Capitulo 5

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MAIA

Un fuerte estruendo me hizo abrir los ojos de par en par repentinamente pegando un salto en la colcha y sentir las cálidas y suaves sabanas de la cama de Leo envolviendo mi piel sudada donde me había recostado hace un par de horas atrás. Dormí genial para decir la verdad, era como dormir sobre las nubes si se me permitía comparar.

«¿Ahora que?»

Como reacción me paré rápidamente arreglándome la camiseta roja de Leo viendo como se abría la puerta de entrada con hostilidad.

—Llegamos.—era Leonardo vestido de una diferente manera que la noche anterior. Llevaba unos pantalones a cuadros escoceses blancos con negro y una camisa manga corta negra desabotonada marcando Lacoste en su pecho, que llegaba hasta sus pectorales dejando ver su pecho y la tinta que inundaba su piel en el lado izquierdo. Todo eso lo complementaba con su reloj, una cadena aparentemente de oro, unos zapatos que se veían de buena marca similares a unas alpargatas y unos lentes de sol posados en su nariz. Pero su tono sarcástico sonriente había desaparecido y únicamente me observaba con indiferencia.

«Joder...»

—No tengo ropa para bajarme.—recordé al verle tan elegante mientras que yo estaba deshecha en mierda y en la camiseta enorme viéndome la camiseta roja que me había entregado. Me llegaba hasta la mitad de mis muslos.

—Maia, es fácil hacer ver algo bien— se bufó buscando unas cosas en sus cajoneras que suponía que tendrían ropa en cualquier lugar que abriera y me pasó un cinturón grueso con una hebilla dorada G, unas pulseras similares a las de el pero más estéticas, mientras rezaba para que fueran suyas y no de cualquier tipeja de por ahí, y unas gafas redondas recordándome a las épocas hippies aunque estas eran preciosas.—. Ponte esto con la camiseta, que te queda enorme y tus tacones, te verás como modelo. Será como un vestido.

—Gracias.—dije con hilo de voz al ver que estaba distante. Pues lo comprendía, ¿no todos los días una chica rechaza a un millonario no?

Procedí a seguir las instrucciones que me dio Leo y sorprendentemente me quedaba todo como si fuera outfit planeado. La camiseta roja me llegaba hasta los muslos un poco más arriba de mis rodillas, el cinturón me acentuaba mis curvas y los accesorios daban aquel toque de estilizaba. Su mirada me recorrió de arriba hacia abajo deteniéndose en mis piernas cuando terminaba por poner es mis tacones de la noche anterior. Me estremecí y mi cara se encendió en colores.

Era extraño pensar que hace dos dias me vestía con chándales y camisetas triple L gastadas o antiguas de mi hermana para vestir y ahora sin más lucia una camiseta más cara que mi riñón izquierdo. Para que decir las gafas, si las llegaba a romper iría a embargar mi casa.

—Ya vamos.— reclamó mientras me agarraba bruscamente la muñeca a lo que solté un gruñido ahogado gracias al dolor que me provocó recordando la noche anterior cuando me marco el cuello. ¡El cuello! Debería comprarme maquillaje para aquello...

—¿De nuevo jugando a la esclava, no?— pregunté a lo que me timoneó más fuerte como si fuera un puto perro cuando por fin vi la luz de el día con una hermosa ciudad frente mío. Aunque prefería que me pegara tirones a que me amarra las manos y amordazara como usualmente se veían las víctimas de la banalidad.—Dios...

—Sisi, linda la ciudad y todo. Vámonos—espetó burlándose ante mi reacción para después bajarse al puerto de piedras blancas pintadas largo hasta la playa de arena blanca cubierta por montañas con construcciones en ellas, me vi complicada ante la distancia de el bote con el muelle debido a que estaba en tacones mortales.—. Muévete Afrodita.

Me apuró pero me complique más e intentando bajar vi como rodó sus ojos azules como el mar por debajo nuestro y me agarró por la cintura tomándome en su brazos para después posarme en tierra firme como si fuera un palo más de dos gramos. Había gente musculosa y buen moza, y Leonardo que cumplía con todos los estándares de los Anubis.

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora