Capitulo 29

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Maia Afrodita Zabat.

El cuerpo me tiritaba, y un grave escalofrío recorría mi columna mientras me tambaleaba de un lado a otro. «Ilegalidad...»

—No sabía que te daba miedo la ilegalidad.—me bufé todavía sin despegar mis ojos en los verdosos y profundos de el.

—¿Quien dijo que me daba miedo?—respondió devolviéndomela. El sabía como ponerme nerviosa o jugar a su favor...—Bueno si ya no tengo nada más que hacer, yo me voy...

Empezó arreglándose los dobleces de su camisa negra que le entallaba perfectamente en sus músculos tensos y grandes en cuanto volteó para despedirse con la mano pero mis piernas corrieron en su dirección inconscientemente y mis manos hacia su cuello impregnando su olor en mis fosas nasales.

Su sonrisa en dos segundos había vuelto y estiró sus brazos hacia mi cintura en cuanto nuestros torsos se pegaron y por falta de altura, como si yo fuera una pluma, Leo me alzo entrelazando mis piernas en su cintura y mis manos a su cuero cabelludo mientras las suyas bajaron para soporte a mis piernas.

Un beso más acelerado de lo que pensaba nos unió abruptamente, mientras luego de días deseando este momento se cumplía finalmente. Me deje llevar, y estaba claro.

Nuestros labios chocaban entre ellos sin descanso donde le mordí suavemente su labio inferior en cuanto Leonardo me estrelló la espalda contra los casilleros, tal vez para más soporte, la verdad no sabía pero se sentía de otro nivel. El beso continuo, sin darle la importancia al golpe estruendoso que hubo hace unos segundos. Mis piernas se tensaron más contra el haciendo que Leo soltara un suspiro para luego separarnos para tomar un poco de aire.

—Calma... ¿no quieres que tú primera vez sea en un baño no?—preguntó bromeando más seguro de si mismo sonriendo exhausto en cuanto le pegue en sus manos que estaban alrededor de mis nalgas. El timbre sonó, en cuanto me bajo rápidamente y arreglándose un poco la camisa saco pestillo y abrió la puerta.
Pero se detuvo en medio cerrándola de nuevo mientras se aventaba hacia mi agarrándome el rostro para depositar un suave beso y esfumarse antes de que la gente rondara por estos lados. Apoyándome en los casilleros impactada no sin antes haber sacado el seguro de la puerta a la cancha.

«Eso... estuvo...»

Unos gritos y risas me interrumpen mientras me recompuse arreglándome el mechón que me colgaba de la frente.

—Maia Zabat...—una chica se me acerco con una voz chillona. En cuanto volteo vi a Mia Bochner. Una chica inglesa que desde secundaria se encontraba por estas áreas, nada mejor que Grecia. Era hermosa, un pelo cobre caía por sus hombros con unas leves ondas mientras sus ojos azules perforaban a lo que se les cruzaba en el camino. Nunca fuimos amigas, más bien, mi hermana Agatha la rechazó en estar en su grupo de Seniors así agarrando odio hacia mi automáticamente...
Parecía salida de revistas y a pesar de que estuvimos en educación física, su maquillaje estaba intacto y perfecto, al igual que su uniforme de chearleadrt.—¿Te postularás para animadora este año? Sería una lástima que si.

Su arrogancia si me sacaba de mis casillas, rápidamente saqué mis cosas y me amarré mi collar a mi cuello mientras cerraba el locker.

—La verdad, es una lástima tenerte tan cerca de mi, muévete por favor.—respondí sin agresividad alguna o un poco, mientras me dirigía a los bebederos. La había perdido de vista gracias al cielo. Su costumbre de abrumar a chicas, haciéndola ver superior que al resto, pero no lo permitía ni por un millón de pesos.

Salí agotada por la corrida, y más por Leo la verdad aunque no me arrepentía de aquello, aunque debería poner ciertas condiciones para no tener malas pasadas como las de hace unos días.

Iba saliendo a paso lento y calmado ya que me debería ir caminando a casa hoy, pero al empujar la pesada puerta de vidrio de la salida algo a lo lejos me dejo boquiabierta.
Estaba Romano con un auto descapotable rojo brillante que se podría divisar a kilómetros, donde el estaba con unas gafas de sol y con una mano en el volante mientras tres chicas estaban apoyadas a la puerta del copiloto de el, una de ellas, Mia Bochner.

Acelere el paso pero esta vez poniéndome mis lentes de leer, era mejor pasar de común que subirme a su carro.

—Maiaaa...—un grito con tono sarcástico y melódico de Leo me paro mi caminata. Voltee levemente mientras Mia con sus otros dos perritos falderos me miraban desaprobándome.—¿Donde vas cuatro ojos? Vamos sube.

Me dio pudor en cuanto su sonrisa salió a los rayos del sol y como si nada se estiró hacia la puerta del copiloto abriéndola.

—Vamos. Hace 20 minutos me estabas besando.—dijo tranquilamente mientras la mandíbula de Mia casi se caía hasta el suelo. Mis mejillas se encendieron repentinamente de vergüenza en cuanto Leo me hizo una mueca de que me apurara. Trote hacia la puerta sin más remedio y apenas me apoye en el Mia se apartó molesta, ni sabía porque, pero Leo entretanto me agarro mi bolsa y la lanzó al asiento de atrás.—Gracias.

Respondió suspirando en cuanto me senté en el asiento de cuero blanco y veía de reojo como todos los cursos de la escuela se paraban impresionados en la salida mirándonos.

—Vamos.—susurre en cuanto piso su brazo detrás de mi cabeza en mi asiento. El día estaba fresco y hermoso para andar en esta cosa, pero me daba miedo, nunca me había subido a un auto así.

—Como ordene capitana.

Partió a todo dar mientras el motor rugía por todos lados, decidí por acercarme al panel de radio y poner algo de música en vez de escuchar todos los "wow" o "vaya" del camino al ver el auto.

—Levanta los brazos.—me incentivo saltándose varios pare. Pero le hice caso, levante mis brazos con mi camiseta un poco húmeda de sudor en cuanto el aire chocaba contra mis palmas, causándome cosquillas.—¿Es divertido no?

Asentí encantada a la situación mientras su mano salía del volante y ágilmente me cruzó el cinturón que se me había olvidado. Tenía una práctica manejando increíble, esquivaba e incluso andaba a más velocidad de lo normal, pero parecía saber lo que hacía.

El aire también movía mi cabello de un lado a otro en cuanto la mano de Romano se acercó y me arrancó la liga que tenía amarrando mi cabello.

—¡Hey!—grite en cuanto se rio y la lanzó fuera del auto. Vaya acción.

—Te ves hermosa, pero más con tu pelo de esta forma.—masculló en cuanto se volvió al camino y mis manos junto a mi cabello jugueteaban con el aire.—Retiro lo dicho. Te ves hermosa como sea.

Continuará...

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora