Capitulo 44

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Maia Afrodita Zabat.

El primer día fuera de la vida de Leo fue desastroso. Me pesaban los párpados como cemento penándomelos entre sí, no comí o bueno no me dieron antojos dándome preocupaciones sobre mi vida, no vi televisión ni tomé mi celular a pesar de que Rena me mandaba mil mensajes, con suerte le conté lo sucedido a Agatha mientras que mi madre estaba casi que hibernando en su habitación. Llore en su hombro mientras ella no dejaba de repetir que era mejor para la calidad de mi vida. Y tenía razón, aunque costaba. Lo deje a duras, pero lo deje.

No notaron los cambios para mi suerte pero con la melancolía más grande que había sentido de hacía años fui a la escuela aquel día, donde sin mentir no entendí nada. Veía y escuchaba a los profesores pasando materia en los pizarrones y también observaba a mis amigos empujándome para que respondiera a la conversación pero fue inútil.
Una pequeña obsesión se pasó por mi cabeza, haciéndome comparar a todos los chicos del instituto con Leo pero nadie tenía aquella mirada perversa y azulada a no dar más, los labios redondos y carnosos que me besaban sin descanso, y menos su sarcasmo que a veces me sacaba de quicio.

Me dormí apenas llegue a casa al tocar la almohada dejándome descansar luego de unas desastrosas y cansadoras horas lidiando con mi mente centrada en algo más oscuro. El segundo día desperté como si me hubiera atropellado con un camión, mis músculos agarrotados de mis brazos, piernas e incluso mi abdomen, tal vez por toda la adrenalina de unos días antes en la misión secreta en Italia para recuperar a Patrick o tal vez por lo fuerte que me dio Leo. Me estremecí en solo recordar cómo abría paso en mi...

El tercer y el cuarto día no me dedique a más que ver una maratón de las películas de Harry Potter, pensando que Draco Malfoy era igual que Leonardo; siendo cerrado y terco aunque Leo si me diría te amo mientras que Draco no.

Hoy era viernes nuevamente, quinto día que pasaba en este modo. Casi una semana de haber perdido mi virginidad, y casi una semana de haber roto algo inexistente con el mafioso apolíneo.

Me levanté finalmente como por costumbre y sin más me puse mi uniforme de pantalón negro de escuela añadiendo una sudadera negra grande que tenía guardad por ahí, cuando recordé que era la que Leo trajo su día que llegó del viaje. Maldito aroma impregnado en aquel que amaba. Su perfume Hugo Boss.

La verdad no sabía como todavía podía recobrar el sueño pensando que hubo un cadaver por aquí pero si lo pensaba, había visto más muertes y aquello era un grano de arroz comparado con el resto.

Baje a pasos pesados cuando vi a Evan con su chasca rubia oscura con Agatha en la cocina tomando desayuno tranquilamente, ya que por lo visto y gracias a lo cegada que estaba por Leo, Evan ya se había hecho la costumbre de venir a comer a casa de su mejor amiga.
La verdad, les envidiaba por su facilidad en sus vidas...

—Buenos dias.—Evan volteó cuando no evite pisar un escalón que rechinaba. Puse una sonrisa forzada mientras me acercaba a ellos y les daba un beso en la mejilla.—Si me saludas así todo los días vendría más seguido.

Reí nerviosamente, cuando me volteé a sacar un paquete de frituritas que teníamos botado en las encimeras mientras que Agatha disfrutaba de su bowl de avena con frutas y Evan de una malteada de fresa que había hecho seguramente Aga por el. Era una cerda al comer aquello pero total, no tenía quien me fuera a ver o mostrar mi gordo físico.

Las abrí embriagándome del olor a aceite mientras me senté en el taburete de la isla en frente a Evan y al lado de Agatha que se encontraban hablando a cerca un partido, escuela o algo así, la verdad no les tome mucha atención. Estaba inmersa en el paquete de frituras mientras imaginaba en que estaría Leo ahora...

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora