Capitulo 18

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Maia Afrodita Zabat

Tiro mi celular lejos de mi y agarro una almohada pequeña para taparme la cabeza con ella. Ya era de noche y la cabeza me estaba matando.

No había forma de que iría a un Casino, ¿verdad?

Todo esto me tenía muy confundida, Leonardo, Patrick y Evan... ¿porque tuvieron que aparecer los tres al mismo puto tiempo?

A punto de gritar contra mi colcha me suena el teléfono como mensaje y estiro la mano hacia atrás para encontrarlo. Me arreglo un poco el cabello y desbloqueo el móvil para ver aquel mensaje que aparentemente era de Evan.

Wow... segunda vez en el día que te veo en bragas.—Evan

«¿Pero que?»

Confundida levantó la mirada y por la ventana veo a Evan haciendo un gesto de saludo riendo como siempre con su estupida pero hermosa sonrisa que me derretía por dentro.
«Mierda»

Salgo disparada de la vista de la ventana y bajo la cortina para después taparme la boca de lo sorprendida y echar una risa nerviosa.

Todavía en mis pintas me amarro el cabello que ya me traía loca y abro el picaporte de mi puerta para ir en busca de Agatha y informarle que Evan estaba fuera. Seguramente venía por ella, pues son mejores amigos.

—Chica en pantis alert...—escucho una voz de hombre en cuanto me volteó rápidamente y veo a unos chicos y chicas mayores con vasos rojos en las manos viéndome riendo y boquiabierto.—¡Que premio!

El chico rubio con una sudadera gris exclama viéndome sigilosamente y el pánico se apodera de mi de un tiro. Corro de vuelta a mi cuarto cruzando el pestillo en ella. Me pongo unos leggings negros y una sudadera negra igualmente posando la capucha de ella en mi pelo alborotado para salir nuevamente.

—Chica bragas, ¿por que te vas?—me toma el brazo aquel tipo y lo miro asustada.

—Se llama Afrodita, ahora déjala.—Evan llega por detrás y le agarra la mano al chico pero el la aprieta y dirijo mi mirada nuevamente a los ojos de Evan.—Vamos Cole, suéltala enserio. No quiero pelear.

«¿Pelear? ¿Por mi?»

El tal Cole me suelta la muñeca y se concentra nuevamente en las chicas de enfrente de el mientras da otro sorbo a su bebida.

—Vamos.—Evan me toma de la mano y bajamos viendo a mi alrededor como la gente se multiplica y la música empieza a ensordecer mis oídos. Apenas eran las 8 p.m y esta casa ya estaba que explotaba.

—Joder... no sabía que habría gente hoy. Ahora no eres el único que me vio en bragas.— digo liberando la tensión mientras me suelta una sonrisa y llegamos donde Agatha que estaba tomándose un vaso.

—¿Como lo estás pasando hermanita?— me pregunta como si nada y el enojo se enciende en mi.

—¿Que como lo estoy pasando? 10 chicos me vieron en ropa interior y tú hacía dos una puta fiesta.

—Pero si te avise.—«¿Que?»

—¿De que hablas? ¿Se te ocurre la sar una puta fiesta en casa? Tenemos escuela.

—Te lo dije en la entrada pero te valió mierda Maia.— tenía razón, no la escuche.

Ruedo los ojos y me dirijo hacia la cocina esquivando hombres borrachos y mujeres gritonas. Una soda y me iría a mi habitación a encerrar eternamente por el resto de la noche.

—Muévete.—le bramó a un chico de por ahí, y levantando las manos me desbloquea el acceso a la nevera.

Saco una Sprite y pegando codazos subo las escaleras plagadas de personas.
Llegando a mi habitación siento como me empujan dentro de ella y apagan la luz sin dejarme ver mientras me derramo un poco de la soda.

—¡Suéltame!— empiezo a alardear mientras me agarran la cintura fuertemente contra un torso duro.

—Sabes que no quieres que haga eso.—Una voz grave se clava en mis oídos, conquistándome la mente en un toque.

Las gruesas manos pasan de mi cintura a mi espalda y aquella sombra se pega más a mi dejándonos sin espacio a un alfiler. Su olor, su voz, todo me apuntaba a una persona. Que odiaba y deseaba al mismo tiempo...

—Daniel... sigue por favor.—bromeó sabiendo que era Leonardo aquel hombre que me cautivaba en todos los sentidos.

—¿Que?—pregunta atónito y aunque no lograba verlo sabía que su expresión era de enojo.—¿Quien es Daniel?

—Estoy jugando contigo Leo.—Digo bromeando y sus húmedos labios se encuentran con los míos como antes. Toma mi nuca para profundizar aquel beso y siento como su caliente aliento provoca que lo desee cada segundo más.

—¡Joder...!—Leonardo tropieza con un montón de ropa que tenia por ahí y cae al suelo conmigo encima.

Nos partimos en risa mientras sigo encima de el pero de un minuto a otro veo unos rayos de luz provocados por la apertura de la puerta.

—¡Uy! Pensé que estaba desocupado.—entra Cole y deja la puerta a medio abrir con el sosteniéndola.

—No... nosotros.—Digo sentándome para pararme y sin querer quedó encima de Leo con las rodillas apoyadas a los lados de su cadera. Al ver tal escena me levanto y lo termino sacando a palmadas mientras cerraba nuevamente la puerta.

Leo parándose se ríe y por fin puedo ver aquellos ojos que anhelaba pero me llama la atención como va vestido. Llevaba un traje negro y una camisa blanca con una corbata roja. La camisa se le pegaba a su fornido cuerpo que no dejaba de despegar la vista.

—¿Que? ¿Tengo algo?—dice sonriendo peligrosamente al ver mi mirada plantada en su cuerpo.—Entonces... ¿por esta fiesta colegiala no me fuiste a ver al Casino?

—No iba a ir de todos modos...—contestó apresuradamente mientras me saco la sudadera. Me había dejado con unos nervios que ya estaba sudando.

—Me cuesta creerte.—musita sentándose en la cama.

—¿Porque dices eso?

—Por la forma en que me correspondiste aquel beso, por como tu mirada me recorrió, por como tu espalda se encorvó a mi tacto....—tenía razón en todo...—Por lo húmeda que te deje aunque ni te toque.

—¡¿Disculpa?!—bramó al escuchar tal guarreria y le tiro mi sudadera.

—Estoy jugando.—Se vuelve a reír y se saca la chaqueta del esmoquin. «Dios sus músculos me están matando»

—¿Que haces?—Pregunto al ver que se había sacado la camisa también y los zapatos.

—Aceptó tu oferta de quedarme a dormir.—Se desliza los pantalones negros por sus piernas quedando en bóxer.

Su cuerpo era increíblemente fuera de lo normal. Con solo verlo se me ponían los pelos de punta aunque lo odiase con todo mi ser.

—Eso fue ayer...

—Pues la aceptó.—Dice abriendo las sábanas mientras se mete.—Pero hoy... ¿vienes?

Me paso la mano por la frente y no podía creer aquella estupidez que estaba por hacer. Si Agatha o mi madre se entera en me matarían al literal pero callo todas las voces de mi cabeza cuando pongo llave a la puerta y me acuesto al lado de Leo. Nunca había dormido con alguien y mis nervios se podían hasta ver volando.

—Estás helando.—su tono pasa a ser un poco preocupado y pues estaba así por su culpa. Y por los nervios.

Apago la luz de la mesilla y trato de concentrarme en ver la puerta y la luz que pasaba por debajo de ella para no pensar que tenía a Leo en puto bóxer a menos de un metro de mi.

—Buenas noches.—susurra ante mi oído mientras me agarra por mis caderas y me tira hacia el. Abrazándome por fin lo noto relajado y trato de hacer lo mismo.

No podía creer lo que estaba haciendo.

Continuará...

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora