Capitulo 45

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Maia Afrodita Zabat

—Es hermoso.—susurré mientras los granos de arena se metían entre mis dedos de los pies haciéndome cosquillas.

Habíamos venido a la costa aprovechando de que no estaría ni lo más mínimo con gente debido a la hora, a penas las nueve de la mañana. Evan condujo casi veinte minutos hasta llegar y sacó una manta que traía en el baúl para ponerla en la arena blanquecina y acostarnos en ella.

Me contó que había pasado las últimas semanas en el instituto mientras mi cabeza volaba por las nubes. Agatha esta considerando tomarse unas vacaciones sabáticas antes de irse a la universidad, cosa que no me sorprendió porque me pareció escucharlo antes viniendo de ella. La profesora de biología estaba siendo acortejada por nadie más que por el director Hugh de la escuela en plena lección donde les sacaron una foto y Evan no dudo en mostrármela mientras sonreía. Cole estaba más calmado, andaba tomando menos alcohol y gracias a una paliza de Dimitri hace unas semanas ha dejado de amenazar o contestar a la gente agresivamente.

Me sorprendí a la cantidad de noticias mientras una leve brisa chocaba contra nosotros. Me había sacado la sudadera y me la había puesto de almohada mientras que mi blusa estaba desabrochada un poco más abajo de lo usual. Evan por su parte se cambió a ropa deportiva ya que esperaríamos hasta la hora del juego para volver a la escuela y apoyarle en su jugada.

Se apoyó en sus antebrazos para miramos mientras yo seguía observando lo amorfas que eran las nubes que pasaban bailando por encima nuestro.

Por primera vez en un largo tiempo sentí paz, no alivio ya que cada cosa que observaba me recordaba al mafioso Italiano, pero este ambiente me calmaba. El sonido de las olas reventando, la risa melódica de Evan y la brisa suave y cálida costera. Era de lo mejor.

—Te debo unas disculpas.—susurró cuando voltee únicamente mi mirada observándole sus ojos verdes brillantes ante mi. Sonreí aunque no sabía el porqué.—Por haber leído tu diario...

—Ah. Eso.—respondí con una cara de póquer. Se me daba bien hacer esta expresión aunque el también se merecía su disculpa aceptada.—Fue hace mucho tiempo, no siento lo mismo. No te preocupes...

Callo por unos segundo cuando se sentó en la manta mientras yo seguía recostada observándole. Si era guapo y atractivo, algo que me había conquistado antes de conocer al otro, pero su personalidad jamás me la imaginé de esta forma. Me miro cautelosamente cuando se volvió a recostar de ante brazos pero esta vez rozando sus bíceps con mi cintura.

—¿Eso significa que ya no deseas besarme?—pregunto con una sonrisa pícara mientras yo me sonroje inconscientemente. Tal vez la antigua Maia seguía escondida por alguna parte y con el tan cerca se encendía aquella sección de mi. Solté una carcajada.

—¿Eso que significa?—le respondí evitando su pregunta. Si, me gustaría saber como nuestros labios chocaban por simple diversión, pero no más que aquello. Por una simple distracción.

Su mano empezó a rozar mi cintura mientras subía hasta mi mentón. Voltee apoyándome en un lado de mi cuerpo mientras le observaba sus tácticas de flirteo. Sus ojos estaban encendidos en llamas de calor cuando no me beso, si no, su mano siguió bajando por mi cuello hasta encontrarse con los botones de mi camisa. Miro hacia los lados para luego volverse a mi sonriente.

—¿No hay nadie?—pregunté un poco sacada de lugar por las precipitadas acciones de Evan. Todavía no me había besado pero resultaba que esto si era excitante y quería saber donde terminaría.

—¿Crees que dejaría que alguien más te vería así?—respondió cuando con un ágil movimiento arrebato un botón con una mano cuando se fue hacía mi cuello y beso cálidamente dejando un beso húmedo en mi piel. Me retorcí levemente cuando sacó otro botón y otro beso callo en mis clavículas. Otro botón más y un beso en la mandíbula. El último botón y un beso en las comisuras de mis labios. Me observo antes de pasar su mano por mi vientre hasta llegar a el otro extremo de mi cintura acercándome a él todavía a costados. Posó su manos por detras de mi espalda agradeciendo que mi nueva costumbre de llevar ropa interior femenina no se me había ido.

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora