Arrancando el auto, Leonardo no me dirige ni palabra ni la mirada hasta llegar al gran portón negro que nos dividía de su casa.
—En la madrugada, a las 4 a.m sale el yate nuevamente.— dice en un tono más suave del que esperaba.—No iré contigo, pero me aseguraré de que llegues bien. Llegarás a las 8 p.m...
No le doy ni gracias cuando me bajo del auto, casi trotando, para entrar directo a la habitación con mis pertenencias. Incluso esquivo a Darío el gorila y a Gian que esperaban con ansias nuestra llegada.
Apenas entro me saco los tacones en la entrada de la casa se los paso abruptamente a Gian que esperaba en la puerta y lo empujó con la furia hasta el cielo dejándolo estampado en la pared.
—Diablos...— dice Gian entre risas.— ¿Que hizo señor para que estuviera así?
—No te metas Gian.— escucho por detrás y no evito aguantarme una risa por Gian pero sigo caminando hacia la habitación.
Ya descalza entro y cierro con pestillo la puerta para evitar interrupciones del señor gilipollas mientras me desató el vestido y lo guardo delicadamente para ponerme un pijama.
«Espera... mierda»
No había comprado un pijama alguno, y no tenía con qué pasar la noche.
Armándome de valor me pongo una bata y voy donde Leo pero con la mirada seria y directa le tocó la puerta fuertemente.
—Gian te dije que no me preguntes...— dice abriendo la puerta pero le interrumpo.
—No tengo pijama, ¿me prestas algo?
—Si claro pasa.— me dice abriendo la puerta mientras cruzo los brazos.
Estaba sin camisa, la que llevo a la gala estaba tirada en el suelo. Solo tenía sus pantalones de vestir y una copa servida en su mesa.
Se encamina hacia el vestidor donde tenía toda su ropa y me dejó recorrerle toda su espalda con la mirada mientras veía como se contraían y relajaban aquellos músculos.
Se veía que cuidaba su imagen ya que estaba fornido y pareciera que no tenía ni una gota de grasa corporal.Tenía un tatuaje que recorría parte de su espalda izquierda, habían muchos acumulados pintando su morena piel; reconocía una águila, unos trazos, un árbol seco y más.
Se voltea y los tatuajes le siguen como enredadera por el brazo y por el pecho terminando en su pectoral.—Toma.— me dice entregándome una camiseta de "Guns N' roses" negra con una cruz morada que la trazaba con calaveras y encima el nombre de la banda en un listón dorado.
—Wow... fanático de rock al parecer.— digo rompiendo la tensión mientras enrollo y estiro la camiseta en mis manos.
—Desde pequeño.— suelta una tímida sonrisa. «¿Leonardo Romano tímido?»
—Bueno gracias.— musitó antes de salir.
—Espera...— me para antes de partir.— Perdón por haber sido un capullo. Solo que no estoy acostumbrado a convivir con mujeres.—«¿Que?»
—Pero si eres Leo, ¿El conquistador de mujeres?
—Si, pero solo por unas horas y después las olvido comoletamente. No tengo buen trato con ellas.— A eso le llamo hipocresía.
—Bueno, gracias por ¿intentarlo?— digo entre pequeñas risas y el se acerca para levantarme la barbilla y mirarlo hacia arriba por su altura.
Sus ojos me penetraban como nunca antes alguien lo había hecho:—Fue... bueno tenerte aquí.— susurra para ver cómo sus pupilas dentro de aquel círculo verde se expanden.
—Gracias por todo.— digo mientras su mano baja hacia mi cintura y me apretaba a su desnudo y rallado pecho.
Junta sus labios con los míos haciéndome desear más a pesar de estar furiosa, entrelazo mis manos por detrás de su nuca y me apega más a él sintiéndome extasiada por su tacto.
Se despega por falta de aire y veo sus enrojecidos labios:— nos vemos Maia.
Se separa de mi de un momento a otro y paso de estar en llamas a intentar comprender su lejana actitud. Más dudas y confusiones caían sobre mis hombros.
«¿Esto es un puto juego verdad?»
Leonardo era el hombre que cada chica deseaba y yo como ninguna, cai en sus retorcidos juegos y encantos. Arrepentida de aquel momento me vuelvo a mi cuarto para después pasar la camiseta inundada con la fragancia mezclada con sudor de Leo por mis hombros.
En bragas y camisa, adentro mis piernas a las sedosas sábanas y realizó que hasta aquí había llegado mi aventura.
***
—Ya bajo.— le dejo saber a Gian esperaba hace 20 minutos fuera de mi puerta.
Eran las 3:30 de la madrugada y con suerte había dormido un par de horas.
Apenas abrí mis hinchados ojos por falta de sueño me resigné a sacarme la camiseta de Leo y solo me puse unos pantalones de cuero negro con unas zapatillas cómodas.
Ya con una maleta nueva, la cual no había traído de un comienzo, agarro la bolsa que estaba encima de la cama y las gafas para enfrentarme a un viaje de 4 horas.
Bajo las escaleras a pasos pequeños sin despertar a Leonardo, no quería verlo a altas horas de la madrugada y menos con el trato amor-odio que llevábamos.
Me subo al auto con Gian y nos llevan al yate donde empezó todo.
Gian me estaría acompañando como Leonardo le indico para que no pasara nada en el trayecto y se asegurara que estuviera sana y salva cuando llegue a Grecia.
Apenas toco el gran bote me dispongo a ir a la habitación de Romano donde me había dormido un día atrás. Abro el picaporte y veo como había una cubeta con hielos y una botella de vino blanco.
Por si no concilias el sueño, así será todo más fácil.
Decía una pequeña etiqueta y al reverso marcaba las letras "Leonardo".
Era un gesto muy amable y chistoso por parte ya que debido a la falta de conocimiento hacia mi no sabía que no era chica de beber. Pero corriendo aquellos gustos personales de lado, agarro dos copas y las sirvo a la mitad para entregarle una a Gian que se veía agitado de igual manera.
—Eres una buena persona Maia.— musita mientras me sentaba en la borda con el viendo la estrellada, fría y oscura noche.
—Gracias Gian.— le digo levantándole la copa para chocarlas entre sí como una especie de brindis sin razón.
—Leonardo es así...— «¿Que habla?»—Ser distante e impulsivo va con el, nunca había tratado a alguien como lo hizo con usted señorita.
—Dime Maia por favor.— le pido mientras trato de descifrar lo que quería llegar a decir.
—Pues, le comentó esto debido a que es obvio que fue capullo, con todo respeto.— dice disculpándose por su vocabulario a lo que doy otro sorbo entre pequeñas risas.
—No tienes porque disculparte.
—Creo que deberia por parte del señor Romano, no puede tratar así a alguien menos a usted. Se le veía en los ojos de el, el brillo cuando se quedaba mirándola.— «¿Se habrá emborrachado?»
Ante tal palabras caemos en risas y me termino la copa de golpe dejándola en la pequeña mesilla de vidrio en frente de nosotros para después pararme.
—Descansa un poco Gian.— le digo dándole una palmada en su hombro para después irme a dormir las horas que tenía por delante.
Continuará...
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Sombras que aman (borrador)
RomanceSAGA SOMBRAS - Libro I (Completo) «Mafia, ¿que es la Mafia? ¿Y que lo hace tan interesante...? No lo sabía y la verdad tampoco me interesaba en esta altura. Mi vida cambio de un segundo a otro el momento que pise el club "Casa Nostra", al ver al 1.8...