UNA NOTICIA INESPERADA

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MAIA

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MAIA

«No puede ser...»

Las manos me temblaban y cuando me golpearon la puerta casi caí por el susto. Cerré el laptop que había ido a buscar a casa, por fin con la valentía de abrirlo y enfrentarme a la realidad mientras no podía creer lo que había leído.

«Calmate.»

Guarde todo en la bolsa nuevamente y me lave las manos y la cara antes de salir. Me encontré con la cara de Salvatore con el celular en su oreja pidiéndome que le siguiera con una seña hostil como siempre lo hacía. En el camino se nos unió Jazmín ojeando papeles mientas enganchaba su arma.

Había llegado hace tres semanas luego de que Patrick me había llevado a mi casa para buscar mis cosas personales.

Estaba sola. Agatha se fue con Jaden a Dios sabe donde, pero protegida. Mi madre seguía sin aparecerse por nuestros celulares o por casa, y aquello me preocupaba más y más.

Leonardo la última vez que hablé con el fue cuando se fue después de acostarnos, y Atenea no se aparecía por ningún lado. Y la verdad, mi mente me jugaba a favor y en contra pensando en el todas las horas que pasaba.

Aprendí en estos cortos días que la casa tiene mil puertas y encontré una especie de librería donde pude observar una imagen de la familia Romano Ledger. De todas formas, Jazmín y Salvatore me prohibían la salida de esta mansión.

También probé la pileta luego de tres dias de nervios. Conocí a Rosie, la cocinera la cual me hacía todos los platos del mundo y a su hija Wendy, que limpiaba la casa y de vez en cuando me iba a ver a la habitación de Leonardo en la cual me estaba quedando.

Los mensajes de texto de parte del italiano tampoco le llegaban o contestaba. Patrick menos y mi ansiedad seguía subiendo y subiendo. Más enterándome la peor noticia esta mañana.

—Donde vamos.—pregunté seriamente cuando esté me callo.

—Haz una bolsa rápida. Hay que abandonar el lugar.—me ordenó Jazmín cuando asenti y subí corriendo dándole razón a las indicaciones.

Prefería salvar mi vida a que ser caprichosa por primera vez en mucho tiempo.

La verdad, quería ver a Leo, y si eso implicaba irme a la punta de la tierra lo iba a hacer, pero también quería alejarme lo más lejos de él y olvidar que alguna vez le conocí. Mi mente estaba en pleno shock bipolar.

Un lazo nos unía, y ahora más fuerte que nunca. Pude sacar de conclusión que si, lo amaba, pero que no iba a aceptarlo en voz alta.

Mi corazón pertenecía a él, pero aquello era peligroso hasta de pensar.

Metí un par de cosas en la mochila y antes de seguir, metí lo apreciado y un arma que sabía que Leonardo conservaba. Le robe una sudadera y me la puse mientras amarraba mi cabello.

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora