Capitulo 14

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Maia Afrodita Zabat

Pongo pestillo en la puerta y procedo a sacarme la ropa cómoda que llevaba para meterme en ese incómodo vestido.

Me detengo en ropa interior y noto que mis prendas eran vergonzosas... simples y sin gracia. Aunque no tenía necesidad de mostrarla, me percaté de aquel detalle.

Sigo subiendo aquel vestido que dejaba deslumbrar mis bronceadas piernas con el tajo que dejaba a la vista un poco más pero me lo tiro hacia abajo por incomodidad.

Me suelto el pelo de la coleta llevaba y saco el pestillo a lo que entra Leo nuevamente y se sienta en la cama.

Saca su móvil y yo conecto la plancha para el cabello en un enchufe cercano al espejo largo que estaba en mi pared. Me siento y procedo a arreglarme el manojo de cabello que llevaba.

—Te ves hermosa como sea.— me interrumpen sus palabras a lo que casi me quemo la oreja.

—Gracias.— digo mientras trago saliva. Hasta su más mínima palabra me paraba los pelos de punta.

Al terminar me aplico rímel y un labial nude ya que no estaba dispuesta a hacer milagros sobre mi cara y le doy una señala a Leonardo que estaba lista.

Eran las 9 de la noche y bajando las escaleras dificultada por los tacones que llevaba veo como mi madre esperaba en la sala de estar viendo la televisión.

Me mira y no hace más que darse la vuelta para seguir. Mejor, ya que yo tampoco tenía fuerzas para discutir con ella.

Agatha se había ido a la casa de Rena en la tarde, así que no tuvo que toparse con tal escena...

Salimos de la casa y el frío me pega de golpe haciendo que tiritara levemente. Correnos hacia un carro gris que marcaba de "Range Rover" en su capo y poniendo el aire caliente a tope arranca el auto.

***

—¿Cédulas de identidad?— nos pregunta un hombre alto con gafas y un resorte de cable que llegaba hacia su oído.

Apenas llegamos habíamos pasado al lado de la larga fila de aquel club que fuimos. Estaba repleto, metros y metros de fila con hombres y mujeres con mala cara. Nosotros en cambio, pasamos caminando a largo paso hasta llegar a la puerta sin esperar.

—Soy el dueño.— «¡¿Que?!» el hombre se baja los lentes y abre los ojos como plato para abrir el cordón de terciopelo y darnos la bienvenida.

—¿Dueño?— preguntó en cuanto ya estamos dentro.

—Si niña. Estamos en "Casa Nostra". Además, de nada, que tienes 17 y es ilegal que estés aquí.— tenía razón pero no se la daria. «El famoso club...»

—No los aparento.— digo a lo que me mira sarcásticamente y pasamos por un montón de gente cerca a una barra.

Había gente muy ordenada tomando cócteles en la barra o en las diferentes mesas dispersas por la planta, y otro tipo de personas tomando como si no hubiera un mañana y bailando como si se hubieran tragado 10 energéticas.

Todavía tirante por el gran brazo de Leo, nos dirigimos a un pasillo donde estaban los lavabos y más allá habían unas escaleras con otro guardia más.

Leonardo le estrecha la mano y después se dan un golpe de hombros amistoso que hace que sonríe levemente. No lo había visto así de amable con nadie antes y me causaba una sensación de alegria su estado de ánimo.

Nos abren nuevamente un cordel y subimos delicadamente las escaleras para no resbalarme con esto tacones que me llevaban la contraria. Al subir noto que la música se escuchaba más levemente que en la pista y el olor a sudor con alcohol ya no existía en aquel piso. Habían camareros en una especie de sala con un vidrial con vista a la pista y al DJ, mientras sillones y mesas bajas rodeaban la zona.

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora