la otra mano móvil de Leo me toma abrazandome evitándolo.—¿Te gusta tanto como cuando te lo haces?

—¿Que?—pregunto quqnue no para sus movimientos circulates en mi.

—¿Nunca te lo han hecho?—pregunta a lo que niego y baja más. —¿Y tú sola?

Vuelvo a negar y esta vez me besa el cuello mientras haciendo que me apoye a las cajoneras. Cada vez que lo hacía mi espalda se encorvaba más y sus besos aumentaban la velocidad haciendo que me agitara como nunca antes.

—Eres tan inocente.—susurra pegado a mi cuando me voltea sacando su mano de mi zona y agarra la mia para bajársela a su bóxer que había aumentado de tamaño.

Nunca había hecho esto ni sentido aquello pero cuando iba a atreverme, unos toques en la puerta hacen que me asuste y me suba los leggings.

—Hija estoy en casa.—la voz cansada de mi madre suena y abro los ojos como plato.

—Voy saliendo.—gritó mientras sin importarme la prescencia de Leonardo me saco los leggings y la camiseta para ponerme mi uniforme mientras el vestía de igual forma.

Vuelvo a hacerme una coleta y agarro mi mochila seguido de la mano de Leo. Abro delicadamente la puerta examinando el pasillo y sin ver a nadie salgo con Romano arrastrando. Bajando las escaleras no visualicé a nadie pero casi llegando a la entrada veo a Agatha con las manos en la boca intentando no gritar mientras veía a nuestro invitado.

—Hija sabes donde...—mi madre entra por la puerta y Agatha con los ojos fuera de su órbita, corre donde ella y la voltea llevándosela.

—Sabes mamá, tengo que hablar algo contigo muy pero muuuy importante.—Ágatha me salva el pellejo y se va con ella.

—¡Corre!—le gritó a Leo mientras corro hacia la puerta y salimos corriendo.

—Wow eso fue...—dice riendo pero le interrumpo.

—Arriesgado.—le contestó mientras recobró el aliento de aquel asusto.

Apenas recobró el aire veo como Leo saca un cigarrillo y lo prende caminando hacia su negro auto que estaba aparcado cerca de casa.

—¿Te vas?—Pregúnto buscando más tiempo con el. Estupido pero lo deseaba.

—Si. No tengo que hacer aqui.

—¿Como?

—Nada pues... un gusto pasar la noche contigo pero fue porque no tenía donde ir.—dice agarrando unas gafas de sol redondas para ponérselas y tirar un poco de polvillo de cigarro al aire.

—¿A donde ir? Eres un puto millonario estoy segura que si tenías donde ir.—bramó molesta. No me gustaba que me mintiera así y de un momento a otro cambie de un completo capullo a un amante y buena persona.

—¡Bingo! Tenía que venir y aproveché. Nada más.

—¿Aprovechaste? ¿De que?

—Tenía que explicarte lo de Patrick Ledger. Lo cual no hice.—dice riendo como imbecil.—pues me distraje con otras cosas...

Dice mirando mi falda, mejor dicho la falda de Agatha y tomo mi sudadera negra que llevaba en mis manos amarrándomela a la cintura.

—Para terminar esta hermosa velada; los ledger tienen su junta este sábado. No hay excusas aceptadas así que vas.—ordena nuevamente, cosa que odiaba.

—Dios ¡no eres mi puto padre!

—Pues dile que te eduque bien entonces .—se ríe pero no sabe lo que había pasado realmente. Cambio mi expresión y el continuamente notando que había tocado un tema delicado.

—No tengo padre gilipollas.—una pequeña lágrima de cuela en mi boca dejándome un sabor salado.

—Yo...—veo como se traba al hablar y cojo mi mochila poniéndomela en los hombros.

—Ya esta.

—Te recojo el viernes. Lleva la carta.—musita incómodamente y abre la puerta de su carro para irse y dejarme parada sola.

Sería un largo día y una larga semana...

***

—¡Por favor!—Rena me suplicaba en clase mientras estaba concentrada lo que el señor Jones pasaba en la pizarra.

—No, me humillo con cosas íntimas y no pienso ir.—le aclaro.

Ya era viernes por la tarde. Había estado toda la semana concentrada y sin distracciones de gilipollas, cosa que me alegraba por parte.

Hoy caía la fiesta de Evan, a lo que no quería ir debido al inconveniente de mi diario, pero Rena, mi mejor amiga, no paraba de suplicarme para que fuera. La verdad si me apetecía ir pero el simple hecho de verlo a los ojos se me helaba la piel...

Empiezo a tomar apuntes ignorándola, trataba de estar concentrada en cosas más benéficas para mi que estupidas fiestas y chicos.

Leo tampoco me había hablado ni llamado desde el Martes donde se quedó en mi casa luego del desastre de fiesta que organizó Agatha. Una parte de mi se alegraba no haber lidiado con el, pero la otra anhelaba que me escribiese aunque sea un simple hola, pero ese mensaje nunca llegó.

—Te lo ruego.—Rena sigue hablando frenéticamente a lo que le dirijo la mirada.

—Pero...

—Ustedes dos atrás. Callaros.—el profesor Jones nos calla y se nos sale una risa.

—Bueno.—accedo ante los ojos de Rena.

—¡Por favor vamos! Espera... ¿que dijiste?—me mira con sus ojos iluminados a lo que me rio.

—Vamos a esa estupida fiesta...

Continuará...

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora